Tribuna libre

Coqueteando con la extinción

Matías Vallés

Matías Vallés

Lo malo de superar una pandemia, aunque sea escondiéndola debajo de la alfombra, es que piensas que puedes con todo. El virus de la Inteligencia Artificial también se ha fugado de un laboratorio pero, al tratarse de un centro de investigación estadounidense en lugar de chino, se ha propagado sin demandar permiso ni perdón. De ahí la perplejidad, que debería ser pánico, al enterarse de la dimisión de Geoffrey Hinton como pope de Google en la asignatura. La salida del septuagenario no asusta por su pronóstico de que «los chatbots serán más inteligentes que nosotros», dado que el planeta tiene una larga tradición de gobierno de los menos inteligentes. El terror surge al prevenir el científico contra el desastre que supondría una IA en manos de «malos actores», donde no solo se refiere a Tom Cruise.

Cuesta creer que un engendro de Inteligencia Artificial supere en maldad a un ser humano, pero su efecto destructivo podría emanar de un instinto bromista, con el mismo efecto de un niño destruyendo un hormiguero o «jugando con las moscas como Dios con nosotros», véase a Shakespeare. Para averiguar de qué porcentaje de destrucción estamos hablando, resulta útil una entrevista de la CBS al propio Hinton, un mes antes de su abrupto cese de actividad. No sorprende la pregunta de ordenanza sobre la posibilidad de que la IA provoque la extinción del género humano, lo alarmante es la respuesta de alguien tan mesurado y cabal como el mago de las redes neuronales:

-No es inconcebible.

Saltándose la flema inglesa en afirmativo, «es concebible» que la Inteligencia Artificial acabe con el género humano, según su principal patrocinador. Es cierto que al ensayar la primera bomba atómica, los genios de Oppenheimer habían estimado en un diez por ciento la probabilidad de una conflagración de la atmósfera que se propagara por todo el globo terrestre, pero al menos estaban en guerra.

Aquí nos tienen en la pacífica postcovid, coqueteando con la extinción.

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