Salud y rock and roll

Murcia en primavera

Ver una procesión en Murcia al margen de la devoción, los pasos y el respeto, es compartir, cuando los estantes dejan el paso y se dan la vuelta para repartir monas con huevo o un puñado de caramelos y los críos con bolsas sentados en primera fila para llenarlas con todo lo que los nazarenos les reparten

Belen Unzurrunzaga

Belen Unzurrunzaga

Y al tercer día resucitó. Hoy acaba la Semana Santa, no sé muy bien sí voy a echar de menos el sonido de tambores y la música religiosa de las bandas que acompañan a los pasos. El olor a incienso, escuchar arrastrar las sillas para recogerlas cada noche tras la procesión, o el anuncio mañanero de la procesión, que recorre las calles de la ciudad. Vivir en el centro tiene estas cosas. Lo que no tengo tan claro que eche de menos es que la ciudad se paralice. Salir de casa cada día ha sido una aventura, gps en mano para saber los recorridos y por dónde poder esquivar la procesión. Agotador. Si lo de leer mapas no se te da muy bien y aunque has vivido muchos años en la ciudad, pareces de Wisconsin a veces... Por no hablar de lo maleducada que es alguna gente, cuando amablemente les indicas que te abran hueco porque quieres pasar a tu casa, y te miran casi perdonándome la vida y con desconfianza, pensando que les vas a quitar su sitio, ese que llevan custodiando horas infinitas.

La vida en las ciudades de provincia dice stop y todo gira en torno a las procesiones. Las agendas de nuestra clase política se reducen a salir en procesión, ¿somos un país aconfesional o lo he soñado? No hay final de una procesión sin concejal, o representante del gobierno regional que se precie y si estamos a las puertas de unas elecciones, ¡para qué queremos más!, hay que dejarse ver. Lo cierto es que Murcia en primavera es una preciosidad, el olor a azahar que impregna las calles, el ambiente, los colores al atardecer. Los nazarenos por las calles con su pañuelo en la cabeza, el capuz en la mano y la barriga llena de caramelos dirigiéndose hacia su iglesia para salir en procesión, son algunas de las imágenes que nos dejan estos días. Ver una procesión en Murcia al margen de la devoción, los pasos y el respeto, es compartir: cuando los estantes dejan el paso y se dan la vuelta para repartir monas con huevo o un puñado de caramelos. Los críos con bolsas sentados en primera fila para llenarlas con todo lo que los nazarenos les reparten. Y una imagen que hemos podido ver por primera vez este año, es a varias mujeres portando pasos. Imagen que espero ver cada año y que sean más, mi admiración y respeto hacia ellas por abrir camino en las procesiones a las mujeres más allá de ser manolas o nazarenas. Bravo por ellas y las que vendrán.

No puedo olvidar a mi querida Lorca y cómo cada año acudo a ver la procesión para acompañar a mis azules y a la virgen de Los Dolores, junto a mi querido compañero de columna de domingo y María Giménez, disfrutamos del viernes santo junto a la iglesia de San Francisco, la nuestra, la de los azules. Las procesiones de Lorca son algo distinto, no se parecen a nada que hayan visto nunca. No les pido que lo entiendan, hay que vivirlo para entenderlo y aún así, mucha gente no lo entiende. Para mí es tradición familiar, mantener algo que durante años viví al lado de mi madre, de mi hermano, de mi familia. Un sentimiento azul. Perdí la fé hace tiempo, pero durante unas horas cada año la recupero. No saben lo bien que viene gritar a todo pulmón mientras pasan los etíopes sin montura o ver a lo lejos el incienso y ver procesionar el cristo yacente, la piel de gallina, emociona.

Y tras la semana de pasión, llegan las fiestas de primavera, los refajos y zaragüelles están planchados, los mantones y chalecos preparados para engancharse, ya huele a morcilla de pellizco y zarangollo. De estos días me quedo con la mañana del día del bando y salir a comer a una barraca con amigos durante la semana de las fiestas. Lo de la sardina y el mundo que le rodea no va conmigo, no me lo tengan en cuenta, y espero que me sigan dando el carné de marciana, llevo media vida en esta tierra, que no es la mejor del mundo por más que se empeñen en repetirlo, aunque podría serlo.

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