Limón&Vinagre

Un ingeniero electrónico contra los apagones

Díaz-Canel, en la Cumbre Iberoamericana, el pasado 25de marzo en Santo Domingo.

Díaz-Canel, en la Cumbre Iberoamericana, el pasado 25de marzo en Santo Domingo. / Federico Parra / AFP

Albert Soler

El compañero Miguel Díaz-Canel volverá a ser presidente de Cuba, sin que haya influido en su elección que, en España, hacer el canelo signifique hacer el primo, y que hacer el primo sea lo último que puede permitirse el dirigente de un país vecino de Estados Unidos. Sea como sea, dos mandatos es lo máximo que permite la Constitución cubana, y ahí está el camarada Miguel, dispuesto a apurar los plazos. Tampoco es que dos veces sean muchas, por lo menos desde el punto de vista de un catalán, como quien esto escribe. Aquí tuvimos a Jordi Pujol de presidente durante 23 años seguidos, aunque en su caso es disculpable, ya que trasladar dineros a Andorra es algo que demanda tiempo, en dos mandatos no tiene uno oportunidad de llevarse más que un par de bolsas repletas de billetes. Con esa miseria, uno no se asegura el futuro de la familia, y menos siendo esta numerosa y de gustos exquisitos.

Díaz-Canel es el primer mandatario del país caribeño nacido después de la revolución, lo que habla menos de la juventud del presidente, que tiene ya 63 años, que de lo lejos que queda en el tiempo la revuelta de los barbudos. Sus antecesores en el cargo fueron los hermanos Castro, Fidel, ya fallecido, y Raúl, que a sus casi 92 años vive retirado, pero menos: hace pocos días recibió junto a Díaz-Canel al ministro ruso de Exteriores, Serguéi Lavrov. Se conoce que Raúl Castro ejerce funciones de emérito, un cargo que en España entendemos perfectamente, qué nos van a contar los cubanos. La diferencia es que Raúl ejerce de emérito manteniendo buenas relaciones con el titular en lugar de segarle la hierba bajo los pies, y llevando a cabo funciones de Estado en lugar de participar en regatas atado a un barco, como se estila en la madre patria.

Díaz-Canel no viste de verde olivo como hasta hace poco parecía preceptivo en Cuba, sino que usa traje y corbata, por algo dicen que en La Habana hay muy buenos sastres. Lleva el abundante cabello blanco cuidadosamente peinado hacia atrás, al estilo galán latino. Todo ello le confiere aspecto de ejecutivo occidental más que de dirigente caribeño, incluso -anatema- de empresario cubano residente en Miami. Es ingeniero electrónico de profesión. En una isla donde los cortes de electricidad son continuos, donde son casi tradición, es normal que los jóvenes elijan estos estudios. Ya que no van a ganar dinero con ellos, por lo menos aprenderán a realizar algún apaño para mejorar la situación en casa, tal vez incluso en todo el barrio. «Resolver», le llaman a eso los cubanos, y son maestros en ello, mi socio. No creo que, una vez ungido presidente, haya tenido Díaz-Canel problemas de suministro eléctrico en casa, pero quién sabe, a lo mejor los conocimientos electrónicos le sirvieron en su juventud para arreglar el televisor a una vecina o para que la farola de la calle volviera a funcionar, ya tú sabes. 

Una ingeniería electrónica da para mucho, queda demostrado que hasta para llegar a presidente del país. Lo que es seguro es que da para mucho más que los estudios de «Ateísmo científico» que se impartían también en alguna universidad cubana, según le he leído a Leonardo Padura. La unión universitaria de ciencia y fe solo podía parirse en Cuba.

Además de los apagones, el no tan nuevo presidente deberá abordar problemas como el desabastecimiento y la inflación, asuntos que son todavía menos nuevos. Más bien son endémicos. Fruto de ellos, Cuba está viviendo un éxodo sin precedentes de ciudadanos hacia Miami donde -según otro de los personajes de Padura- hay menos problemas para comer y más espacio para quejarse. A un ingeniero electrónico se le puede pedir que solucione los apagones, pero mucho me temo que el resto de cuestiones escape a su negociado. Tal vez sea por eso que en esta ocasión acudió a votar el 75% del electorado, cuando en tiempos de Fidel no bajaba del 95%. Con un solo partido en liza, no tiene mucha importancia el número de votantes, pero supone un indicativo de la desconfianza que inspira el candidato. Los cubanos suelen decir que no les gusta la gente que «se tira el peo más alto que el culo».

Reza el refrán español que las penas, con pan, son menos. En Cuba, más hedonistas, consideran que las penas son menos si se acompañan de fiesta y ron, no digamos si se presentan además con jodedera, entonces quedan olvidadas. Será por eso que el turismo continúa siendo una fundamental fuente de ingresos para el país y que las empresas hoteleras españolas continúan su expansión en la isla. Empresas que tienen bien poco de socialistas, pero, a fin y al cabo, en Cuba tienen siempre presente la sabia y bien fundamentada máxima de que el ron regalado no da dolor de cabeza. Del carajo.

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