Limón&Vinagre

El mundo siempre espera a Rihanna

La cantante y empresaria Rihanna, durante su actuación en la Super Bowl, en febrero pasado.

La cantante y empresaria Rihanna, durante su actuación en la Super Bowl, en febrero pasado. / Gregory Shamus / AFP

Jorge Fauró

Jorge Fauró

A la manera de Rex Reed, que retrató como nadie a Ava Gardner, Robyn Rihanna Fenty (Barbados, 35 años), apura los últimos retoques en su habitación a todo lujo del majestuoso hotel Carlyle del 35 de East 76th Street, esquina con Madison Avenue, en el Upper East Side de Nueva York. Hace rato que fotógrafos, invitados y una multitud nerviosa de fans en combustión la esperan en la alfombra roja del Metropolitan, donde este año se celebra una nueva edición de la Gala Met, el evento benéfico con que arranca la exposición anual del Instituto del Vestido y que esta vez tiene como leitmotiv a Karl Lagerfeld y a Penélope Cruz de coanfitriona. Rihanna se retrasa (mucho) y los asistentes deciden ir acomodándose en el interior del museo. La gala está a punto de comenzar y la diva ni siquiera ha salido del Carlyle, uno de los escenarios habituales de Woody Allen y donde Mick Jagger dispone de una suite casi en exclusiva.

Pero el mundo siempre espera a Rihanna, como esperaba a Ava Gardner o a Marilyn Monroe, como esperaba a Madonna en los 80 y en los 90, como aguarda a Beyoncé o comienza a esperar a Rosalía, grandes dominatrix a caballo entre dos décadas. 

Algunos asistentes a la Met han llegado cuatro horas antes. «Abriéndose paso a codazos entre un tumulto de cazadores de autógrafos y ávidos de emociones arracimados en el vestíbulo…», narraba Reed sobre Ava. Las grandes estrellas emanan ese halo de divinidad que no entiende de raciocinios ni de reflexiones serenas. Cualquier explicación deriva hacia lo sobrenatural en el reino de la hipérbole de las ultradivas, en el que Rihanna ha acabado arrasando al resto de aspirantes a ocupar el trono de rosas de las starlettes del glamour y de las alfombras de cualquier color.

La de Barbados llega una hora tarde. O más. Poco importa. El avispero de fotógrafos y fans ya no está en combustión, es una pira, una hoguera de las vanidades cuyo fuego hipnotiza. «Ella no ve a nadie, ¿sabe?» (Reed en ¿Duerme usted desnuda?, la entrevista a Ava Gardner que el periodista convirtió en obra maestra). La diosa aparece junto al rapero A$AP Rocky, su pareja, tocado de falda escocesa sobre unos vaqueros con incrustaciones, en un guiño a Lagerfeld. La evolución de las costumbres. Ninguna diva de antaño sin su Frank Sinatra o su JFK o su Sean Penn. Hoy son raperos y reguetoneros. En 2023, ellas brillan más al lado de la extravagancia y el sorprendente encanto de lo incomprensible. Fiel al homenajeado en la Met, ‘Riri’ deslumbra toda de blanco, encapuchada bajo un abrigo de Valentino diseñado a partir de una capa cocoon de camelias, que simbolizan la casa Chanel y al propio Karl Lagerfeld a partir de la inspiración de Coco en aquellos dandis que portaban la flor oriental prendida de la solapa. Rihanna, la dama de las camelias.

«Super Bowl»

Y de repente, el vientre de embarazada de Rihanna, los brazos de Rihanna, los hombros de Rihanna, las pestañas de Rihanna, las gafas de Rihanna, los mitones de Rihanna y el brazalete de Rihanna. A$AP Rocky tendrá su lugar en las crónicas, pero todos los flashes, los móviles y las miradas se posan en cada detalle de esta mujer que simboliza como pocas el nuevo R&B (léase aranbi), el empoderamiento, la femineidad, la maternidad, y sobre todo, el negocio.

Si a un español le preguntan quién ganó la Super Bowl, lo más probable es que no lo recuerde o que manifieste un desinterés pretencioso por un espectáculo que aquí nos cuesta tanto entender. Sin embargo, muchos vieron a Rihanna esa noche, en ese intermedio que se ha convertido en uno de los escenarios publicitarios más caros del planeta, 13 minutos de gloria en los que Rihanna desgranó los grandes éxitos de su carrera después de siete años alejada de la industria. No cobró un dólar. Nadie cobra por cantar en ese interregno, un dato insignificante si esa noche te han visto cantar 118 millones de espectadores y tu faceta de empresaria engorda la cuenta bancaria más que la de cantante. 

Tampoco es que a la estrella de la Met 2023 le hiciera mucha falta cobrar de la Super Bowl. Este año, Beyoncé se llevó los Grammy, pero está por debajo del patrimonio de 1.400 millones de dólares de Rihanna, los 575 de Madonna, los 570 de Taylor Swift y los 470 millones de Céline Dion. De vuelta al Carlyle, el trono aguarda a Rihanna. 

Allí y en cualquier parte, donde quiera que acuda, siempre con retraso, siempre dispuesta a que el mundo la espere.  

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