Kiosco La Opinión de Murcia

La Opinión de Murcia

Angel montiel

La Feliz Gobernación

Ángel Montiel

La tránsfuga ignífuga

El reciente vaciado de competencias ha permitido adelgazar la estructura bajo su mando, pero Isabel Franco ha conservado íntegro el aparato en torno a ella, toda la parafernalia de protocolo, prensa e imagen, capítulos en los que viene poniendo empeños dignos de mejor causa

Isabel Franco, nítida, tras un Feijóo difuminado pero en distintas mesas, en el desayuno de EP en Madrid.

Hay que ver la mala suerte que tiene Alberto Núñez Feijóo cuando se deja fotografiar. Hace años apareció con un narcotraficante, y a principios de esta semana con la vicepresidenta tránsfuga del Gobierno regional. Son categorías muy distintas, claro, pero a los efectos de su propia imagen le confieren una impregnación inquietante, aunque se deba suponer que estas exposiciones son involuntarias. 

Isabel Franco no quiso perderse, ahora que sus exiguas competencias la deben tener desocupada, el Desayuno de Europa Press (EP) en Madrid al que fue invitado el presidente murciano, Fernando López Miras, acompañado por la cúpula nacional del PP, con Feijóo a la cabeza. 

Algún fleco que queda entre sus competencias relacionado con el mundo empresarial, después de que en la última remodelación fuera relevada de todas las sustantivas, le permitió pretextar su presencia por su interés en la captación de inversiones, algo que ya ensayó hace algunos meses cuando forzó la contratación de un concierto fuera de programa en El Batel de Cartagena de la soprano Angélica de la Riva, esposa de Marcos de Quinto, presunto inversor, para justificar ofrecer a éste, antiguo diputado de Ciudadanos, un tour turístico-gastronómico por la Región. Más que procurar las inversiones de De Quinto parece que se trataba de afianzar las relaciones personales con el lobby residual de Ciudadanos en torno a Albert Rivera, desde el que se ha seguido boicoteando a Inés Arrimadas, bien a favor del PP, bien con argumentos políticos que suenan próximos a Vox

En cualquier caso, a Franco no le hacen falta flecos competenciales para acudir allá donde se posen los focos, dada su condición de vicepresidenta, un cargo sin atribuciones, pero que se puede estirar lo que se quiera en su calidad representativa, si bien a la tránsfuga lo que le falta es precisamente representatividad, a no ser a sí misma.

El reciente vaciado de competencias ha permitido adelgazar la estructura bajo su mando, pero Franco ha conservado íntegro el aparato en torno a ella, toda la parafernalia de protocolo, prensa e imagen, capítulos en los que viene poniendo empeños dignos de mejor causa. 

El fotógrafo que la sigue a todas partes se gana el sueldo por su extraordinaria calidad en la realización de composiciones que mejor convienen a los deseos de protagonismo de la vicepresidenta. Prueba infalible de esto es una de las imágenes difundidas en redes por la trepatrans de entre las que le tomó en los Desayunos de EP. Mediante un gran angular, logra que la vicepresidenta parezca estar sentada a la misma mesa que Feijóo, cuando en realidad se encuentra en otra más alejada. En la foto, Franco aparece nítida entre las caras difuminadas de otros asistentes, en primer plano la silueta reconocible de Feijóo. 

Quien fuera candidata a la presidencia de Murcia por Ciudadanos para acabar, dijo en su mitin de la plaza de Belluga, «con la corrupción del PP», se apresuró a posar con la plana mayor de este partido en la semana de la resaca por la sentencia de la Audiencia Provincial sobre el expresidente Pedro Antonio Sánchez, tal vez porque ahora opine lo mismo que el sucesor de éste, López Miras, quien en el acto madrileño despejó el asunto con la réplica, elaborada como consigna para la televisión autonómica, de que se trata de un asunto municipal de hace dieciocho años.  

Sorprendentemente, para justificar su presencia en los Desayunos de EP como una operación para captar inversiones, en la decena de fotos que la vicepresidenta ha difundido de su partipación en el acto como espectadora sólo se la ve compartiendo saludos y sonrisas con políticos del PP, en ningún caso con alguno de los empresarios que acudieron al evento. 

También ha sacado tiempo la vicepresidenta a lo largo de la semana para dictar una charla a alumnos de Periodismo de la UCAM, pero no consta que les advirtiera sobre que no deben dejarse engañar por los políticos ni que los ilustrara sobre la norma no escrita de que los políticos pueden no responder a las preguntas de los periodistas, pero no deben ofrecerles respuestas falsas. 

Ejemplo. Una semana antes de que se cumpliera un año de la moción de censura, me cité con ella para construir el relato de lo que ocurrió la noche en que la firmaron los diputados de Ciudadanos. ¿Qué hizo usted tras salir de la sede de su partido, una vez avalada la moción con su firma? «Me fui a mi casa con mi marido y mi hija», respondió. Y se levantó y se marchó. 

