Lo veo así

Nuevo lenguaje en el president

Pity Alarcón

Pity Alarcón

El pasado viernes se celebraba la apertura de la 50 Feria de Abril de Cataluña, y como estamos en plena campaña electoral, los políticos de uno y otro signo aprovecharon el momento para hacer acto de presencia en dicho acontecimiento. Y allí estuvo el presidente de la Generalitat, Pere Aragonés, que en su intervención en el acto quiso reivindicar la importancia de la herencia andaluza en Cataluña, afirmando que «sin la cultura andaluza no entenderíamos la Catalunya contemporánea, riqueza que tenemos que saber cuidar», hablando también de la «Catalunya diversa y plural» que se ha conseguido construir y poniendo la Feria de Abril, celebrada allí, como un ejemplo de cómo, de generación en generación, se trabaja «por la cultura y la fiesta».

Pues que bien, que un President de la Generalitat hable de esta manera nos hace pensar que algo se está avanzando en eso de poner de relieve un mínimo de respeto hacia esos trabajadores que en la década de los sesenta llegaban a Cataluña en busca de una vida mejor y que fueron logrando; en muchos casos a ‘dentelladas secas y calientes’, su integración y la de su familia, aportando sus características sociológicas y culturales específicas, que algunos políticos independentistas catalanes despreciaron desde el primer momento. Desprecio que no dudaron en manifestar en sus escritos llenos de aversión y desconocimiento hacia un pueblo al que a lo largo de su historia se le han colgado demasiadas etiquetas peyorativas. 

Y oyendo las palabras del actual president de la Generalitat, Pere Aragonés, de respeto hacia los andaluces que fueron allí a trabajar, y en muchos casos a ser explotados, es inevitable recordar algunos disparates que antecesores suyos han pronunciado sobre un pueblo trabajador que fue a desarrollar las labores que los catalanes de pedigrí no querían hacer.  

Durante la Expo 92 yo dirigía TVE en Andalucía, cuya sede está en Sevilla. Y el hacer ese centro un programa especial sobre la Feria de Abril, en Cataluña, posibilitó el que los organizadores de dicha feria me invitaran a conocerla y a hacerme entrega de un premio que reconocía ese programa. Y fui, y disfruté de un ambiente extraordinario, donde los andaluces de primera, de segunda, y de tercera generación, se mezclaban con los catalanes de varias generaciones y todos aquellos turistas que desconocían los motivos del jolgorio pero que disfrutaban de la alegría que estos festejos procuran.

Y aquella noche de entrega de premios, de celebración, nos permitió conocer personalmente a Jordi Pujol, presidente de la Generalitat entre 1980 y 2003. Porque estaba allí, como ahora Aragonés, porque era campaña electoral también, y tenía que cuidar ese electorado del que él había escrito: «El hombre andaluz no es un hombre coherente, es un hombre anárquico, es un hombre destruido, es generalmente un hombre poco hecho, un hombre que vive en un estado de ignorancia y de miseria cultural, mental y espiritual». Pero esa noche no decía esas cosas, sonreía y parecía el primer andaluz (ciertamente le faltaba algo de porte para bailar sevillanas) en plena celebración abrileña. Como Puigdemont, cuando asistía también al acontecimiento, o como Quim Torra, cuando en el 2019 redactaba un articulo laudatorio hacia el festejo en la revista oficial de la organización mientras trataba de ocultar aquello que escribió sobre un pueblo cuyo único pecado fue ir a trabajar: «El fascismo de los españoles que viven en Catalunya es patético, repulsivo y burdo». Ya ven, hablaba de fascismo un señor cuyo discurso es el mismo del movimiento político y social de carácter totalitario y ultranacionalista fundado en Italia por Benito Mussolini. 

Pero así son las cosas, así es que bienvenido el nuevo lenguaje de un President de la Generalitat de Catalunya: las campañas electorales les hace a todos mejores.