La espiral de la libreta
Págame o te reviento el final de ‘Succession’
Olga Merino
Paro de bolis caídos. Resulta que el principal sindicato de guionistas de Hollywood, el Writers Guild of America (WGA), se ha declarado en huelga para exigir mejoras salariales y laborales, poniendo en peligro los talk shows nocturnos, habituales en la parrilla televisiva de Estados Unidos, y la continuidad de series y películas, el Santo Grial de la industria del entretenimiento. Se suceden, pues, los piquetes en Los Ángeles y Manhattan, frente a los estudios de las grandes compañías cinematográficas, las de toda la vida, como la Universal, la Paramount o la Warner Bros, y las sedes de las nuevas productoras, como Netflix, Amazon, Apple, Disney+ o HBO.
Ahí está la clave, en las plataformas de streaming, en los cambios que ha introducido la era de la televisión digital. Si antes de su irrupción una serie garantizaba al guionista más o menos unas 20 semanas de trabajo, ahora se han comprimido a la mitad. Y con un equipo de trabajo más reducido. O sea, hacer más en menos tiempo y por menos dinero, el mantra de la época que nos ha tocado vivir.
Los escritores también demandan su parte en el pastel de las regalías (los residuals); es decir, la cantidad compensatoria que les corresponde por cada transmisión de las obras que firman (en las plataformas digitales es prácticamente imposible calcular el número de veces que un producto es visto por las audiencias). Asimismo, planea sobre sus cabezas el temor de que la inteligencia artificial acabe arrebatándoles el trabajo.
Alexa, ¿El reemplazo?
Desde luego, los trabajadores están haciendo gala de creatividad e ingenio, insustituibles en su oficio, a través de las pancartas que enarbolan en las protestas: «Alexa no nos reemplazará»; «¿Querían dramas? ¡Aquí tienen un poco de drama!»; «Paga a tus guionistas o te destriparán Succession»; «Has cabreado al creador de The Wire». A una mascota le colgaron un cartel que decía: «La comida de perro es cara».
El Hollywood clásico sabía que no hay buen cine sin guionistas, que el embrión básico de una película palpita en las palabras que engarzan una historia con gancho, y por ello empleó a escritores de enorme talento, como Faulkner, Scott Fitzgerald o Raymond Chandler. Pero ya hemos pasado de pantalla. A la industria le interesa hoy la producción en serie de las series, historias previsibles, fórmulas manidas de consumo y olvido rápidos, el plagio del plagio, con personajes de cartón piedra. Papilla. Corta y pega. Droga barata. Como las camisetas cosidas en Bangladés. Como los tomates que saben a plástico de megainvernadero.
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