NUESTRO MUNDO

Tormenta Ferrovial

Juan Tapia

La decisión de Ferrovial, una de las grandes constructoras y una empresa emblemática del Ibex, de fusionarse con su filial holandesa y trasladar su sede social a Holanda ha causado sorpresa y una gran tormenta política. Se dice que Rafael del Pino Moreno, el ingeniero de caminos que la fundó en 1952 y al que traté algo en los años 80 y 90, no habría actuado así. Quizá por eso el rechazo de la vicepresidenta Nadia Calviño, afirmando que no es aceptable que una empresa que ha nacido y crecido en España gracias a la obra pública muestre esta falta de compromiso con su país. Más lejos ha ido Yolanda Díaz criticando la Europa del dumping fiscal. Y Pedro Sánchez ha dictaminado: la patria no es hacer patrimonio, sino ayudar a tu país.

La inquietud del Gobierno es comprensible, porque que un campeón nacional se vaya a Holanda (y aún más algunas de las razones aducidas) pueden dañar la imagen de España y contrasta, además, con el gran incremento de la inversión extranjera. Pero no conviene ni confundir las cosas ni simplificarlas en exceso. Si al Gobierno le enerva demasiado la libre decisión de una empresa y recurre a la fácil crítica populista (se enriquecen a costa de España y luego se marchan por codicia y para no pagar impuestos), solo logrará enrarecer más el clima político y económico en un momento de gran incertidumbre en toda Europa. Y las críticas serán elevadas al cubo por Podemos con argumentos venezolanos. No le conviene ni a España ni a Sánchez.

Las cosas son más complejas. Ferrovial ya no es solo una constructora española como hace unos años. El 82% de su negocio se desarrolla en otros países y la construcción es solo una de sus divisiones. Tienen más peso la gestión de grandes infraestructuras como Heathrow y otros aeropuertos británicos y de importantes autopistas de peaje en Estados Unidos y Canadá. Su crecimiento futuro está más en esos países que en España, donde las autopistas de peaje están de facto prohibidas. Y aunque es cierto que Rafael del Pino Calvo-Sotelo (el hijo del fundador y sobrino de Leopoldo Calvo-Sotelo, el presidente del Gobierno de UCD) tiene el 20% de la compañía (porcentaje relevante) la mayoría del capital está en Bolsa y gran parte en manos de fondos internacionales que priorizan el futuro.

¿Justifica ese futuro el traslado de la sede? El objetivo de cotizar sin cortapisas en Nueva York es razonable para una compañía que quiera crecer en el mercado americano. Y empresas como Stellantis, fruto de la fusión de la francesa Peugeot y de Fiat, han escogido Amsterdam, reforzado frente a Londres tras el Brexit. Y Holanda tiene para las tres grandes agencias de rating una calificación máxima de triple A, de la que España está lejos, lo que puede generar ventajas en la financiación internacional. Además, Holanda, país fundador de la UE, tiene algún aliciente fiscal en la tributación de las filiales.

Puede gustar más o menos, pero Europa es así. Y es ahí (con los países con más bienestar social) donde hemos decidido integrarnos. Pedro Sánchez, que acertadamente viaja mucho a las capitales europeas, lo sabe. O debería saberlo. Lo que más ha molestado es la alusión a la seguridad jurídica de Holanda. Pero para el mundo económico la imprevisibilidad y la ausencia de un marco fiscal estable rozan con la inseguridad. Y en España se han creado ahora nuevos impuestos (provisionales y de duración indeterminada) a la banca, las energéticas y las grandes fortunas. No se trata hoy de juzgarlos, porque tienen sus razones, pero son improvisados y no existen en otros países de la UE.

Y no es solo Pedro Sánchez. Cuando el Consejo General del Poder Judicial (nada menos que el órgano de gobierno de los jueces que según la Constitución debe renovarse cada cuatro años) lleva ya cuatro años excedido porque el PP no ha querido perder su mayoría, España no puede presumir de seguridad jurídica.

El Gobierno haría bien en no dramatizar una decisión que no debería ser precedente de nada. Y que una empresa española de éxito crea necesario estar en Wall Street también puede ser motivo de orgullo. Y quizá el Gobierno deba hacer algo para que no sea más atractivo lograrlo desde Amsterdam que desde Madrid. Claro, eso exige más seriedad y menos populismo.

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