Las fuerzas del mal

A ver si

Enrique Olcina

Enrique Olcina

Ahora mismo, mientras ustedes leen esto, se está desarrollando un acto de presentación de la candidatura de Yolanda Díaz bajo el nombre de Sumar. Como les escribo esto desde el viernes y hay una reunión del Consejo Estatal Ciudadano de Podemos el sábado, hay espacio para el error pero es más que posible que Yolanda Díaz esté en este momento en el estrado sin el endoso del partido morado, pero con el apoyo de parte de sus cuadros, que ve en esta operación de Sumar, más que aritmética, la única posibilidad real de repetir un gobierno de coalición que, en líneas generales, atendiendo a los principales parámetros, ha sido beneficioso para todos los ciudadanos.

Eso se puede ir al traste.

Uno de los principales reproches que se hace a los partidos españoles es su incapacidad para pactar con quienes se disputan el poder, y es cierto. La verdadera política exige fijarse en la minucia y establecer qué fines son prioritarios y cuáles son secundarios. Lo malo de los principales partidos es que luchan por el poder de manera denodada y a veces artera. Llegar a un pacto para la renovación del CGPJ y que reviente porque una de las partes se ha asegurado, por la puerta de atrás, el control de la sala segunda del Tribunal Supremo, fundamental para juzgar sus causas de corrupción pendientes, y que eso se sepa, no deja mucho espacio para la confianza. Admitir las medidas de la oposición y ponerlas en votación junto con otra medida que sabes que la oposición no puede votar es un ardid que te permite cobrar las mejores ideas y al mismo tiempo negar una imagen de consenso y centralidad, que convendría no solo a ese partido sino a la política española. En el primer caso el PP y en el segundo el PSOE son reos de dichas faltas.

El caso es que los partidos políticos, todos ellos, votan haciendo extraños compañeros de cama, parafraseando la frase de Fraga que viene de la tradición política británica. El anatema de no votar con Bildu o se es reo de traición al Estado no se repite, por parte del PP, en el Parlamento Vasco, por ejemplo. O el PSOE pacta con una derecha que es cierto que es nacionalista, el PNV, pero que además muestra en sus postulados una capacidad de entendimiento que nos hace añorar ese espíritu en el PP.

Por eso me resulta curioso el encono con el que el Círculo Estatal de Ciudadanos de Podemos, que tiene nombre encubierto de komintern, plantea una resistencia al anhelo legítimo de la izquierda española de ir junta bajo un mismo proyecto, porque Podemos nació, precisamente, para evitar esas dinámicas de partitocracia. La resistencia evoca la soledad de quien se niega a abandonar la crisálida del poder para que se convierta en otra cosa mejor. Quizás cambiando el nombre del proyecto pudieran darse cuenta en el Círculo Estatal de lo trascendente de la cita y del hartazgo que provoca su negativa.

Lo de Yolanda debería llamarse A Ver Si Unidas Podemos Sumar Más En Común Esta Vez, Por Favor Te Lo Pido. No cabría en un cartel, pero a ver si así se dieran por aludidos.

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