Mamá está que se sale

Psicocafé

Elena Pajares

Elena Pajares

Últimamente me he interesado mucho por las teorías de Carl Jung. No me juzgues, ya sabes mi tendencia a lo friki. Y, además, es lo que tiene ser madre de adolescentes, siempre buscando predicciones científicas de su comportamiento; e hija de psicólogo, (creo que esto último no te lo había dicho), con tendencia al almacenamiento documental. Si de algo hay en mi casa, y en abundancia, son libros, en particular los de mi padre de sus tiempos mozos de estudiante de psicología. Y hay muchas perlas guardadas, ¿sabes? De vez en cuando cae en mis manos alguna de esas perlas, auténticos tesoros que han resistido todas las mudanzas, a pesar de la tendencia fiera de mi madre de tirar todo lo que ella, sin preguntar a nadie, denomina enredos. Sin duda, éste se salvó de los sucesivos expolios, porque es un libro viejo de páginas amarillentas, con el precio escrito a lápiz, en pesetas, al abrir la primera página. No lo habrá visto, seguro.

Con los truenos y relámpagos adolescentes que unos padres como nosotros tenemos de fondo, resulta muy tranquilizador leer al hombre este. Entender que incluso en el caos hay cierto orden, que obedece a sí mismo, y que volverá a ordenarse por sí solo. Y no hablo de la habitación, ya me entiendes.

Cogí el libro de Jung porque hablaba de la adolescencia, pero lo que he encontrado es perfectamente aplicable a todo el recorrido vital de cualquiera. Especialmente en la adolescencia, claro, porque es esa etapa crítica que hay que pasar, cada uno como pueda. Pero no necesariamente o en exclusiva en esa etapa. 

Hace poco quedé con una vieja amiga, con la que hacía lo menos diez años que no me veía, y menos aún estaba hablando un rato tan largo, y las teorías de Jung nos son perfectamente aplicables también a nosotras. Y eso que, mal que nos pese, hace mucho que dejamos esa etapa vital.

Nos resumimos mutuamente los últimos diez o quince años, a través de hijos, trabajos, alegrías y triunfos, y también de dificultades, de sufrimientos y zarpazos. No somos adolescentes, pero nada nos ha librado de otras montañas rusas que han pasado por nuestra vida. Entre las cosas alegres, recordamos esa foto de la Nochevieja del año 2000, cuando el mundo iba a ser nuestro sin ninguna duda.

Actualmente las dos nos encontramos, como dice Jung, cruzando el río de la vida, pero eso no impide que nos veamos dispuestas a retomar nuestros proyectos de cuando aquella foto, porque quién ha dicho que la vida no vuelve a empezar a los 50. 

Todas las cosas que tienen nuestras vidas de hoy, ya sea porque nos han tocado o porque consciente, o inconscientemente, las hemos elegido, nos han hecho ser quienes somos, es verdad. Pero no han borrado nuestro yo interior.

Ya sabes que ningún encuentro que se precie con una vieja amiga puede evitar que demos un vistazo a ese yo interno. Qué le vamos a ocultar a quien te conoce desde BUP. Reconectar con ese verdadero yo, volver la mirada adentro, te libera de la vorágine exterior. Pueden pasar muchas cosas y muchas vicisitudes, pero tu identidad permanece, y eso tiene un poder sanador.

Nos despedimos hasta la próxima, aunque no sabemos si volverán a pasar diez años hasta que nos volvamos a ver, aunque ahora seamos casi vecinas. Nosotras seguiremos haciendo frente a nuestras vidas, a lo mierder y a lo no tanto, y también disfrutaremos todo lo posible de lo que la vida nos ha regalado. Aunque cada una por su lado, seguimos siendo las dos niñas de la foto. 

Como dice Jung, «la vida misma no tiene reglas. Ese es su misterio y su ley desconocida». 

Suscríbete para seguir leyendo