Pedro Sánchez llenó ayer el Príncipe de Asturias, copando gradas que el último mitin de Núñez Feijóo dejó vacías. A la vez, elplural.com, un medio nada sospechoso de antisanchismo sino más bien al contrario, publicaba un sondeo en que insistía en prever para el PSOE catorce escaños en la Región de Murcia, es decir, tres menos de los que ahora tiene, mientras sumaba cuatro más al PP sobre sus dieciséis actuales. Los socialistas pueden consolarse apelando a que las encuestas son cosa virtual y, en todo caso, modificable, mientras el llenazo de Sánchez es real, gráfico, palpable. Pero también es preciso recordar que lo importante no es llenar los recintos, sino las urnas. Si hablamos de cubrir espacios, el concierto más sonado hasta ahora fue el que protagonizó Abascal en la plaza de toros, y a Vox le dan ocho escaños. Por tanto, sería adecuado no confundir audiencia con influencia.
Pero veámoslo en positivo. Lo que muestra el mitin de ayer es que el PSOE sigue siendo una organización viva con capacidad de movilización. Que entre los teloneros de Sánchez se incluyera a Lola Muñoz, presidenta de la Federación de Municipios, es un recordatorio de que los socialistas mantienen un importante poder en la Región, más allá de las apariencias que facilitan la perspectiva centralista. La mayoría de los municipios, importantes, medianos y pequeños, empezando por los de Murcia, Lorca y Molina de Segura, cuentan con alcaldes socialistas, pues en 2019 el PSOE dio también un baño al PP en las elecciones municipales, y ese poder local está ahí, no ha habido trepatrans que pudieran modificar artificialmente el resultado. Estos puntales son, sin duda, los que llenaron el Príncipe de Asturias, y en muchos casos constituyen la pesadilla del PP, pues al hecho de que haya municipios que se resistan a ser engullidos por los populares se añade el factor humano: hay alcaldes y alcaldesas que atraen un voto horizontal por la confianza que personalmente transmiten a sus vecinos, más allá del color de las siglas.
El voto flotante que tiende hacia el PP tiene en estas elecciones la oportunidad de sufragar a este partido en las autonómicas y gratificar a su alcalde o alcaldesa socialista en las municipales. La papeleta mixta. Y ese es otro butrón al que han de atender los estrategas populares, pues por ahí mengua la hegemonía total a que aspiran los de López Miras.
El PP tiene ganadas de antemano con Vox, según todos los indicadores, las elecciones autonómicas frente a la izquierda, pero las municipales son otra liga. Es cierto que si el PSOE camina hacia atrás respecto a 2019, el efecto podría trasladarse también a los municipios donde mantiene mayor arraigo.
En Murcia, la alcaldía está en el aire, pues de contar con dos grupos (Ciudadanos y Podemos) para completar la mayoría, esta vez sólo tendrá el salvavidas de Unidas Podemos, grupo que además accederá enfurruñado con el PSOE por haber captado éste para su candidatura a su portavoz durante el actual mandato. A los socialistas sólo les queda crecer con la palanca de su gestión durante los dos últimos años, poco tiempo, por demás conflictivo.
La oportunidad de José Antonio Serrano la constituye un fenómeno externo a su partido al que aquí denominamos la pasada semana Operación Trotsky: el traslado a Vox de dos centenares largos de anteriores activistas del PP en pedanías. Vox obtuvo en las anteriores municipales el 18% de los votos en el centro y barrios de la ciudad, pero en las pedanías el respaldo fue insignificante, pues carecía de implantación en un espacio del que procede el 60% de los votos del municipio y que está fuertemente controlado por el bipartidismo, muy especialmente por la potente organización del PP. La Operación Trotsky, consistente en la captación por Vox de exmilitantes del PP con algún rango en la organización periférica en tiempos de Miguel Ángel Cámara, ha creado un fuerte seísmo en la estructura interna de ese partido que podría traducirse en una ampliación de la cuota de Vox en territorio comanche del PP. Por poco que Vox crezca en pedanías, ya será algo más de lo que tenía.
Todos los esfuerzos por minimizar el alcance de esa operación son vanos, sobre todo cuando se ha producido poco tiempo después de que el PP vendiera como un avance de sus expectativas la captación de pedáneos de Ciudadanos y del propio Vox. En puridad, el PP no puede criticar la Operación Trotsky, pues ellos la han practicado en un similar ejercicio de atracción de efectivos de otros partidos. Y si esto es importante para el PP ¿no lo será tanto o más que se pasen a Vox decenas de anteriores agentes populares que llevan consigo el conocimiento de las estructuras y métodos de organización en los pequeños distritos del amplísimo territorio de la periferia capitalina?
