LIMÓN&vinagre

Todo bajo control

Clara Ponsatí

Josep Cuní

Ni fue sin querer, ni fue caprichoso el azar. Los versos de Serrat no servirían para ilustrar el relato de la semana. Tampoco es cierto que los protagonistas no se buscaran ni pasaran por donde no querían pasar. Todo fue premeditado y nada dependía de la casualidad. Los diseñadores de la hazaña demostraron saber que la mejor improvisación es la que está debidamente preparada. La única salvedad quedaría reflejada en dos frases de la canción. La que el cantautor, compartiendo éxito con Noa, entona el fin de la espera y la que augura que la tarde anunciaba chaparrón.

Clara Ponsatí i Obiols (Barcelona, 19 de marzo de 1957) ha vuelto a casa. Y lo ha hecho con premeditación y a plena luz del día, provocando al juez Llarena, buscando el impacto mediático con un seguimiento cercano al reality televisivo y persiguiendo titulares que en las redes derivaron en insultos entre contrincantes independentistas. Lo habitual.

Más distancia, si cabe, entre quienes en el mientras tanto defienden pactos, acuerdan indultos y cambian el Código Penal para facilitar el retorno de los que han visto reducir sus cargos y quienes, desde la lejanía o el confortable sofá, insisten en el reto plantando cara a una situación nueva que, cuando les beneficia, tampoco rehúsan.

Clara  Ponsatí

Clara Ponsatí

El fastidio de presentarse ante el juez queda así compensado por la puesta inmediata en libertad, a la espera de vista que acabará con pena mínima de inhabilitación. Esta sentencia también está escrita. La condición indispensable es cumplir con la justicia. Y este es el punto de discrepancia de la desafiante economista Ponsatí, especializada en la teoría de juegos.

Quienes conocen y siguen a la eurodiputada saben de su carácter contundente. Rostro sereno, voz inalterable y discurso radical. A veces contradictorio. Lo demuestra en sus declaraciones públicas, lo expone en sus tuits y lo desarrolla en su libro Molts i ningú. Embastat de memòries i algunes històries (Ed. La Campana) donde no rehúye el riesgo de muertos sin el cual no se conseguirá nunca nada. En contraste, reconocer que el 1-O iban de farol.

Pero sus movimientos también están bajo control. Con la identificación de europarlamentaria colgada al cuello, insistiendo en su inmunidad a la espera de veredicto europeo y su reproche a la presidenta de la Eurocámara al día siguiente por no salir en su defensa, la Clara a la que coreaban familiarmente algunos falsos espontáneos, que tampoco la alejaron de la detención durante su estudiado paseo por la ciudad, conoce el terreno y sabe sus límites.

Pisar las calles nuevamente con su abogado protector al lado no es habitual si no se tiene plena conciencia también del momento electoral y el aire que puede dar a la formación que la ampara, aunque ni siquiera sea militante.

Y todo esto la víspera del inicio del juicio a Meritxell Serret, con quien se cruzó reproches y dos días antes de la condena con derecho a indulto a Laura Borràs, siempre presente donde amenace tormenta.

Que Clara Ponsatí no se amedrenta fácilmente es una obviedad. Ha dado muestras de ello en su carrera académica y política, equilibrando con destreza el paso por la frágil maroma que va del desafío institucional a la seguridad jurídica.

Sabe que cuando el atrevimiento está controlado no hay gesto sin explicación. Ahora lo llaman confrontación inteligente.

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