Estaba en la terraza de un bar tomando una caña, para variar, en compañía de un buen amigo, cuando se nos acercó un conocido de este: Demetrio, distinguido delantero centro del Lorca Deportiva entre los años 60 y 70. Se sentó con nosotros y tras una breve y agradable charla, antes de marcharse, nos recitó un peculiar y divertido vía crucis, cuya autoría atribuye el propio Demetrio a Juan Chuecos Re, conocido como «Juan el Pelos».
En él se menciona a personas ya fallecidas, como el propio autor y locales desaparecidos que solo recordarán los lorquinos de cierta edad. Aún así, o precisamente por ello, hoy me hago eco en esta columna de este «tortuoso y sacrificado» camino al Calvario.
«Voy a contar una historia de un hombre nacido en el campo y que salió de su casa un jueves y regresó el Viernes Santo. / Era el hombre aficionado a eso de rezar los pasos y le servía de excusa en casa para tomarse algunos vasos. / Cuando llegó a San Francisco iba ya medio chispado porque no había taberna donde no hubiera parado. / En dirección al Calvario, ahí empezó su pasión, pensando más en el vino que en los rezos del guión. / Como le servía de paso se metió en el Toky Alai y se bebió un vaso de vino de los más grandes que hay. / Al llegar a la Ramblilla no se pudo contener y le dijo al hombre del kiosco si tenía algo que beber. / José, que estaba almorzando, le dijo bebe en la bota, y qué trago le pegaría que no dejó ni una gota. / En la puerta del Baena iba ya que no veía y cuando vio tanta botella en aquella estantería se creía que era un bar en vez de una barbería. / Y antes de llegar al Carmen lo vieron todos los presentes como cruzaba la calle y sin pensarlo se metía en el Rincón de los Valientes. / El Ángel cuando lo miró con la cara descompuesta le arreó otro vaso de vino y lo acompañó a la puerta. / Como Dios lo encaminó tomó la calle para arriba y en la puerta de la ermita de la segunda caída vio a «Joaquín el talitantos», lo metieron en su casa y allí se tomó otros cuantos. / Cuando subía la cuesta tenía el presentimiento que iba a tener ocasiones de tomarse allí otro tiento. / Salió el Alonso y su suegro que viven en la explanada, como lo vieron sediento, le dieron un vaso de vino y un pedazo de empanada. / Cuando ya estaba en la cumbre empezó a sentirse mal, tenía falta y urgencia de tomarse un corrental. / Vale, me has abandonado, dijo al fallarle las piernas, ¿por qué en vez de tres ermitas esto no son tres tabernas? / Lo cogieron entre cuatro y se lo llevaron ligero a la casa donde vive la hija del guitarrero. / Le dieron un vaso vino a ver si se espabilaba y en menos de un santiamén estas palabras hablaba: / si Cristo murió en la cruz siendo el redentor divino, yo moriré en el bar de la luz bebiendo vasos de vino. / Y como este señor no murió después de haber bebido tanto, esta historia la repite cada año en Viernes Santo».