Limón&Vinagre

Gerard Piqué: un especialista contra el tedio

Gerard  Piqué

Gerard Piqué

Josep María Fonalleras

Ciertamente debe de ser difícil ser Gerard Piqué. Lo digo por la gran cantidad de episodios que protagoniza y por la repercusión de cada una de sus historias, personales y empresariales. No hablamos solo del estigma de la fama, sino de una capacidad inusual de ser protagonista de mil y una aventuras. Ya sé que esto ocurre con mucha gente (del mundo del espectáculo, del universo deportivo, del planeta mediático), pero el caso de Piqué responde a una suerte de pulsión irrefrenable, a una fijación para ir hacia adelante a una velocidad desmedida, como si el objetivo no fuera más (el hipotético plan concebido que tiene en la cabeza) que correr y avanzar, sin tener justamente un objetivo. Más bien una acumulación de emociones. Esto es lo que decía cuando su empresa Kosmos firmó el contrato millonario para hacerse cargo de la organización de la Copa Davis: «Los millennials piden más emoción y nosotros queremos equilibrio, hay que modernizar y conservar la identidad».

Me detengo en la emoción, que es, finalmente, el carburante del motor del vehículo. Es cierto, no nos engañemos, que el equilibrio que entonces mencionaba para justificar la llegada de un proyecto revolucionario a una competición antigua (la Davis) era en buena parte una estrategia económica, pero también es necesario tener presente el factor de la impetuosidad. Tienes la sensación de que la vida de Piqué se mueve entre estos parámetros: la emoción de hacer cosas nuevas y el equilibrio del empresario que quiere ser millonario en el intento.

David Livingstone, el conocido explorador británico, decía que podía ir a cualquier sitio, siempre que fuera hacia adelante. También lo decían así, pero al revés, los personajes de Jacques y de su amo en la obra de Diderot: «Vamos adelante. –¿Y dónde está, ese adelante? –Adelante es cualquier sitio». Aquella aventura de la Copa Davis ha terminado este año porque no era rentable y porque la empresa de Piqué no veía un futuro, pero la cuestión básica es no aburrirse. Y enseguida se inventa otra cosa, este monstruo fenomenal que se llama Kings League y que, en el estallido del paroxismo enfermizo de las emociones inmediatas (streamers, influencers, tiktokers...), consigue meter a 92.522 personas en el Camp Nou, con una taquilla de más de 2,5 millones de euros y con más de dos millones de espectadores en las redes.

Apetito incesante

No creo que Piqué sea lector de Edmée de La Rochefoucauld, una aristócrata francesa feminista de primeros del siglo XX, que escribió un tratado sobre el aburrimiento. «El tedio ha sido y es el origen de todo: del arte, de las ciencias, de las guerras; es la causa de la evolución, de los cambios de las civilizaciones, de las modas sucesivas». No estoy seguro de que Piqué se aburra. O quizás sí, quizás hace caso a la marquesa y lo que pretende, con tanta actividad, es justamente huir por la vía del apetito incesante para ir avanzando, esté donde esté ese adelante. El aburrimiento, decía Pascal, «es muy cercano a la desesperación», y el exfutbolista y ahora creador de inventos estrafalarios parece como si hubiera aterrizado en este planeta con la idea de divertirse, pase lo que pase.

Esta podría ser una lectura de su existencia en los últimos meses, en el último año. Podemos contar, claro, una separación con turbulencias, canciones sarcásticas y flechas envenenadas, un nuevo enamoramiento apasionado, la tristeza de abandonar el amor de toda la vida (no hablo de Shakira, por supuesto, sino del Barça: «A veces, querer es dejar marchar», dijo en su despedida, el mes de noviembre) y la aparición de la Kings League, que es, en palabras del siempre acertado Joan Burdeus, «un entretenimiento indoloro». No existe historia ni continuidad, sino presente y espectáculo. El fútbol, como lo entendemos, es un relato, un recorrido íntimo que se entronca con el pasado colectivo y que bebe de tradiciones y vínculos sentimentales. La Kings League está repleta de facecias esperpénticas y es, en sí misma, la negación de las filiaciones urdidas con los años. ¿Quién puede animar a un equipo como los Aniquiladores, El Barrio, Los Troncos o Porcinos? Este no es el tema. Lo importante es el show, y el show debe continuar pase lo que pase y por encima de todo lo que se asemeje a un pasado, a una memoria. Nuestra amiga, la marquesa de La Rochefoucault, quizás tenía razón al final. Previó el estallido Piqué: «Los cómicos son los mejores especialistas contra el tedio». El dolor está ausente, el grito. Todo se concentra en una broma infinita.

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