LIMÓN&vinagre

La edad sin límites

Manel Domínguez

Josep Cuní

Sentirse joven a pesar de los años biológicos es una decisión personal. Es un tema de la mente sobre el cuerpo. Con permiso del cerebro, por supuesto. «Si no te importa, no importa», sentenció con su contundencia habitual Mark Twain. El padre de Tom Sawyer y Huckleberry Finn, que llegó y se fue del mundo coincidiendo con dos visitas del cometa Halley y que ironizaba sobre la edad pensando que la vida sería infinitamente más feliz si se pudiera recorrer al revés. Nacer a los 80 y bajar gradualmente a los 18.

Seguro que los grandes del rock en activo le darían la razón. Bruce Springsteen, por ejemplo, estos días entre nosotros llenando doblemente el Estadi Olímpic de Montjuïc como anticipo de lo que le espera en su gira europea. Sus 73 se diluyen en el escenario tanto como Bob Dylan difumina sus 81, cuando aparece con su guitarra mostrando gran talento y hosco carácter. Y qué decir de Rod Stewart, que a sus 78 recorrerá algunos festivales de verano.

O de Sabina, que ha vuelto tras sus reticencias a los 74. Un año menos que su amigo Víctor Manuel, que sigue largamente ovacionado en sus directos. O Raphael, que a los 79 mantiene un anhelado espíritu eterno. Por algo será.

A algunos barceloneses las próximas elecciones al ayuntamiento les plantean la duda entre Xavier Trias y Ernest Maragall. 76 y 80 años, respectivamente. Dos veteranos de la política que pugnan por recuperar lo mejor de la esencia vivida para devolverle a la ciudad el glamur perdido. La posible mengua de energía se ve compensada por la creciente experiencia, ya que estos son elementos que acaban estableciendo una suerte de relación inversamente proporcional en el círculo vital. Algo que suele molestar a aquellos jóvenes impulsivos que quisieran vía libre a sus aspiraciones, sin pasar por la etapa que forja el destino a base de esfuerzo, constancia y voluntad. La historia lo demostró hasta antes de que el clamor de los derechos orillara la obligación de los deberes. Y esto ha llevado a algunas incomprensiones que se denuncian como interferencias, cuando también son impotencias. Y hablan de la generación tapón que, existiendo, en la época tecnológica impide menos de lo que se cree porque el dominio digital aleja a quienes piensan en analógico.

En estas, Joe Biden anuncia su candidatura a la reelección. Todos los titulares han incluido su edad. Los 80 años actuales serían 82 al revalidar cargo y 86 cuando dejara la Casa Blanca si nada interfiriera. Un detalle edadista según Manel Domínguez Gómez (Barcelona, 1951). En su libro Sénior. La edad que no cesa, el comunicador denuncia este menosprecio actual y lo presenta como una campaña de fake news permanentes. Pero anuncia que ya se va diseñando una revolución. A mitad de siglo, los mayores de 65 años serán el 21% de la humanidad. En España ya superan los 9 millones y el promedio de su crecimiento anual oscila entre las 100.000 y 200.000 personas que esperan perdurar tanto como puedan.

A la incesante evolución de la esperanza de vida se le añaden los avances médicos y científicos, que ya permiten que los centenarios no sean una excepción, y que sus expectativas sigan el ritmo de la voluntad.

Al profesor Domínguez le da la razón Maria Branyas, la catalana convertida en la persona más longeva del mundo: «Soy muy vieja, pero no idiota».

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