La espiral de la libreta

El que venga detrás, que arree

Ahora cuando la sequía descubre las orejas del lobo, la agonía de las marismas del Guadalquivir se impone en el centro de la batalla política

Olga Merino

El lenguaje oral, de mirada tan descarnada, conserva un refrán que dice: «El que venga detrás, que arree». En otro tiempo, el dicho indicaba que se había trabajado bastante y, si alguien venía de nuevas, debía remangarse y arrimar el lomo. Sin embargo, los años, el uso y la picaresca han desvirtuado el significado de la paremia, que hoy se emplea como sinónimo de hacer la vista gorda o escurrir el bulto: ya se comerá el marrón el siguiente. Pues bien, esta es la filosofía que ha venido imperando en Doñana en las últimas dos décadas. Y ahora, cuando la sequía descubre las orejas del lobo, la agonía de las marismas del Guadalquivir se impone en el centro de la batalla política, después de que la Junta de Andalucía haya prometido legalizar alrededor de un millar de hectáreas de regadíos piratas.

Las campañas de Feijóo y Sánchez coinciden en Huelva. El primero, con el fin de arrebatar el feudo al PSOE, se pone del lado de los agricultores de la fresa, el arándano y la frambuesa, cultivos sedientos e insostenibles que no darán de comer a las siguientes generaciones: pan para hoy, hambre para mañana. El segundo visita Doñana envuelto en la bandera de la transición ecológica, en la necesidad imperiosa de salvar el pulmón del parque natural, aun cuando a los anteriores gestores socialistas les importó un pimiento la sobreexplotación del acuífero. Lo de siempre: el cortoplacismo, el partidismo miope.

«Piel de elefante»

De la misma forma, resultan descorazonadoras las fotos del pantano de Sau, con el lecho seco, cuarteado como la piel de un elefante. En Lleida, los campos de cereales se están agostando. La sed de los cultivos encarecerá aún más el precio de los alimentos. Entre el 1 y el 17 de abril no ha caído una sola gota de agua en más de la mitad de España, como consecuencia de una sequía excepcional en la que Catalunya y Andalucía se están llevando la peor parte. Urge una verdadera estrategia de Estado sobre el agua, más allá del terruño, de la guerra del todos contra todos. Federalismo contra la sequía, sugería hace un par de días el ensayista Jordi Amat.

Mientras, riego las plantas del balcón gota a gota, con recelo, pensando en el poeta José Manuel Caballero Bonald, tan enamorado de Doñana que la convirtió en un paraíso literario, bautizándolo con un nombre de resonancias mitológicas: Argónida. En su novela Ágata, ojo de gato, el hombre es incapaz de domesticar las marismas, ese territorio pantanoso, traicionero, brutal e inhóspito. En la ficción, ay, es la naturaleza quien gana la batalla.

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