La Feliz Gobernación

Feijóo pone en espera la política del agua de López Miras

"El líder nacional tiene la coartada perfecta para evitar que se vote la iniciativa del PP murciano de revocar los recortes al trasvase, pues será necesario esperar a su Pacto Nacional del Agua para recomponer las normas de distribución"

Ilustración de Leonard Beard.

Ilustración de Leonard Beard.

Ángel Montiel

Ángel Montiel

En toda negociación es necesario ceder en algo». Con palabras tan juiciosas me explicaba hace años el entonces consejero de Agricultura y Agua de los Gobiernos de Valcárcel, Antonio Cerdá, que hubiera estampado su firma en el Memorandum que reducía los volúmenes trasvasables a la Región desde el Tajo. 

Pues bien, según prometió ayer en Murcia Alberto Núñez Feijóo iremos a una nueva negociación al respecto. Esta vez será con todos los presidentes de las Comunidades autónomas convocados a la Moncloa cuando él la habite, «y pondremos agua donde no la hay» en un (y van...) Pacto Nacional del Agua

Pues bien, según la lógica con la que el PP justificó los recortes del Memorandum, una nueva negociación significará nuevas cesiones. De modo que ni hablar de recuperar lo nuevamente recortado por el actual ministerio, tal y como vende el Gobierno regional que se hará mediante el Congreso de los Diputados con los votos del PP. 

Primero, en toda negociación se parte de la situación dada, y la mejor perspectiva en este caso sería la de permanecer como estamos, para lo cual sólo cederían los otros, es decir, Castilla-La Mancha; si hay que corresponder a ese gesto sería necesariamente con más cesiones. Y segundo, Feijóo tiene la coartada perfecta para no ordenar que se vote la iniciativa del PP murciano, pues será necesario esperar a ese Pacto Nacional del Agua para recomponer las normas de distribución. 

Es decir, el anuncio de Feijóo tan aplaudido ayer por la clase popular anula en la práctica la proposición parlamentaria de López Miras, pues ambas cosas son incompatibles. Lo son de manera funcional y también electoral. Las últimas encuestas anuncian que el Gobierno de Castilla-La Mancha podría retornar el 28M al PP, gran noticia para los populares de Génova, pero un evidente contratiempo para San Esteban, ya que es fácil pregonar agravios cuando la resistencia a los trasvases proviene de Gobiernos de distinto signo, pero especialmente incómodo cuando se comparten siglas. Es del todo imposible que Feijóo se moje en favor de Murcia tan sólo ante la expectativa de ganar Castilla-La Mancha, de ahí que se remita a un futurible abstracto que, por lo demás, nos devuelve un eco ya muy repetido.

Hay que tener un extraordinario grado de confianza en las promesas abstractas del PP, un partido que obtuvo una amplia mayoría absoluta tras el Gobierno de Zapatero que derogó el trasvase del Ebro y que, sin embargo, no movió un dedo para recuperar ese proyecto, tal y como había prometido. 

La propuesta de un Pacto Nacional del Agua es muy razonable, quién lo duda, pero se trata en este punto y hora de una salida retórica, pues no se apuran sus condiciones. «Que haya agua donde no la hay» es una desiderata inconcreta: ¿cuánta agua y para qué, y con qué tipo de infraestructuras: trasvases, desaladoras...?

Y atención a este enunciado del tuit de Feijóo en el que resumía su mitin de Murcia: Que el Pacto Nacional «cumpla los objetivos medioambientales». Esos objetivos son, no pueden ser otros, los que se refieren al cambio climático, que es el mismo punto de apoyo en el que el PSOE basa su política de ‘transición ecológica’ que contiene la reducción de los trasvases. Una política supranacional a la que Feijóo, si gobierna, también tendrá que atenerse, y a la que provisoriamente alude sin acudir a la jerga socialista, pero con los mismos efectos. Ya lo estamos viendo: un Gobierno nacional del PP despejaría las disputas territoriales instaurando como fuerza mayor las obligaciones del cambio climático, lo que significa disminución paulatina de los trasvases. «Poner el agua donde no la hay» se traduce también por establecer las condiciones para no necesitarla en volúmenes que las políticas a futuro harán inaccesibles. ¿Hay agua en Murcia? Depende del nivel de consumo que se establezca.  

No prever ese destino, tan visible ya en la etapa de Tejerina en el Gobierno de Rajoy e implícitamente insinuado en las palabras de Feijóo, supondrá que el Gobierno murciano se siga desempeñando en la melancolía y el victimismo. Sabemos de antemano que nada sustancial cambiará en esta cuestión con un Gobierno nacional del PP, a no ser que Trump vuelva a ganar en EE UU, tres cuartas partes de Europa caigan en manos de la ultraderecha, Vox se haga cargo del Gobierno de España y la Fundación Ingenio acapare las carteras del Ejecutivo regional. Todo es posible, pero improbable que todo ocurra a la vez.  

