El retrovisor

Domingo de Ramos: quien no estrena no tiene manos

Pedro Flores, el deán Juan de Dios Balibrea y Manuel Augusto García Viñolas presenciando la procesión de Viernes Santo en Murcia en los inicios de los sesenta.

Pedro Flores, el deán Juan de Dios Balibrea y Manuel Augusto García Viñolas presenciando la procesión de Viernes Santo en Murcia en los inicios de los sesenta. / TLM

Miguel López Guzmán

Y sin apenas darnos cuenta hemos entrado en una nueva Semana Santa. El tiempo vuela raudo, evocar el Domingo de Ramos siempre nos mueve a la nostalgia de los lejanos días de la infancia. De cuando se hacía realidad aquello de «Quién no estrena en Domingo de Ramos, no tiene manos». Sin querer, la memoria viaja a la edad temprana y nos parece ver a nuestras madres trazando la raya con ahínco en nuestro pelo, la flamante y primaveral prenda que nos vistió en otros Domingos de palmas y ramas de olivo. Días inolvidables de otros primaverales abriles con la familia en pleno, cada uno con las artísticas palmas que vestirían durante todo un año miradores y balcones, acompañando a Jesús en su entrada triunfal en Jerusalén. Todo pasa y algo queda: la procesión, la foto en la plaza de Belluga o la Glorieta, el chocolate con churros, el aperitivo de aquellos domingos tan especiales que siguen, pese al tiempo transcurrido, llenos de vida en nuestra memoria.

De abril se dicen lindezas sin cuento; siempre parece bueno, porque en él la primavera se viste de flores, y porque sus lluvias no inquietan a nadie (excepto a los nazarenos), y sirven para fertilizar los campos. Abril se viste de claveles y mantillas entre aromas de incienso y cera. En este mes, cuando el azahar ya pinta en naranjos y limoneros, las mozas cumplen un abril más y las maduras un abril menos. No se nos olvide decir que los capullos de las flores rompen su cáscara en alborozado afán de contemplación, y la vida verde se hace a la luz celestial.

Murcia se abre a la primavera, mientras los nazarenos se esmeran planchando túnicas y sacando brillo a sus cetros. Las enaguas nazarenas se almidonan y los ilustres toman asiento en sus sillas de primera fila, para ver pasar los tronos con toda su grandeza barroca. Y la vida y la procesión nos muestran notables ausencias, que vuelven con luz propia a ocupar su puesto en el cortejo. Nazarenos de siempre que abandonaron este mundo son sustituidos por otros en un relevo obligado que la existencia depara, en una ciudad en penitencia que acompaña a Jesús en su Pasión, Muerte y Resurrección.

La plaza de Belluga, lugar privilegiado para ver los desfiles, vuelve a acoger a los más ilustres de ayer y de hoy. Ocurrió cuando el Santuario de la Fuensanta se encontraba en plena rehabilitación, allá en los inicios de los sesenta, y el pintor Pedro Flores pintaba luminosas escenas murcianas en su cúpula. En la imagen le vemos junto a su esposa, entre el deán Juan de Dios Balibrea, el entonces director de NO-DO, Manuel Augusto García Viñolas y canónigos y beneficiados de la Catedral, presenciando la procesión de Nuestro Padre Jesús Nazareno.

Así es abril en Murcia, un mes lleno de compromisos, entre ellos con la Literatura. Un mes que el almanaque presta a la Poesía, y por qué no, también al periodismo, sobre todo cuando La Opinión, el diario que usted tiene en sus manos, querido lector, cumple sus primeros treinta y cinco abriles, algo nada desdeñable en estos agitados tiempos. Un diario vivo que nos narra las noticias y los aconteceres de una región que no cesa de cambiar su piel. ¡Enhorabuena!

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