Mamá está que se sale

Ana y Mía no son princesas

Elena Pajares

Elena Pajares

No vayas a creer que tengo algo en contra de ninguna princesa. A mí plin. Pero para que veas que no es oro todo lo que reluce y lo engañosas que son algunas palabras, resulta que Ana y Mía no son nombres de princesas, ni mucho menos, y además no tienen nada de ilustres en absoluto. No son personas de sangre real y, de hecho, ni siquiera son personas. ‘Princesas Ana y Mía’ son los nombres en clave que usan adolescentes (chicos y chicas) que sufren trastornos de la alimentación como anorexia o bulimia. Ana o Mía, son las formas de llamar a la ANorexia (Ana) o a la BuliMIA (Mia).

A través de estos nombres, comparten entre ellos tácticas, para mi gusto bastante poco recomendables, con las que aparentar que comen pero en realidad no, para pasar el mayor tiempo posible sin comida y que no se note, o los modos de proceder para no levantar sospechas. Todo ello con el fin de alcanzar esa belleza que ellos se imaginan en sus mentes, pero que es imposible de alcanzar en la realidad, sencillamente porque nunca llega el objetivo. Siempre hay que estar más delgado todavía.

Esto de la bulimia y de la anorexia no es nuevo en absoluto. Ya en mis tiempos había gente con ese problema, de hecho, de LadyDi decían que lo sufría, y se murió hace mil años. Sin embargo, el acceso hasta el infinito a través del móvil o de las tablets a contenidos no siempre recomendables han disparado el peligro de que adolescentes indefensos accedan a este tipo de información y caigan en esa espiral de autodestrucción.

Como vivimos en la era de la tecnología, las ‘princesas’ que buscan ser perfectas ya no se preguntan frente al espejo de su casa si son guapas. Ahora el espejo en el que mirarse son las redes sociales, y las respuestas que encuentran, como te puedes imaginar, ponen los pelos de punta. Cuando estas personas buscan saber quiénes son las más bellas, su espejito mágico no les responde que son ellas, pero sí les dice cómo convertirse en princesas. Consejos más viejos que el sol como esconder la comida en la servilleta, y otros increíblemente elaborados, conviven con refranes como «la que no vomita no es bonita» y otras perlas que no creerías que son ciertas.

Todo esto que te cuento quizá pienses que ya se ha terminado, y que eso era antes, que ahora hay gente que se dedica a interceptarlo y cortarlo. Pero no. El ingenio no siempre está al servicio de las buenas acciones, y las posibilidades que ofrece la tecnología, cada vez más sofisticada, permiten que este tipo de problemas, que no han venido con la pandemia ni con la revolución informática, sino que son propios de la condición humana, consigan adaptarse continuamente al medio en el que viven. Ya no los encuentras en las redes en la primera búsqueda, sino que usan grupos privados de whatsapp o de telegram, en los que los mensajes están cifrados para los ojos externos. Para seguir buscando su sueño, sin que nadie de fuera pueda detectarlos.

Al final, lo único que vale contra esos enemigos invisibles pero letales son los recursos de toda la vida: estar encima de nuestros hijos, hablar con ellos, educarles en hábitos saludables o machacarles si hace falta para que cuiden su cuerpo… y sobre todo, quererles como son y enseñarles que son valiosos por encima de todo. En una palabra, que al final es la fuerza del cariño la que gana.

Suscríbete para seguir leyendo