Precisamente es la posición radical de Vox en su cantera de votos del agua lo que impide a López Miras que reconduzca los objetivos y promueva un nuevo sistema productivo para la Región (la ‘transición productiva’) en que no se prodiguen choques entre tres ejes básicos de actividad: agricultura, turismo y medio ambiente, que bien ordenados deberían ser complementarios. Mientras haya un Gobierno socialista en España, este colapso pasará como consecuencia del enemigo exterior, pero si gobernara Feijóo las contradicciones quedarían mucho más a la vista.

Feijóo lanza balones por alto y sólo los lleva al pie allí donde no hay conflicto territorial y se limita a la confrontación con el PSOE, como en Doñana, tal vez sin percatarse de que su apoyo a Juanma Moreno en esta cuestión contradice la Ley del Mar Menor que defiende el PP en Murcia y que Vox pretende derogar. Arrimar regadíos a Doñana es contradictorio con alejarlos del Mar Menor. En la teoría general, Feijóo acaba dando la razón a la posición de Vox en Murcia. ¿Regadíos en el lindero de zonas naturales, sí o no? ¿Y por qué allí sí y aquí no? Quizá el dilema responda al arte gallego de estar en la escalera, ese no saber si se sube o se baja. 

Mientras tanto, Vox se enseñorea, pues su identidad consiste en no incurrir en ambigüedades. Ayer, Feijóo se solapó en Murcia con Espinosa de los Monteros. Si el acto del PP se justificaba en la presentación de las candidaturas municipales de la Región, el de Vox mostró que su partido apuesta fuerte por esta plaza al ceder su nombre para cerrar simbólicamente la candidatura a la alcaldía de la capital. No se andaron con matices: todo lo que proclaman es pura ideología, programa máximo, a sabiendas de que es lo que tiene pegada para los votantes de derechas desconcertados del PP, así que pueden permitirse el lujo de no abundar en cuestiones menesterosas de gestión ni siquiera cuando se acercan a la política municipal, que exige proyectos funcionales, no necesariamente identificables siempre con marcos esquemáticos.

El programa de Vox, atendiendo a sus voceros de ayer, se resume en un contraprograma: no a lo que dicen o hacen los demás. Y aunque una parte de la retórica se emplee en depreciar a la izquierda a fin de afianzar la posición de partida, el trazo grueso se dirige al PP, pues ya está dicho que las elecciones municipales y autonómicas, al menos en esta Región, constituyen un pulso entre el PP y Vox con la izquierda al fondo, lo cual es especialmente visible en el municipio de Murcia. 

En el anterior mandato, Vox se instaló por la marca, sin la existencia de una mínima organización. Pero en esta ocasión añaden la voluntad de crear partido. Y esto lo están haciendo a costa del PP, de la experiencia en organización y estrategia de antiguos cuadros ligados a la etapa de Miguel Ángel Cámara. No son solo los exconcejales Cristóbal Herrero y Pepe Ros quienes hacen de introductores de embajadores; hay también algunos otros nombres sonoros que están todavía ocultos, y se anuncia que a veinte días de las elecciones amanecerá en Vox un centenar largo de expedáneos y militantes señalados del PP, algunos de los cuales aún constan como tales.

La operación se está desarrollando con relativo sigilo. Las reuniones se hacen en locales a la entrada de los cuales se depositan los teléfonos móviles en una olla, dicen, incluidos los de los ponentes, y se crean estructuras de apoyo a los representantes del partido en la zona, algunos de los cuales no se conocían entre sí hasta ahora. En las anteriores elecciones, el resultado fue muy desigual entre los aportes del casco urbano y las pedanías; el propósito de Vox en este envite es igualar con el centro de la ciudad los votos provenientes de las pedanías. El candidato, Luis Gestoso, apatrulla la ciudad con la seguridad de que un equipo de lazarillos le ha preparado previamente las claves que definen a la zona correspondiente. 

El análisis de los expeperos entregados a la campaña de Vox considera que la lista de José Ballesta hace aguas a partir del número nueve, lo que les permitiría a ellos afianzar un buen respaldo en pedanías importantes que no están, según creen, convenientemente representadas en el tiket del PP.  

Dado que estas elecciones se dirimen en el espacio de la derecha, la mejor estrategia para el PP consistiría en tratar de no evidenciar demasiado sus contradicciones, como las que se pusieron ayer de manifiesto en el mitin de Feijóo (por fin habló del agua, sí, pero mira bien lo que dijo), pues Vox está al asalto e intenta comérselo renovando sus propios argumentos. Y con sus exmilitantes y estructuras. 

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