El blog del funcionario

Valcárcel, Cámara, PAS: Aquellos maravillosos años

Ramón Luis Valcárcel (i.), acompañado de su hermano, el abogado Carlos Valcárcel, a su llegada a la Ciudad de la Justicia.

Ramón Luis Valcárcel (i.), acompañado de su hermano, el abogado Carlos Valcárcel, a su llegada a la Ciudad de la Justicia. / TVE

Miguel H. Valverde

Miguel H. Valverde

El dinero entraba a espuertas tanto en San Esteban como en La Glorieta. Eran años donde los populares llegaron a humillar a los socialistas en las urnas: hasta 33, igual que la edad de Cristo antes de morir, diputados sobre 45 llegó a tener el otrora ‘emperador’ Ramón Luís I de Murcia y V de España, en la Asamblea Regional. Todo lo que tocaban se convertía en oro, no se comportaban como capataces de sus cortijos, sino que hubo un momento en el que se creyeron que el puto cortijo era suyo de verdad.

Qué años aquellos, cuando el exalcalde no necesitaba sacar dinero de los cajeros automáticos a pesar de la crisis que vivíamos, al mismo tiempo que aumentaba su patrimonio, pero de eso no se puede hablar, porque ha prescrito. Manda huevos que diría otro de la banda, el cartagenero y líder michironero en su Cabo de Palos Federico Trillo antes de caer en desgracia con su nefasta y macabra gestión del Yak 42. Él fue el primero en caer, eran años en los que incluso sacaba tiempo el exregidor municipal para publicar investigaciones que con el tiempo darían lugar a que la universidad se bajara los pantalones hasta los tobillos para recibirlo con flores y fuegos artificiales en su recién lograda cátedra, para que luego digan que la universidad no puede caer más bajo. Es el único que aún tiene capacidad para mecer la cuna, y es que hay jefes del Ayuntamiento que aún guardan en su cajón su foto con él.

Eran años en los que pedíamos trasvases y AGUA PARA TODOS al mismo tiempo que construíamos desaladoras que nos han costado sangre, sudor y millones pagarlas, en los que no íbamos a ser menos que Fabra en Castellón y construimos un aeropuerto a cinco minutos del de San Javier, y que cumplía con nota alta nuestras posibilidades aéreas. La avaricia les pudo.

Aún recuerdo aquella frase lapidaria de una exconsejera cuando me dijo: «Miguel, nos entra el dinero hasta por las ventanas», al mismo tiempo que hablaba con un alcalde para ofrecerle las ofertas del mes: «¿Quieres una piscina o un campo de fútbol con césped artificial?» le preguntaba.

«Quiero piscina cubierta y campo de fútbol», le dijo el alcalde.

«Sin problema», le replicó la exconsejera. «Es de los nuestros, Miguel», me suelta mientras nos preparaba su secretaria el café.

Eran años en los que algunos disfrutaban de la vida mientras otros tocaban la flauta dulce. Ahí estaban, los Berberena montados en yates, Sánchez Carrillo, que era algo así como el Lobo en la gran película Pulp Fiction de Tarantino, Marqués, al que le sobraba tanto dinero que lo guardaba en el trastero, y tantos otros que sin duda recordaran aquellos tiempos de vinos y rosas con añoranza.

Pero ahora el cuento de Caperucita ha cambiado, y la niña de capa roja no se cree que la desaladora fuera hecha pensando en el bien común, que los auditorios que yacen moribundos no eran en pro de la cultura, que el aeropuerto no solo sigue perdiendo viajeros, sino que San Javier es un lujo que no nos podemos permitir, y el cazador (la justicia) no se ha conformado con que el lobo huya con el rabo entre las piernas, sino que, después de pensárselo muy mucho, ha decidido ponerlo en medio del Ágora y que sea lo que Dios quiera, eso sí, con permiso del fiscal y de la acusación particular.

Ahora, muchos de aquellos que tenían firmado contratos temporales de bufones y soplagaitas han aceptado un nuevo contrato con la extrema derecha, de momento están en periodo de prácticas, con la idea de volver a ser lo que fueron, y en su currículum pusieron: Se ofrece pedáneo, servil, de aplauso fácil y con posibilidad de llevar palmeros y limpia chaquetas para agasajar al líder, y dispuestos, como dice el periodista Ángel Montiel, para contribuir a «apatrullar» la ciudad y las pedanías.

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