Los dioses deben de estar locos

La voz entre las sombras

La inspiración procedente de la naturaleza, de los árboles, bosques y montañas, la transforma en una criatura siempre amante

La voz entre las sombras

La voz entre las sombras

José Antonio Molina Gómez

José Antonio Molina Gómez

En 1894 el poeta Pierre Loüys anunció al mundo un descubrimiento arqueológico y literario, un gran acontecimiento que restablecía la memoria de una poetisa contemporánea de la divina Safo. Salía a la luz la vida y obra de Bilitis, escritora hasta entonces perdida para la historia, no menos inspirada que la célebre artista de Lesbos. Una misión científica alemana habría encontrado su tumba, su sarcófago, e inscritos en las paredes del sepulcro, todos los poemas que Bilitis había compuesto a lo largo de su maravillosa vida como servidora de Astarté. Los versos reflejaban desde la juventud de la artista en Panfilia con delicados cantos bucólicos y pastoriles, las elegías compuestas durante su estancia en Mitilene y sus amores con la hermosa Manasidika, hasta la fase final de su vida con los epigramas compuestos en Chipre en los que la inspirada cortesana se enfrenta al declive de su belleza. En la tumba, además, habían aparecido tres melancólicos epitafios en los que la escritora se despedía de la vida, resignada a descender al Hades, pero consolada, al menos, por haber llevado una vida de amores, cantos y poesía.

Que semejante descubrimiento fuese una falsedad de principio a fin, una ironía de Pierre Loüys, burlón, hedonista e inteligente, no menoscabó otro tipo de verdad, aquella que emana de la poesía. Loüys, como Pigmalión, parece haberse enamorado de su propia creación. Y sin duda le dio vida propia y capacidad de inspirar amor a otros, como prueba que Claude Debussy pusiera música a la poesía de Bilitis en sus Seis epigramas antiguos. Los versos, aún siendo falsificaciones, están inspirados, aparecen llenos de ternura, sensualidad (elegante muchas veces, descarnada, obscena y procaz otras), de nostalgia por la belleza. Representan el dolor por el amor perdido, amargura por el paso del tiempo y la muerte de las ilusiones.

Bilitis es un ser sensual, mujer inclinada al goce y a la dicha que nace de los sentidos. Pero es algo mucho más complejo que una elemental lubricidad; antes bien, se trata de una atracción universal por todo lo vivo que la rodea, comenzando por su país natal. La inspiración procedente de la naturaleza, de los árboles, bosques y montañas, la transforma en una criatura siempre amante. La presencia de compañeros y compañeras en rudas regiones pastoriles abren para ella la puerta a un placer sexual que forma parte de una concepción del mundo más elevada. Habita un universo en el que lo existente se busca entre sí, obedeciendo a una misteriosa ley de la atracción. Sierva de Astarté, lleva una figurilla de la deidad desnuda, una figurilla que la acompañará hasta su sepulcro; devota de la diosa, entra en sus ceremonias, en sus misterios y los canta con sus versos hasta donde puede, sin cometer el sacrilegio de desvelar aquellas intimidades secretas que solo han de contemplar las iniciadas. Canta a sus amantes, hombres y mujeres, celebra tanto el placer que obtiene del trato carnal, como simplemente la hermosura en sí, de la desnudez, del paisaje, del cielo en la hora del ocaso. Celebra los encuentros a puerta cerrada, el baño entre mujeres, el canto o las habilidades lascivas de la flautista que ameniza un encuentro entre la cortesana y sus amantes.

Su poesía lo abarca todo, también el dolor y la pena. Tan solo parece detenerse ante la obra destructora del tiempo. Bilitis no quiere continuar ofreciendo esos exvotos que son sus versos cuando deje de ser bella, cuando deje de atraer a los amantes, y no pueda cumplir con la misión encomendada por la divinidad. Pero el mismo Pierre Loüys no está satisfecho con esta afirmación, sugiriendo que su delicada poetisa escribió, en la edad de la reflexión que es la vejez, los versos que habían de ornar su tumba; y entre ellos, aquellos sentidos epitafios en los que parece consolar al lector del mañana, quien enamorado de ella a través de sus palabras, lamentará su muerte; y entre las ondas del tiempo, escuchará su voz: «Soy feliz entre las sombras».

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