Las fuerzas del mal

La trampa de lo trans

Enrique Olcina

Enrique Olcina

La Federación Internacional de Atletismo ha decidido que las mujeres trans no pueden competir en sus competiciones internacionales, con una excepción, que hayan recibido tratamientos hormonales antes de la pubertad. Aprovechando que la testosterona pasa por Valladolid han regulado la participación de mujeres con «Distinto Desarrollo Sexual», que afecta a mujeres que nacieron mujeres, que sufrieron, como mujeres, las mismas discriminaciones que el resto de mujeres, pero que ahora resulta que no son tan mujeres porque tienen «DSD». La Federación ya apartó de la competición a la corredora Caster Semenya para volverla a tener que readmitir porque interpretó mal un estudio relacionado con la testosterona y el rendimiento deportivo. Le han impuesto dos años de unos niveles de testosterona menos de 2.5 milimoles antes de volver a competir. Las principales afectadas, aparte de Semenya, Francine Niyonsaba, Beatrice Masilingi o Christine Mboma, son todas ellas, qué coincidencia, corredoras que no son nada caucásicas pero dominadoras en sus categorías.

La regulación del rugby me resulta particularmente curiosa porque se aduce que las mujeres trans pueden ocasionar lesiones, debido a su desarrollo adolescente como hombres. Estamos hablando de un deporte donde el jugador más pequeño puede placar al jugador más grande y donde, en categoría femenina, juegan mujeres que me superan a mí en altura y peso y pueden clavarme en el sitio con un placaje en las costillas, jugando yo, a su vez, con jugadores que parecen el espíritu de la golosina y luego resulta que no. El rugby admite, y eso es bueno, una diversidad de cuerpos y cuida de la integridad física de sus participantes con una estricta observancia de las reglas que cambian casi cada año, pero si es una mujer trans, entonces no. Si es un hombre trans dice World Rugby con que firme una hoja de consentimiento ya vale y tampoco nos preocupamos mucho de la seguridad del jugador, vaya. También en el rugby se admiten mujeres trans que hayan recibido tratamientos hormonales antes de la pubertad.

Lo curioso de las dos anteriores regulaciones es la excepción mencionada. Que pueden acceder siempre y cuando el tratamiento hormonal o de bloqueadores se haya iniciado antes de la pubertad. Y esta es la trampa. Los mismos que aplauden la justicia de esas decisiones son los que se niegan y ponen trabas a que estos tratamientos se apliquen en adolescentes. Cosa que ya sucede en EE.UU, en Rusia y en muchas partes del mundo. Para que sea una medida verdaderamente justa y efectiva, ya que sacrifica también la pasión y el esfuerzo de una generación de deportistas trans, para que ese sacrificio sea útil, debe ir acompañada de la prohibición de participar en rugby o atletismo, de aquellos países que no garanticen el justo acceso a tratamientos que permitan a futuras participantes trans acceder a la competición según esas mismas regulaciones, y aquellos deportes que no lo garanticen debieran quedar fuera del COI, porque si no quienes salen perjudicadas de todo este asunto son, como siempre, las personas trans. Ninguna sorpresa.

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