Nosotros | 35º Aniversario LA OPINIÓN

Me puedo hacer una idea

Alba Marqués

Alba Marqués

En cuanto a momentos vitales, por lo general aquellos en los que cumplimos décadas parecen los más significativos. La llegada a los 20, los 30, los 40, los 50... es la más celebrada y la que supone un antes y un después. Para algunos incluso implica atravesar una crisis existencial o decidir aventurarse a un cambio importante. Pero el punto de inflexión que te prepara para esa situación arranca cinco años antes. El lustro que precede a las décadas es una oportunidad de hacer balance y revisar objetivos. Los 15, los 25, los 35, los 45... Están a medio camino entre un periodo y otro, pero no son un quiero y no puedo. Al revés, te permiten empezar a adoptar lo mejor de la década futura, pero aún con el aval de mantener comportamientos de la anterior.

A los 15 años, cuando eres ‘la niña bonita’, estás en pleno trance adolescente y realmente, como descubres tiempo después, poca idea tienes de la vida. Te entregas a todo de una manera genuina que con el tiempo echas de menos. Pero ya te empiezan a reclamar que hagas un alto en el camino y te plantees tu propia existencia. Se trata de los primeros momentos en los que toca pensar en el futuro: qué vas a querer estudiar o en qué vas a querer trabajar cuando acabes el instituto.

A los 25, empieza la marcha. La edad adulta, con todos sus júbilos y desgracias. Cuando comienzas a ser consciente de las verdaderas reglas del juego, de todas las piezas que forman parte del tablero y de todos los factores que van a condicionar tus jugadas. Al mismo tiempo, es cuando más te desinhibes y la intensidad con lo que vives cada episodio eclipsa ese inicio de conciencia respecto a los problemas mundanos.

Y paro de contar. Interrumpo este recorrido por las etapas de la existencia lleno de tópicos por los que muchos ya habréis pasado porque aún no sé lo que es llegar a los 35. Lo experimentaré, o eso espero, sin embargo aún me toca enfrentarme a los treinta. Aunque me puedo hacer una pequeña y probablemente errónea idea basada en la observación de mi entorno. Sin ir más lejos, la institución en la que paso gran parte de mi tiempo sopla este año ese dígito.

La Opinión de Murcia cumple treinta y cinco tacos. Entré por su puerta cuando yo acababa de alcanzar la veintena y ella estaba a las puertas de la treintena. Fui testigo de su ‘crisis de los 30’ y contemplé cómo la superaba con un éxito contrastable. El ‘boom’ de las redes sociales no hacía tanto que ocurría y los medios de comunicación aún se estaban adaptando a los canales digitales. Tocaba acostumbrarse a intentar llegar a todo antes que nadie y con el mejor contenido de calidad posible. Observé atenta, desde la cautela de ser becaria, cómo mis compañeros lo conseguían, y conforme avanzaba el tiempo, aprendí de ellos y me sumé a sus hazañas.

Desde aquel revulsivo de los 30 el desarrollo y la adaptación solo ha ido in crescendo. Un lustro después, los datos avalan la favorable aclimatación al entorno. Sigue montada en una montaña rusa, porque cuando hablamos de actualidad y medios de comunicación nunca va a ser un terreno llano, pero el vagón se tambalea menos.

Ateniéndome a cómo alcanza los 35 La Opinión, aventuro que es una edad joven, pero no inexperta. Con mucho por aprender todavía, pero ya resabida en abundantes cuestiones. Con preocupaciones que antes no ocupan hueco en la mente, pero aún con ilusión por el devenir de los acontecimientos. Cada vez con menos complejos, pero con cierta prudencia. Madura, pero fresca.

Ustedes, o más bien aquellos que ya han pasado por ahí, sabrán si me equivoco. Yo mientras espero llegar a esa edad sintiéndome de tal manera y habiendo acumulado logros equivalentes a mis espaldas. Significará que no me ha ido nada mal.