Café con Moka

Posición de privilegio

Mónica López Abellán

Mónica López Abellán

Intento escribir este artículo en el móvil acostada en la cama con mis dos pequeños (por mi empeño a no renunciar a ciertas cosas pese a lo imposibles que puedan resultar a veces) mientras uno se despierta llorando porque se hace pipí al escuchar el estridente llanto de su hermana a la que estoy cambiando el pañal que acaba de manchar. Con los dos, uno en cada brazo, he cruzado la casa para llevarlo al baño. Una vez allí me las he ingeniado para auxiliar al primero en su propósito sin soltar ni un instante a la más pequeña. Y de vuelta a la habitación, como una mamá koala con sus bebés encaramados. Una vez en el nido tratando de retomar mi escritura, a la par que mis hijos hacen lo propio con su sueño, pienso un tanto pesarosa en si es posible atender algo más.

Precisamente, esa misma mañana escuchaba una entrevista en la radio al actor y director Juan Diego Botto en la que reconocía públicamente que había podido desarrollar su carrera, sobre todo en los dos o tres últimos años en los que ha obtenido importantes éxitos tanto en cine como en teatro, gracias a que su compañera, la periodista y escritora Olga Rodríguez, había renunciado a parte de su espacio y tiempo para cuidar de su hija. Hablaba del equilibrio, de corresponsabilidad y también de algo que me ha llamado mucho la atención, de la posición de privilegio.

Para mí es importante que un hombre haga tales confesiones en público, pues pone de manifiesto una realidad muchas veces acallada y silenciada incluso en el seno de las propias parejas. Muchas mujeres asumen, o asumimos, aún hoy el rol de la renuncia y la cesión de forma tácita, dando por hecha esa posición de privilegio a los hombres, por el hecho de serlo, en materia de crianza. Y sólo poder verbalizar esta prebenda ya es algo revolucionario, más aún cuando lo reconoce el propio beneficiario.

Es justo reseñar que en los últimos años se están dando algunos avances en materia de igualdad, tanto a nivel legislativo como social. Sin embargo, y aunque excepciones haberlas haylas, a pie de calle el principal peso del cuidado de los hijos se asume desde la maternidad, regalando a los padres esa disposición de libertad para poder continuar con sus vidas.

En este caso, aunque tengo que reconocer su implicación al cargo de nuestro primer hijo y en las tareas del hogar ahora que estamos de posparto y lactancia, mis días han quedado reducidos a pijama y sillón mientras que el Hombre del Renacimiento acude y atiende otros y diversos asuntos.

Y aunque, de algún modo, son momentos de intimidad y cariño únicos y maravillosos que, además, pasarán mas rápido de lo que parece, y que voluntariamente he asumido y hemos acordado, esto no me exime de cierta frustración, incluso llanto, en determinados momentos.

Suscríbete para seguir leyendo