En realidad no regresó a su casa hasta bien entrada la madrugada, tras advertir por vía telefónica a López Miras y al alcalde de Murcia, José Ballesta (hice en su día un extenso relato pormenorizado de todos sus pasos y palabras) lo que el PSOE y Cs se disponían a presentar en la Asamblea al día siguiente, lo que permitió al PP maniobrar para, mediante la atracción de diputados tránsfugas, entre ellos la propia Franco, neutralizar la iniciativa que pretendía cambiar el Gobierno. 

Un año después de aquella noche, la vicepresidenta seguía mintiendo a preguntas directas de un periodista. No soslayando la pregunta ni siquiera eludiendo un encuentro concertado al respecto, sino mintiendo lisa y llanamente. 

¿Qué lecciones o ejemplo puede dar a aspirantes a periodistas una persona que miente a los periodistas?

Pocos políticos habrían quemado en tan poco tiempo una trayectoria que inicialmente se prometía venturosa. Pero Franco es ignífuga, a pesar de todo. Se encaramó a la política tras constatar, en sus merodeos por las cercanías de los partidos, que todo consistía en echarle arrojo y que poco menos que esto bastaba para medrar en un espacio en el que las reglas son pocas y sencillas y donde no son muy abundantes las personalidades que trasciendan de una media que viene impuesta por esas mismas reglas. Incluso quienes disponen de valores y carisma se ven obligados a contar con medianías porque la política no ha acabado siendo, por desgracia, el lugar en que se exija la plena excelencia. 

Así, Franco se colocó en Cs mediante unas primarias evidentemente amañadas, cuyo resultado en el ámbito judicial aún está pendiente, lo que la excluye de las listas inmediatas del PP aun en el caso de que el romano López Miras decidiera pagar a traidores. 

Prometió de viva voz que nunca pactaría con el PP, y acabó pactando, incluso en dos ocasiones: una, por decisión orgánica contra la promesa electoral, y otra, al frustrar la moción de censura para seguir siendo vicepresidenta. 

Afirmó rotundamente que jamás se sentaría a negociar con Vox y acabó poniendo su firma en un papel con el logo verde después de que los abascales la arrastraran repetidamente a fotografiarse en una mesa junto a ellos. 

Y firmó una moción de censura contra el Gobierno del PP que vicepresidía para a los pocos días dejar constancia de que su firma valía menos que su palabra. 

Pero una vez que se había iniciado la escalada de renuncias a la integridad política y a la vista de que la disposición del poder contribuye a normalizar lo innormalizable, a Franco empezaron a resbalarle las críticas y a contar las contradicciones a beneficio de inventario. Cuando se hace callo, la imperturbabilidad es una virtud a efectos prácticos. Ande yo caliente, decía el clásico.

Ya depuesta de su macroconsejería todavía escribió un artículo el Día de la Mujer para repasar sus logros en ese departamento (que no serían tantos, a la vista de que fue relevada), atribuyéndose incluso la medida del ‘teléfono lazarillo’ para mujeres solitarias (Acompañando-T) que su sucesora del PP, Conchita Ruiz Caballero, se reservó para anunciar el 8M

Está en todas, y no parece percatarse de lo humillante de su situación: pasar de una superconsejería a un chiringuito de consolación, con el agravante de que la condición de chiringuito es imputable a ella misma, ya que siendo Transparencia un capítulo esencial del Cs genuino, Franco permitió que languideciera primero y fuera suprimido después como consejería hasta que la piedad de López Miras lo recuperó para ella, ya devaluado, en agradecimiento a los servicios prestados, o por mejor decir, cobrados.  

A la vicepresidenta le quedan tres sueldos por cobrar, una situación aliviada en perspectiva por el subsidio del paro parlamentario si es que antes no le buscan un apaño, que siempre será pequeño para esos aires de vicepresidenta emérita. Y ahí, en su faceta de diputada, es donde se detecta otra anomalía democrática, tan legal como la condición de tránsfuga, consistente en compatibilizar comisiones parlamentarias con una consejería del Gobierno, es decir, ejercer a la par la labor ejecutiva y la de control al Ejecutivo, algo que a Montesquieu le habría hecho removerse en su tumba si no fuera porque ya estará curado de espanto. Y todo porque la conservación del escaño era un seguro para la permanencia en el Gobierno. ¿Quién podría hablar de los intereses generales cuando son tan visibles los particulares?

Sin embargo, cuatro años de experiencia parlamentaria no le han servido para aprenderse el reglamento de la Asamblea, de tal modo que esta semana abandonó furiosa la tribuna y el hemiciclo cuando en el trámite de responder a una pregunta ad hoc de su propio Grupo Parlamentario el presidente le advirtió que se había acabado su tiempo. «No me han informado bien», y se marchó. 

Vista esta trayectoria y tales modos no parece que Feijóo mejore su imagen dejándose pescar por las cámaras en compañía de tránsfugas que tal vez se arriman a él en busca de prolongar su supervivencia.

Compartir el artículo

stats