Cartagena D.F.

Los políticos se han perdido el respeto

Andrés Torres

Andrés Torres

La culpa es de la tele. Las series norteamericanas sobre campañas presidenciales nos muestran a los asesores de los candidatos y a los propios políticos más preocupados por excarvar las miserias más profundas de sus rivales que de trabajar por mejorar la vida de los ciudadanos. Se trata de destapar públicamente las vergüenzas de los contrincantes para comprobar, posteriormente, el efecto en los sondeos y encuestas previas a las elecciones, para calcular los puntos que quedan para remontar o la ventaja que se ha perdido como consecuencia del escarnio, según el caso. ¿Eso es la política?

Nuestros políticos se han perdido el respeto y no se cortan en absoluto a la hora de lanzarse a la yugular del contrario. La oposición de unos a otros se ha convertido más en la acción de destriparse mutuamente que en controlar la labor de Gobierno o las irregularidades o fallos que se puedan cometer. El Tito Berni, la trama Gürtel, el caso Mediador y tantos otros que se acumulan en la larga lista de supuestas tramas corruptas de unos y otros son armas de artillería pesada contra la línea de flotación de los partidos a pocas semanas de la primera cita del año de los ciudadanos con las urnas. La consigna parece ser que es encender el ventilador y esparcir la porquería para que huela por todos lados, independientemente de la evolución de los casos.

Las encuestas sobre los comicios autonómicos provocaban las sonrisas en el PP regional por los buenos augurios, pero la investigación en el Puerto, primero, y la condena de tres años de cárcel a PAS, después, seguro que ha sembrado de dudas San Esteban y la oposición se ha lanzado a muerte (política, claro) contra sus herederos en el poder. Lógico, por una parte, porque no es reprochable querer convertir un caso de corrupción sentenciado en una ventaja política. Lo lamentable es comprobar cómo se rebasan con creces los límites del respeto y aún más cómo las varas de medir distan mucho de ser iguales cuando se las aplican unos mismos o a los del bando contrario.

Cartagena no es una isla desierta ajena a esta trifulca política cada vez más repugnante. También aquí hemos convertido los tribunales en un campo de batalla preelectoral y a nuestros políticos les cuesta resistirse a meterse en el barro. Hace unos días, algunos medios rescataban un informe de Protección Civil de hace seis meses que señala al candidato de MC como protagonista de una riña durante la romería de San Ginés de la Jara, en la que según el escrito vertió comentarios ‘machistas’ y golpéo una mesa. ¡Hace seis meses! Por otro lado, el jueves, el líder cartagenerista contraatacaba con el anuncio de una denuncia en los juzgados contra el concejal de Cultura, Carlos Piñana, por presunta prevaricación en la adjudicación de contratos para el Festival de La Mar de Músicas. Lo hizo este jueves, el mismo día en que entregaban al padre del edil popular, Antonio Piñana, el nombramiento de hijo predilecto de la ciudad, la máxima distinción que puede recibir un cartagenero. Lo hizo este jueves. ¡El mismo día! Ni un día antes ni un día después.

Los políticos se han perdido el respeto. Ya no es ningún secreto. Lo peor es que con ello solo consiguen dañar a las instituciones que representan y acogen, que se parecen cada vez más a un gallinero en eñ que se cacarean reproches, se lanzan ataques personales sin el más mínimo pudor hacia la intimidad de cada uno y hasta se permiten desglosar una retahíla de insultos.

La culpa es de la tele, pero también nuestra, que asistimos al espectáculo diario de desfiles de presuntas corrupciones, proclamas insultantes y groserías de todo tipo sin inmutarnos, como si se tratara de una sucesión de capítulos del mejor o el peor serial político norteamericano para tenernos entretenidos.

El problema es que cuando apagamos la tele y nos levantamos del sillón despertamos a la realidad, pero el guion no cambia.

Suscríbete para seguir leyendo