Gárgolas
Dios, Job y Ana Obregón
José María Fonalleras
Uno de los dichos más falsos de la historia es el que nos habla de la paciencia de Job. No es cierto. Job no tuvo paciencia. O, mejor dicho, Job, uno de los textos más bellos de la Biblia, un libro poderoso, literariamente extraordinario y asombroso, no nos habla de las desgracias que Job sufre, referidas apenas en los dos primeros capítulos, sino que está fundamentado en diálogos y poemas que, sobre todo, nos abocan a la presencia del Mal, al silencio de Dios, a la forma que tenemos los humanos de afrontar las desgracias.
He retornado a él estos días. Un breve resumen. El Acusador (Satanás) reta a Dios a comprobar la fidelidad y la fe de Job, porque «lo has rodeado de un cercado para protegerlo, a él, a su familia y todos sus bienes» y, sin este «contrato» (si yo me porto bien, Tú me protegerás), se desatará su ira y renegará del Altísimo.
Para demostrar que el diablo se equivoca, Dios le permite que se ensañe sobre sus siete hijos, las tres hijas, siete mil ovejas, tres mil camellos, quinientas parejas de bueyes y quinientas burras. Todo desaparece. Y después, añade una «úlcera maligna que le afectó de pies a cabeza». Tres amigos le compadecen y Job se encara a un Dios todavía ausente. Le recuerdan el «sistema retributivo» del plan divino. «Dios devolvía el bien por el bien y el mal por el mal; según el contrato establecido, el mal se apartaba de él». Esta es una cita de un libro portentoso de la teóloga protestante Marion Muller-Colard, que utiliza la experiencia de Job para reflexionar sobre la queja, la amenaza y la gracia (Fragmenta Editorial), sobre aquel «contrato» que se rompe, sobre el vallado que se desmenuza y sobre la posibilidad final de entender la figura de Dios no como un proveedor que otorga bienes en función de la bondad, sino como un Todo-Opuesto-al-Caos en un universo donde no hay justicias o injusticias divinas, sino «plegarias que no mercadean con nada».
Cuento todo esto, estas relecturas, a raíz de un hecho que ha generado una gran polémica: el nacimiento por gestación subrogada de una niña que ha ahijado una conocida actriz y presentadora. No me detengo en el debate ético (aunque me parece un gesto abominable), sino en sus declaraciones: «Me cansé de negociar con Dios durante la enfermedad de mi hijo. ¿Fue culpa mía, su muerte?». El otro Dios, el libro impresionante de Muller-Colard, es una respuesta plausible, cuerda, pasional y luminosa a la pregunta definitiva.
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