Pintando al Fresco

La Tierra y los humanos

Enrique Nieto

Enrique Nieto

Un amigo, científico él, me decía el lunes: ‘Que sepas que al planeta Tierra le importa un pimiento esto de la sequía que nos está azotando. A lo largo de sus más de cuatro mil millones de años de historia ha sufrido tantas sequías como periodos de lluvia y deshielo que han hecho desaparecer bajo las aguas continentes enteros.

También le da igual lo del cambio climático, porque bien es verdad que este de ahora está provocado por los seres humanos, (la primera vez que ocurre) pero otros los ha provocado precisamente ella, la Tierra, con tremendas erupciones de volcanes cuyas emanaciones llegaban a tapar totalmente la luz de sol durante siglos y otros desastres naturales en la que apenas quedaba nada vivo: solo una plantica por aquí, un bicho por allá, que más tarde se expandían, mutaban, evolucionaban, se regeneraban, etc., aunque para llegar a eso pasaran más miles de años.

Y, por supuesto, nuestro planeta ahí, tan Pancho, viéndolas venir, como diciendo: ‘ya cambiará esto, yo no tengo prisa’. ‘Tampoco pierdas de vista los desastres que han provocado los meteoritos cuando nos han caído encima.

Acuérdate del que causó la extinción de los dinosaurios, que, por cierto, todo el mundo sabe lo de estos animales y sus desgracias, pero nadie parece acordarse de que también desaparecieron miles de otras especies. Menos mal que se salvó una, algo parecido a una zarigüeya bastante asquerosa, que tenía la particularidad de que alimentaban a sus cachorros con leche materna y vivían la mayor parte del tiempo en galerías subterráneas, porque, de no ser así, nosotros no estaríamos aquí.

De la zarigüeyica esa descendemos los seres humanos y todos los demás mamíferos, fíjate tú’, me dijo el científico, mirándome a los ojos y sonriendo al ver la cara de espanto que yo estaba poniendo. ‘O sea, ¿que a la Tierra le da igual que nos la estemos cargando? Inquirí yo. ‘Hombre, no le da igual, pero, para ella, somos como un grano que le hubiera salido en el culo, es decir, una cosa molesta pero que ya se pasará cuando desaparezcamos, porque desapareceremos en algún momento, eso es seguro.

Y ella seguirá volando por el espacio, con su grupo de planetas hermanos y su estrella, el Sol, acompañando a todos sus primos y primas de la galaxia Vía Láctea, que son miles de millones de primos, unos hermanos, como los exoplanetas, y otros hijos de padres desconocidos que van tirando millas por su cuenta, que unos son bolas de gas y otros duros como las piedras’.

‘Pero, si siguen así las cosas, dije yo, ‘y no llueve, y cada vez hace más calor, y el hielo se derrite en los Polos, y suben las aguas del mar y se cargan las ciudades cercanas a sus orillas, incluso a las que estén más lejos, ¿qué va a pasar? Es que yo tengo una casa a diez metros de la orilla del Mar Menor. A ver si me voy a quedar sin sitio de veraneo, cagondie’, añadí expresando un malestar bastante profundo.

‘Mira, muchacho, (me fastidió que me llamara ‘muchacho’, porque, a mi edad, sonaba a escarnio), date por jodido (no me gustó nada que un científico hablara de un modo tan vulgar), porque tú a lo mejor te escapas de verlo porque ya vas estando bastante mayor, pero, tus descendientes, seguro que tendrán que entrar en tu casa de la playa en barca y por el tejado. Los países no están dispuestos a entrar en serio en el problema de los vertidos de todo tipo que mandamos a la atmósfera, a los océanos y hasta a la estratosfera, así que esto de la sequía puede parecer una broma con la que se nos viene encima si no cambiamos el rumbo. Y ya puedes ver que nadie parece estar dispuesto a coger la sartén por el mango y cambiar nuestra historia. Así que lo llevamos claro’. ¿Y la Tierra, qué?, pregunté yo bastante asustado. ‘A la Tierra le importa un pijo. Allá vosotros, humanos,’ pensará ella cuando nos ve cometer todo tipo de barbaridades.

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