Valija diplomática

Israel enfrenta problemas graves

Jorge Dezcallar

La situación en Israel se está complicando por culpa en parte del Gobierno que preside Bibi Netanyahu al frente de una coalición de partidos nacionalistas y religiosos que conforman el Ejecutivo más ultraderechista de la historia del país. Su radicalidad ha fomentado la violencia, que este año ya se ha llevado por delante a 72 palestinos y 15 israelís.

Israel se enfrenta hoy a varias intifadas o revueltas populares de distinto signo y algunas protagonizadas por israelís, que es una novedad porque hasta ahora las organizaban los palestinos para expresar la frustración que sienten tras perder sus tierras.

La primera Intifada es la que llevan a cabo israelís demócratas contra la pretensión del Gobierno de limitar los poderes del Tribunal Supremo para controlarlo, algo en lo que se dice que está interesado el mismo Netanyahu, sobre quien pesan graves acusaciones de corrupción. Los que protestan entienden, a mi juicio con mucha razón, que está en juego la raíz democrática del Estado, pero el asunto va más allá y afecta a su misma seguridad porque miembros de las Fuerzas Armadas, en particular comandos de élite y pilotos de la Fuerza Aérea, se plantean si deben obedecer o no las órdenes de un Ejecutivo sin control judicial. La situación es grave y así lo han advertido altos mandos militares y de los servicios de Inteligencia.

La segunda Intifada es la tradicional que llevan a cabo los palestinos contra la ocupación de sus tierras desde la misma creación del Estado de Israel, que se agravó con la Guerra de los Seis Días en 1967. El fracaso de todos los intentos de paz que se han intentado hace que los palestinos estén hoy más lejos que nunca de la solución de «dos estados viviendo juntos» sobre lo que fue el antiguo mandato británico de Palestina. Criticamos con razón nuestra descolonización de Guinea Ecuatorial o del Sáhara Occidental, pero hay que reconocer que palidecen junto a los desastres que los británicos han dejado en Oriente Medio, la India/ Pakistán o la República Surafricana.

La frustración palestina ha crecido con los acuerdos de Abraham, concebidos por Washington como una zanahoria para que algunos países árabes establecieran relaciones diplomáticas con Israel. Así fue como Marruecos consiguió que EEUU reconociera su soberanía sobre el Sáhara Occidental. Pero el verdadero precio lo han pagado los palestinos, que han quedado a los pies de los caballos porque han perdido el derecho de veto que de facto tenían sobre la normalización de relaciones entre Israel y los árabes. Esa nueva frustración incrementa el lanzamiento de misiles desde la Franja de Gaza y motiva frecuentes atentados terroristas contra ciudadanos israelís.

La tercera Intifada es israelí, como la primera, y la llevan a cabo los colonos contra los palestinos sobre cuyas tierras se han instalado. El actual Gobierno ha relanzado la construcción de asentamientos en Cisjordania con las consiguientes protestas palestinas, y como resultado once palestinos murieron en Nablus hace unos días a manos del ejército israelí. En venganza, dos colonos fueron asesinados y entonces sus compañeros desencadenaron una orgía de violencia en Hawara, que destruyó docenas de casas y vehículos. Murió un palestino que acababa de regresar de una misión humanitaria para ayudar a las víctimas del terremoto en Turquía. Esta misma semana otra operación militar en Jenin ha causado la muerte de seis palestinos. Suma y sigue.

El problema de Israel es que tiene que decidir si quiere ser un Estado democrático (para lo que debe incorporar a los palestinos con igualdad de derechos), o conservar su identidad judía (que exige mantenerlos como ahora, en bantustanes que recuerdan al apartheid de Sudáfrica). O lo uno o lo otro. La solución a este dilema son dos Estados y eso es precisamente lo que impide la proliferación de asentamientos.

Para complicar más las cosas, Israel tiene en la República Islámica de Irán un enemigo empeñado en destruir la que llama «entidad sionista». Tras el enorme error de Trump de denunciar unilateralmente el tratado nuclear, Teherán enriquece ahora uranio al 83%, muy cerca del 90% que necesita la fabricación de una bomba. Si entonces Irán estaba a un año de cruzar el umbral nuclear, hoy está a solo una semana y ese es otro problema existencial para Israel, que se añade al restablecimiento de relaciones diplomáticas entre Teherán y Riad... gracias a los buenos oficios de China.

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