El zarandeo

La Murcia que viene ya está aquí

Gente que hace cosas y las hace bien y muy bien. Y lo más importante es que no quieren responder a la excepción, sino que parecen significar la cresta de un movimiento más profundo

Cristina Morano, en la gala de premios.

Cristina Morano, en la gala de premios. / Juan Carlos Caval

Ángel Montiel

Ángel Montiel

Hay una Murcia que no es la de los trepatrans, la de las listas de espera sanitarias, la del dinero público que en vez de estar en el bolsillo de todos los murcianos va a parar a la enseñanza privada o la del agua para todos que, convenientemente mezclada con nitratos, acaba en un Mar Menor para nadie. Hay una Murcia más allá del chipirrín, de la morcilla identitaria, del olor a sacristía cofrade y del murcianismo de amiguetes. Hay una Murcia que trasciende, también, a los populismos de toda laya, a los discursos de plaza de toros y a la censura y los prejuicios de las correcciones. Esa Murcia que todavía nos coloca allá donde Cristo perdió el gorro está presente, una y otra vez, en las páginas de política de los periódicos, pero un poco más adentro, si se tiene algo de paciencia, llegamos a las de cultura, y ahí estalla una Murcia luminosa, creativa, efervescente, bonica. Una Murcia que sobrevive y emerge por entre la molicie.

El pasado viernes se nos pintó la sonrisa en la gala de entrega de los premios Alfonso Décimo, destinados a las múltiples disciplinas de la cultura, una iniciativa estrictamente privada (con el apoyo de patrocinios, que para eso están las instituciones, claro es), por tanto libre, sin dirigismos oficiales, con jurados solventes e intergeneracionales, y sin corsés ideológicos ni relativos a tendencias. El muestrario de galardonados, que no es aquí lugar para relacionar, nos presentaba a un grupo de jóvenes unos, veteranos otros, hombres y mujeres que desvelan la existencia entre nosotros de una potencia creativa de primer orden cuyo valor se acredita dentro y fuera de estas lindes y sorprende por su originalidad y, en algún aspecto, por su genialidad. Gente que hace cosas y las hace bien y muy bien. Y lo más importante es que no quieren responder a la excepción, sino que parecen significar la cresta de un movimiento más profundo, como si resultaran la lava de un magma.

Así lo detectó Vicente Martínez Gadea, arquitecto, diseñador gráfico, pintor y escultor, nuestro renacentista de La Alberca, premiado por su trayectoria, cuando aludió, él que fue protagonista principal de la ‘movida’ de los 80/XX, a la existencia de una ‘re-movida’, que calificó como ‘el zarandeo’, concepto que me apresuro a copiar sin pudor, pues bien necesitamos ser espabilados con energía. En la cultura y en todo lo demás, ya que no podemos llevar eternamente el paso cambiado.

Como diseñador gráfico, Martínez Gadea nos enseñó en su día algo tan sencillo como que el secreto está en la tipografía y todo lo demás es una añadidura; como arquitecto, que la funcionalidad es básica, pero no el elemento exclusivo de una construcción, y como escultor que una silla no es un objeto que sirve necesariamente para sentarse. Y en la gala no pudo ocultar, porque su congénita generosidad se lo habría impedido, que destilaba más alegría por estar rodeado de brotes verdes que por su propio reconocimiento.

Otra emoción fue disfrutar de la escritora Cristina Morano, tan adusta y secante en sus textos, transformada en vibrante modelo de pasarela para mostrar sobre su vestido azul de Adolfo Domínguez un corpiño negro con la imagen crepuscular del caballito marmenorense, más el puño levantado como aceitunera altiva. Y sentir también uno como persona interpuesta de su padre ausente, mi tierno amigo Enrique Carbonell, el orgullo por el premio a su hijo Pablo por sus pozos de la nieve.

La Murcia que viene ya estaba aquí. Tal vez la novedad es que emerge sin pedir permiso.

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