Dulce jueves

Subir la persiana

Enrique Arroyas

Enrique Arroyas

Fui al Teatro Romea con mi hija Raquel y una amiga suya a ver Retorno al hogar, de Harold Pinter, una obra amarga, negra, desesperanzada. Va de un tipo que vuelve a casa con su mujer para reencontrarse con su familia, compuesta por el padre, viudo y ya anciano, sus dos hijos, todos seriamente averiados, y un tío, el único que parece normal y que terminará más o menos muerto. Todo ello aderezado con risas enlatadas que estallan en los momentos más inoportunos y gestos que emparentan a los personajes con escarabajos. Presenciamos el reencuentro desde que los visitantes llegan de madrugada hasta que se marchan al día siguiente. Pasé el tiempo esperando una emoción limpia, algo parecido a una vida normal. Pero en su afán por denunciar lo absurdo de la vida, todo se vuelve irreal, extremo, ajeno. Solo una frase me pareció inteligible, cuando alguien le dice al tipo que regresa al hogar: «Cuando te fuiste, te dijimos: ‘No te vuelvas un extraño’»-

Cuando salimos del teatro los tres estábamos desconcertados, imagino que como la mayoría de los espectadores, pues, aunque la obra se siguió en un silencio expectante, no hubo muchos aplausos, como si se tomaran casi como una afrenta la premeditada renuncia a encontrar un sentido a lo que había ocurrido. Yo me sentía decepcionado porque me faltó la magia y la emoción que busco en el teatro. Lo único que se salva era que los actores estuvieron espléndidos. Bueno, y también que la obra no nos dejó indiferentes y nos hizo darle vueltas a lo que habíamos visto. Una vez se pasa el impacto de la extrañeza comprendes que la obra es una buena muestra de una época que ha perdido alguna cualidad esencialmente humana que nos hace mirar la vida con compasión y encontrarle el sentido incluso a las situaciones que parecen más absurdas.

«Toda familia tiene un lado oscuro», explica Miguel Rellán, el protagonista, en una entrevista, «de cerca nadie es normal». Y añade: «Es como si fuéramos por la calle y, de pronto, en un semisótano se abre la persiana y durante una hora y veinte minutos vemos a una familia discutir, sin tener los antecedentes». ¡Sin antecedentes! ¿En qué se convierte la vida sin ellos? ¿No son los antecedentes los que iluminan nuestra mirada sobre las cosas, los que nos hacen comprender, los que nos dan la dimensión real de cada vida?

Dice Rellán que todo gira en torno a los cuatro temas básicos: muerte, sexo, poder y dinero. Entonces ahí se comprende todo, porque son exactamente cuatro pasiones que se cierran en un círculo que se agota en el presente. No menciona el único tema que nos salva de la destrucción porque trasciende el presente: el amor. Desde su ausencia todo se explica. Sin amor la mirada se oscurece y se vacía. Y si el arte es una mirada, todo depende del momento en que subimos la persiana. Pinter la sube en el momento equivocado.

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