Tribuna Libre

Tucker Carlson: el locutor ‘ultra’ que se volvió ingobernable

Tucker Carlson.

Tucker Carlson.

Idoya Noain

Sin Tucker Carlson, como sin Donald Trump, no se puede entender la vida política de Estados Unidos en los últimos siete años: turbulenta y convulsa, marcada por la polarización, con una derecha radicalizada y entregada al populismo, cada vez más sumergida en guerras culturales, con buena parte de la población hundiéndose en las aguas de la desconfianza hacia las instituciones y otra considerable entregada a teorías conspiratorias que han dado el salto a la arena pública desde de los rincones más oscuros de internet.

Desde que en 2016 se instaló como presentador en el horario de máxima audiencia en Fox News, adonde había llegado en 2009 tras pasar como una figura neoconservadora tradicional por medios como CNN, PBS y MSNBC, el periodista de 53 años se fue convirtiendo en la más rutilante, controvertida, exitosa y rentable estrella de la cadena, buque insignia en EEUU del emporio de Rupert Murdoch. También, en una de las figuras más poderosas e influyentes de y en la derecha.

Como se ha podido leer en The New Yorker, «Trump tenía el poder crudo, pero Carlson marcaba la agenda ideológica». Inteligente y demagogo, de retórica tan sibilinamente ambigua como abiertamente incendiaria, instaló en el mainstream los postulados de la derecha más extrema. Ahí estaban el nacionalismo blanco más desacomplejado y la xenofobia, la teoría del «gran reemplazo», el ensalzamiento del hombre macho, la degradación de la mujer o los ataques a la comunidad LGBTQ. También la puerta abierta de par en par a la pseudociencia, la sospecha constante sobre todo lo que suene a establishment, el reto a las normas, la denuncia de las élites de las que forma parte, las visiones apocalípticas...

Carlson a menudo jugaba al absurdo, rozaba o entraba de lleno en lo ridículo, pero lo hacía con intención. Y su éxito era innegable. De lunes a viernes reunía a más de tres millones de espectadores diarios, a los que se suman los millones más a los que alcanzaba por el eco y la réplica de sus ideas, incluyendo a políticos del Partido Republicano, y las tormentas que causaban sus provocaciones. Aunque grandes anunciantes se mantenían a distancia de sus mensajes radiactivos -como cuando aseguró que la inmigración hace al país «más pobre, más sucio y más dividido» o cuando defendió que el asalto al Capitolio fue poco más que una visita turística pacífica-, con los pequeños lograba aportar 77 millones de dólares de ingresos anuales por publicidad a Fox. No por nada le pagaban un sueldo de entre 15 y 20 millones de dólares.

«Despedido»

Por todo ello Carlson parecía imprescindible, intocable e invencible. Hasta que ha dejado de serlo. Y cuando este pasado lunes llegó el anuncio de su despido, enmascarado en un comunicado de Fox como un «acuerdo para tomar caminos separados», el terremoto mediático, social y político fue instantáneo. También, el alud de preguntas.

Nadie en Fox ha dado explicaciones y no se sabe a ciencia cierta qué ha movido a Murdoch y su hijo Lachlan. Lo indudable es que el despido llega poco después de que la corporación desembolsara 787,5 millones de dólares para evitar el juicio en la demanda que había interpuesto Dominion, una de las empresas de máquinas de voto que acusaron de difamación a Fox por propagar las acusaciones infundadas de fraude electoral de Donald Trump y sus aliados en las presidenciales del 2020. (Queda pendiente la demanda de otra de esas empresas, Smartmatic).

En la fase preliminar de ese juicio salieron a la luz numerosos mensajes de ejecutivos y presentadores. Los de Carlson revelaban su hipocresía, pues hablaba de Trump como una «fuerza demoníaca», un «destructor» y un mal presidente por el que sentía «odio apasionado» mientras en antena seguía defendiéndole. Pero también exponían sus críticas a directivos y a la gerencia.

Informaciones publicadas esta semana, casi siempre con fuentes anónimas, apuntan a otros mensajes de Carlson que revelarían que extendió sus insultos y comentarios derogatorios a mujeres de la directiva

Carlson había adoptado una línea divergente con Murdoch por su oposición a la guerra de Ucrania (que el empresario denunció en una reunión con la redacción de Fox), y respecto a Ron DeSantis, el gobernador de Florida por el que la mayoría de medios del magnate han apostado como relevo a Trump. Quizá Carlson se había hecho ingobernable, un problema mayor de lo que merecía la pena, y ha pagado el precio por un pecado mortal en Fox: creerse mayor que la cadena.

Lo que llegará a continuación para el panorama mediático conservador, para Fox y el para el propio Carlson está por ver. De momento, esta semana la audiencia a la hora que ocupaba Carlson ha caído y las voces más ultras han acusado a los Murdoch de ceder ante la presión woke

Mientras, Newsmax, aún más a la derecha, ha visto triplicar sus audiencias, aunque sigue lejos de los números de Fox News, un auténtico titán que en el pasado se ha recuperado de la salida de otras figuras que también parecían insustituibles, como el presentador Bill O’Reilly y Roger Ailes, el hombre que con Murdoch puso en marcha la cadena en 1996 y que fue su principal ejecutivo hasta que acusaciones de índole sexual (como le pasó a O’Reilly) acabaron con su mandato en 2016.

Respecto a Carlson, su futuro es un misterio. Algunos especulan con la posibilidad de que de el salto a la política. Quizá fiche por otro medio, o apueste por buscar su propia plataforma. De momento, este miércoles el presentador, al que humillaron no dándole siquiera opción de despedirse en antena, colgaba en Twitter un vídeo en el que criticaba los debates que se plantean en televisión como «increíblemente estúpidos e irrelevantes» y donde afirmaba que no hay espacio para hablar de lo que, asegura, «determinará nuestro futuro: guerra, libertades civiles, nueva ciencia, cambio demográfico, poder corporativo o recursos naturales». Pero decía que quedan algunos reductos. Y se despedía con un críptico «nos vemos pronto».

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