Luces de la ciudad

Vía Crucis

Ernesto Pérez Cortijos

Estaba en la terraza de un bar tomando una caña, para variar, en compañía de un buen amigo, cuando se nos acercó un conocido de este: Demetrio, distinguido delantero centro del Lorca Deportiva entre los años 60 y 70. Se sentó con nosotros y tras una breve y agradable charla, antes de marcharse, nos recitó un peculiar y divertido vía crucis, cuya autoría atribuye el propio Demetrio a Juan Chuecos Re, conocido como «Juan el Pelos».

En él se menciona a personas ya fallecidas, como el propio autor y locales desaparecidos que solo recordarán los lorquinos de cierta edad. Aún así, o precisamente por ello, hoy me hago eco en esta columna de este «tortuoso y sacrificado» camino al Calvario.

«Voy a contar una historia de un hombre nacido en el campo y que salió de su casa un jueves y regresó el Viernes Santo. / Era el hombre aficionado a eso de rezar los pasos y le servía de excusa en casa para tomarse algunos vasos. / Cuando llegó a San Francisco iba ya medio chispado porque no había taberna donde no hubiera parado. / En dirección al Calvario, ahí empezó su pasión, pensando más en el vino que en los rezos del guión. / Como le servía de paso se metió en el Toky Alai y se bebió un vaso de vino de los más grandes que hay. / Al llegar a la Ramblilla no se pudo contener y le dijo al hombre del kiosco si tenía algo que beber. / José, que estaba almorzando, le dijo bebe en la bota, y qué trago le pegaría que no dejó ni una gota. / En la puerta del Baena iba ya que no veía y cuando vio tanta botella en aquella estantería se creía que era un bar en vez de una barbería. / Y antes de llegar al Carmen lo vieron todos los presentes como cruzaba la calle y sin pensarlo se metía en el Rincón de los Valientes. / El Ángel cuando lo miró con la cara descompuesta le arreó otro vaso de vino y lo acompañó a la puerta. / Como Dios lo encaminó tomó la calle para arriba y en la puerta de la ermita de la segunda caída vio a «Joaquín el talitantos», lo metieron en su casa y allí se tomó otros cuantos. / Cuando subía la cuesta tenía el presentimiento que iba a tener ocasiones de tomarse allí otro tiento. / Salió el Alonso y su suegro que viven en la explanada, como lo vieron sediento, le dieron un vaso de vino y un pedazo de empanada. / Cuando ya estaba en la cumbre empezó a sentirse mal, tenía falta y urgencia de tomarse un corrental. / Vale, me has abandonado, dijo al fallarle las piernas, ¿por qué en vez de tres ermitas esto no son tres tabernas? / Lo cogieron entre cuatro y se lo llevaron ligero a la casa donde vive la hija del guitarrero. / Le dieron un vaso vino a ver si se espabilaba y en menos de un santiamén estas palabras hablaba: / si Cristo murió en la cruz siendo el redentor divino, yo moriré en el bar de la luz bebiendo vasos de vino. / Y como este señor no murió después de haber bebido tanto, esta historia la repite cada año en Viernes Santo».

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