La Feliz Gobernación

Pobre Tamames

El mundo cambia, don Ramón. Siempre cambia. Y los que se van haciendo cargo a veces rompen algunos platos. Suele ocurrir, pero ellos ya se apañan

Tamames.

Tamames.

Ángel Montiel

Ángel Montiel

Tamames regresó ayer a una discoteca que frecuentaba durante sus años mozos y que, aunque conserva la misma decoración, está habitada por otra clientela. La música de los años 80 no suena ya entre sus paredes, pues ha quedado para los mix de las verbenas populares y los programas vintage de la televisión. Todavía invita a bailar, aunque como un fondo nostálgico, una concesión graciosa para imitar la diversión de los padres y abuelos, que también eran muy enrollados en su tiempo, pero ya han quedado desfasados. De Alaska a Rosalía hay un mundo.

Pobre Tamames tratando de parar el tiempo. Es como si en el siglo XX hubiéramos querido recuperar el miriñaque. El siglo XXI es raro e incierto, y los viejunos andamos algo desconcertados, como nuestros padres cuando nos dejamos crecer aquellas melenas. Hoy, a una conferencia de Tamames iríamos sólo los jubilados, aunque fuéramos cientos, y saldríamos rezongando aquello de que cualquier tiempo pasado fue mejor. Vaya plan.

El mundo cambia, don Ramón. Siempre cambia. Y los que se van haciendo cargo a veces rompen algunos platos. Suele ocurrir, pero ellos ya se apañan. Lo que no quieren son sermones, aunque hagan el esfuerzo de escucharlos respetuosamente mientras piensan en otra cosa.

Qué tiempos aquéllos. Lo bien que nos lo pasábamos. Pero ahora vamos usted y yo a jugarnos una partidica de dominó. Y nos pedimos unas cervecicas sin alcohol. Que no todo va a ser echarles miguitas a las palomas.

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