El Prisma

La nueva movilidad urbana: un trofeo electoral

J. L. Vidal Coy

J. L. Vidal Coy

Está por ver que un ayuntamiento cualquiera plantee mejoras urbanas y no desate acerbas críticas. Así ha pasado y pasa en las principales ciudades de la Región. Que en Murcia sea en el barrio del Carmen donde más protestas se han desatado hace recordar la dura polémica que hubo en Cartagena cuando el consistorio que presidía Pilar Barreiro peatonalizó la centriquísima y comercialísima calle del Carmen. Entonces, primera década del siglo, como ahora, comerciantes y vecinos se echaron las manos a la cabeza porque se iban a quedar sin aparcar en la misma puerta. El tráfico se suprimió, entre muchas protestas, y la calle del Carmen luce estupendamente peatonal sin que el comercio pueda achacar a ello los cierres o cambios de negocio registrados.

Algo similar ocurre en Murcia con la reordenación del barrio carmelitano, con críticas apoyadas entre otras cosas en la falta de información a los vecinos. En esto, la razón les asiste: el proceso previo para comunicar qué se iba a hacer fue cuanto menos defectuoso. Eso no quita para que el plan, visto en conjunto, no sea apreciable.

Sobre todo porque se hace en una zona ciudadana de las más populosas del casco urbano y también la más contaminada e incómoda, a pesar de tener el jardín de Floridablanca, primero de España en ser público, y los amplios espacios del Cuartel de Artillería. No obstante, el barrio presenta zonas insanas por la contaminación y el ruido: es el peor en ambos sentidos.

Tal que en el fútbol, cada aficionado no puede ser un seleccionador como se pretende en todas las barras de bar: se hace caso al expresidente Rajoy y resulta que «es el vecino el que elige al alcalde y es el alcalde el que quiere que sean los vecinos el alcalde». El lío que se forma así es tan tremendo como el de la frasecita de marras. Esto suele pasar cada vez que un ayuntamiento acomete una reforma urbana profunda. Con una caña delante, todos somos tan expertos urbanistas como seleccionadores.

Lo que no impide que algunas críticas sean razonables. Un proceso extenso de participación habría incorporado aportaciones y evitado alguna protesta. Pero también es observable una clara manipulación política precisamente cuando los cambios empezaron a realizarse con las elecciones municipales a la vista. Los opositores han convertido en palanca electoral algo que, si se termina bien, mejorará la vida ciudadana. Choca que el alcalde Ballesta fuera muy criticado porque dedicó demasiados recursos al centro más vistoso y ahora el regidor Serrano se vea en la picota por pretender equilibrar unas y otras zonas urbanas. La barra del bar es muy entretenida.

Esto del Plan de Movilidad es de largo recorrido. El texto inicial fue aprobado por el alcalde Cámara en 2013, con votos en contra de PSOE e IU-Verdes y la abstención de UPyD. En 2020, el regidor Ballesta propuso su propio «Murcia Central». Los planteamientos eran parecidos a los que ahora ejecuta, por fin, el primer edil Serrano, que intenta también iniciar la ampliación del tranvía. Quienes estuvieron a favor, están ahora en contra. Paradojas políticas. No importa que, frente a las protestas, una treintena de asociaciones sociales y vecinales manifiesten su apoyo. Mientras, la UE aprieta porque hay que ejecutar las mejoras ambientales urbanas para que sean efectivas las ayudas y también porque fijó límites temporales (2023) para esos planes.

Por el extremo salta Vox con su pretensión de anular totalmente la reordenación. Sigamos, pues, respirando suciedad y disfrutando del ruido, especialmente en El Carmen, en uno de los municipios con peor calidad del aire en España y de notable contaminación acústica. La salud y nuestros nietos lo agradecerán. Moriremos asfixiados, sordos y gozosos con el coche en la puerta y las ventanas herméticamente cerradas.

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