Tiempo y vida

Carbonell y el descubrimiento del arte rupestre en Moratalla

Carbonell y el descubrimiento del arte rupestre en Moratalla

Carbonell y el descubrimiento del arte rupestre en Moratalla

Miguel Ángel Mateo Saura

A finales de 1965, Jaime Carbonell Escobar, joven espeleólogo del Centro Excursionista de Alicante y aficionado a la Arqueología, tiene noticias en el transcurso de una partida de caza de la posible existencia de unas pinturas rupestres en las proximidades del Calar de la Santa, en Moratalla. Según su propio testimonio, es Juan Martínez Gamboa, vecino de La Tejera, quien le comenta que un pastor decía haber visto ciervos pintados en una cueva, de los que uno tiene la cabeza inclinada hacia el suelo indicando el lugar donde hay escondido un tesoro.

Tras un par de visitas infructuosas en busca de las pinturas, es finalmente el 9 de enero de 1966 cuando las encuentra en el paraje de la Cañaica de Andrés, cerca del Calar de la Santa como le habían dicho. Ese mismo día, la inspección de los alrededores le lleva a descubrir una segunda covacha pintada, a unos trescientos metros aguas abajo en el barranco. Y es, en estos momentos, cuando Jaime Carbonell comienza una labor casi policial para comprobar que, en efecto, se trata de unas pinturas solo conocidas por unos pocos lugareños de su entorno más cercano.

Inicia sus pesquisas enviando unas fotografías a Domingo Fletcher, por entonces director del Servicio de Investigación Prehistórica de la Diputación de Valencia, con quien mantenía contacto. Este le responde que no las conoce, instándole a que consulte a otros investigadores que hayan trabajado directamente en la zona. Así, con fecha de 11 de febrero de 1966 envía sendas cartas a Samuel de los Santos, que era director del Museo de Albacete, y a Emeterio Cuadrado, ingeniero de los Canales del Taibilla, y arqueólogo, que había descubierto años atrás el yacimiento neolítico de la Cueva del Gato, también en Moratalla. Apenas cinco días después recibe contestación de Samuel de los Santos, que le dice que él ha oído algo sobre unas pinturas en la zona, pero que no las ha visto, por lo que no puede asegurar que sean las que le comenta, ni conoce más detalles. Por su parte, en carta de 1 de marzo, Emeterio Cuadrado le comunica que no sabe de ningún hallazgo, remitiéndole, a su vez, a Miguel Ángel García Guinea, que entre 1958 y 1968 había estudiado el arte rupestre de la vecina localidad de Nerpio. El 22 de abril escribe a García Guinea que, en escrito de 3 de mayo, le refiere que sus estudios se han centrado, efectivamente, en Nerpio, pero que de la eventual existencia de un nuevo yacimiento en esa área de Moratalla no tiene noticia alguna.

Confirmado, pues, el carácter inédito del arte rupestre de ambos abrigos, es entonces cuando Jaime Carbonell decide acometer su documentación. Hace los dibujos de las figuras representadas y, junto a una escueta descripción de las mismas, las publica en un breve artículo en el número 12 de la revista Archivo de Prehistoria Levantina (1969), que edita el Servicio de Arqueología de la Diputación de Valencia.

El descubrimiento de Carbonell no pasa desapercibido. Desde muy pronto, otros investigadores se desplazan hasta allí para ver las pinturas e, incluso, para hacer su propio estudio. Es el caso de Antonio Beltrán Martínez, que sabe del hallazgo a través de Manuel Jorge Aragoneses, director del Museo Arqueológico Provincial de Murcia, que ya le había encomendado en 1965 la documentación de las pinturas del Barranco de los Grajos de Cieza. La calidad de las representaciones llevó a Antonio Beltrán, aún cuando todavía no había estudiado con detenimiento el yacimiento, a seleccionar la figura de un ciervo de uno de los abrigos para la portada de su libro Arte Rupestre Levantino (1968).

Otros estudiosos se interesan también por los nuevos yacimientos. Es el caso de Michael J. Walker, que en esos momentos está excavando en el cercano poblado de El Castillico, lo que aprovecha para hacer su particular análisis, que publicará en un par de artículos de temática general. E, incluso, una breve reseña de los nuevos abrigos, firmada por José Jesús Sánchez Martínez, es publicada en 1969 en el Boletín del Instituto de Estudios del Sur de España, editado por la Casa de Almería en Barcelona.

Este trasiego de autores y la edición de los primeros trabajos llevarán a un primer plano estas pinturas de Cañaica del Calar, como pasarán a ser conocidas. La prensa se hace eco del descubrimiento, publicando hasta siete artículos entre 1967 y 1969, alguno de ellos con titulares tan llamativos como el recogido en el diario Línea el 19 de agosto de 1969: «Moratalla: nueva Altamira española».

Las pinturas también fueron protagonistas en 1968 del programa de televisión Misión Rescate, cuando un grupo de niños de El Sabinar, acompañados de su maestro, las presenten en el concurso cultural que patrocinaban Radio Nacional de España y Televisión Española, en colaboración con la Dirección General de Bellas Artes.

Este descubrimiento de Jaime Carbonell supone el inicio de la investigación del arte rupestre en Moratalla. Desde entonces, el incansable trabajo de otros investigadores, como Anna Alonso, José Antonio Bernal, Teresa Fernández, Alexandre Grimal, Pedro Lucas, Miguel Ángel Mateo o Concepción Pérez, y también la suerte de los hallazgos ocasionales, han convertido a Moratalla en el municipio con el mayor número de yacimientos de arte rupestre de la Región. En todo caso, hoy nos ha parecido de justicia reconocer el trabajo de Jaime Carbonell Escobar, pionero allá por 1966.

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