Mamá está que se sale

Ocurrencias

Elena Pajares

Elena Pajares

Una vez que casi ha terminado la temporada de las comuniones, no sé si has tenido ocasión de acudir a una comunión civil. Si, civil. Una celebración laica, sin carácter religioso, en la que el niño o la niña festejan el paso de la infancia a la preadolescencia. Se le podría llamar cumpleaños, la verdad, pero como la cosa va de que el protagonista de la celebración no se sienta acomplejado por no tener su día especial, y de que tenga, como decía Andy Warhol, sus quince minutos de fama, saliendo, si se tercia, en un reportaje fotográfico con los pies bañados por las olas del mar, pues se ha ideado la comunión civil.

La primera vez que oí semejante parida fue hace años, porque el invento no es nuevo, ni mucho menos. Y sigo sin tenerle simpatía al evento. No es por el hecho de que hablen de comunión cuando allí no comulga nadie, eso para mí es lo de menos, y algún nombre tenían que ponerle a la ceremonia. Lo comentaba con mis hijos en casa, y ellos lo encontraban una falta de respeto, porque era como trivializar lo que es comulgar. Decían que, al fin y al cabo, nadie tomaba el ramadán en vano, ni la meca ni el Corán

Fíjate que yo no lo veo tan grave, porque, si te dicen ‘comunión’, ya vas medio encaminado, te vas situando en una celebración infantil. 

Desde luego, para la gente que va directamente al convite sin pasar por la iglesia ni ver comulgar al niño, le da igual que la comunión sea civil o criminal.

Lo que yo veo, no sé si estarás de acuerdo, es que la parafernalia de algunas comuniones ha degenerado tanto que ya el hecho de hacer un día en el que el nenico o la nenica sean los reyes me parece horroroso. Y cuando se alcanza ese punto hortera da igual que la ceremonia sea porque ha comulgado como Dios manda, o porque pase a la adolescencia. Hay algunas celebraciones de comunión que se han desvirtuado tanto que hasta los no cristianos quieren hacerla. Quién no va a querer celebrar lo que sea si con ese motivo te vas de viaje a Eurodisney.

Pero si hay algo que me ha alucinado, que deja en mantilla a las comuniones civiles, y que hasta ahora no lo había oído, es lo del ‘bautizo civil’. A quién demonios se le ha ocurrido esto. No te estoy gastando una broma. Es de verdad. Para que te mees (perdón, pero no encuentro otra expresión), en puesto de las Lecturas litúrgicas, se leen algunos artículos de la Carta de los Derechos del Niño. Esos derechos que, según qué tierra pises y de quién seas hijo, son pisoteados por los caciques de turno. Creo que no tiene comparación un alta administrativa con ser reconocido como cristiano, y declararse, aunque sea por boca de tus padrinos, hijo de Dios. Y al menos, a los cristianos nos consuela que nuestra filiación divina está por encima de los caciques de turno y que, aunque seamos pisoteados, nos será recompensado. 

Los derechos del niño son temporales y terrenales, los hijos de Dios lo somos por siempre. Qué otra declaración o qué otra bienvenida puede acercarse a esto. 

Y por cierto, para bienvenida, la que le dieron a mi cuñada Vanesa cuando nació Guillermo en Galicia, con una carta muy emotiva del Alcalde dándoles la enhorabuena a la madre y al hijo, acompañada de una litografía de los monumentos más reseñables del municipio, para ir educando al niño en amor patrio desde pequeñito

Dándole al César lo que es del César, sin meterse en las cosas de Dios, ni banalizar las costumbres de los cristianos.

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