Mamá está que se sale

Los Fabelman

Elena Pajares

Elena Pajares

Una de las cosas que quiero recuperar de mi antigua vida es mi afición al cine. Me cuesta horrores ir, no creas, pero no por eso lo doy por perdido. Pocas cosas me aportan y me gustan tanto como ir al cine, y yo pienso como Pablo Coelho, que cuando quieres una cosa el universo entero conspira para que lo consigas. Así que se ve que tenía tantas ganas de ir al cine, que cayó en mis manos un anuncio de cartelera, y lo vi tan a huevo que aproveché la ocasión y me dispuse sin más a elegir peli.

Había oído que Steven Spielberg había sacado una peli nueva. No tenía ni idea de qué iba ni de lo que me iba a encontrar, porque ni el trailer había visto. Oye, y no sabes lo que me gustó. Dicen que es un poco la historia de su vida, pues él sabrá. Yo me encontré con la historia de un chico que descubre la magia de contar historias, de cómo empieza de forma rudimentaria en su casa, primero él solo en plan meticuloso, y luego como si fuera un juego con el que divertirse con sus hermanas.

Al principio de la peli sale todo el tiempo el apoyo incondicional de su madre. No con palabras, sino con miradas o gestos de alguien que está siempre presente, atendiendo, alentando, adelantándose a todo. Y cómo a través de esa ‘afición’, como le llama su padre, va contándote todo lo que va pasando en su vida. No sobre los acontecimientos en sí, sino sobre los descubrimientos, traumas, momentos de felicidad o de soledad por los que pasa.

Si eres un amante del cine, te van a encantar los guiños a muchas pelis antiguas. Pero lo que más me gustó es cómo habla del poder transformador de cada una de esas historias. Es chulo de narices ver cómo él coge hechos, personas o circunstancias reales y objetivas y consigue contar una historia en la que esos mismos elementos conectan entre sí de otra manera, totalmente distinta, y de esa mezcla resulte una historia bonita y emocionante. Es el don de los contadores de historias. Hablan de cosas reales, pero le dan un toque de varita mágica que hace que la historia parezca otra.

Y luego hay otro tema. En la peli, Los Fabelman, cuenta la historia de esa familia. De los distintos roles que cumple cada cual ahí. El padre, las hermanas, las abuelas, e incluso un tío lejano que, aunque sale diez minutos, es el punto de inflexión de la peli. Pero si alguien sobresale por encima de todo lo demás es el rol de la madre. Durante la peli se va desarrollando, como dicen los ordenadores, ‘en segundo plano’, una historia que no se ve desde el principio, pero que te la vas oliendo a medida que avanza la peli, y es el papel de la madre. Primero la persona súpercariñosa, cercana, accesible, y todo lo que podamos decir de una madre entregada. Luego, la persona talentosa que dejó su vena artística por esa vida de familia, que se consuela enseñando lo que queda de su talento. Y por último, la mujer atrapada en un conflicto del que primero no sabe cómo salir, y luego... bueno, el ‘luego’ mejor no te lo cuento. Sólo te diré que en la escena que recuerda a Encuentros en la Tercera Fase ya se adelanta algo de lo que en realidad quiere hacer esta mujer.

Digo que lo vas viendo como en segundo plano, porque sólo ves esa evolución a través de las pelis que hace el chico protagonista, o de lo que él va viendo a través de su cámara. No hay nada que veamos nosotros antes que el chico. Y eso te hace entender cómo se siente, el pobre, al empezar a ver lo que puede ser que haya en la cabeza de la madre. Y en qué lugar queda él, en qué lugar quedarían ellos, si lo que el chico intuye al ver sus pelis, es como se siente la madre en realidad.

En fin, no te digo más, que quiero que vayas a verla. Y luego me cuentas qué te parece el personaje de la madre. Ya me dices.

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