Si en el anterior mandato tuvo que dimitir un concejal del PP cuando imprudentemente recordó a qué partido debían votar aquellos que habían sido beneficiados con algún puesto de trabajo en las empresas públicas, por la misma regla de tres ¿cuántos mantendrán su empleo desde los tiempos en que José Ros, ahora en Vox, fue concejal de Limpieza Urbana en el equipo de Cámara? Por ejemplo.
Si Luis Gestoso, que apatrulla la ciudad y, sobre todo, las pedanías, muerde al PP más profundamente que en 2019, y en paralelo Serrano aprovecha el plus de estar en el poder, que alguna ventaja suele dar, tal vez los socialistas podrían lograr el sueño de ser el partido más votado gracias a que la derecha se repartiría con más relativa igualdad entre PP y Vox. Esto serviría de poco a Serrano si la mayoría se conforma entre estos dos partidos. He aquí la paradoja: la campaña electoral es en Murcia una lucha encarnizada entre las formaciones de la derecha, que estarían condenadas a pactar al día siguiente de las elecciones.
La política es para los templados, incluso cuando se parte de posiciones radicales. El popular José Ballesta, que a lo largo de seis años de mandato tuvo que soportar mal que bien al Mario Gómez de Cs, un político nefasto, pero sólo molesto en pijaícas, tal vez no tenga paciencia para montar sociedad con Gestoso, que viene con el programa máximo de Vox, un partido para el que cualquier renuncia es una traición. Es una opinión muy personal, pero intuyo que ese posible futuro pacto, si tuviera que ser equitativo, sería de naturaleza imposible por razones de personalidad, más allá de las políticas, y más después de haber librado una guerra interna tan a vida o muerte. Así que cabría la posibilidad de ver a Ballesta de senador autonómico para facilitar un pacto PP-Gestoso.
Aunque esa plaza, la de senador autonómico, tiene otro nombre en el cuaderno de borradores. El de Noelia Arroyo. Cartagena es un misterio, pero puede preverse que salvo caprichos del destino los dos gobiernos posibles serán Movimiento Ciudadano más PP o Movimiento Ciudadano más PSOE. No habrá otra. El PSOE no tendría reparo en repartirse el gobierno con José López, pero éste sí lo tendría en gobernar con la popular Arroyo, lo cual sería mutuo. Así que si López y PP suman, solos o con la cuña de Vox, la plaza del Senado sería para la actual alcaldesa.
En cuanto a Lorca, el PSOE no tiene más oportunidad que la de ganar al PP limpiamente por mayoría absoluta, difícil pero no imposible, dado que el alcalde, Diego José Mateos, ha llevado a cabo una muy buena gestión. Pero proviene del filo. Y Unidas Podemos, con la que podría aliarse, tal vez no rentabilice la conjunción electoral de IU y Podemos, pues la izquierda en Lorca es proclive al primer grupo y poco entusiasta del segundo, de modo que está por ver si esta unión suma o resta.
Aunque intenten disimularlo, las acometidas de Vox provocan gran inquietud en el PP, de ahí que intenten desacreditarlas: los que se han pasado no son tantos como dicen, son gente políticamente amortizada, es el último suspiro rencoroso de Cámara... Aun si todo eso fuera verdad, lo cierto es que les preocupa como si no lo fuera. Hasta el propio López Miras ha organizado esta semana un acto en Torre Pacheco con José María Aznar, en respuesta, sin duda, al fichaje por Vox del trasvasista Alberto Garre, natural de esa localidad. Fue un canto a la nostalgia de los tiempos en que el Plan Hidrológico incluía el trasvase del Ebro, que luego derogó Zapatero, aunque la película de Aznar concluyera amputada del capítulo final, en el que debía relatarse que después, con mayoría absoluta de Rajoy, nadie intentó recuperar ese proyecto. Como nadie, aunque en noviembre ganara Feijóo, recuperará los recortes al Tajo-Segura.
Dice López Miras que «hay que sacar al sanchismo», pero si sacáramos al sanchismo López Miras se quedaría sin política, pues ésta consiste en tener como referencia al sanchismo. Aludir constantemente a la política nacional en unas elecciones locales y autonómicas es una prueba de que hay poco que vender de lo propio. Y, mientras, el estigmatizado Sánchez llega y llena allí donde no llenó Feijóo. O sea, algo queda del PSOE, si no es en la Asamblea, en las ciudades y pueblos. Y luego está Vox, fuego amigo. Vamos a ganar, pero esto es un no vivir.