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Belén Unzurrunzaga

Salud y Rock and Roll

Belen Unzurrunzaga

Toda clase de amor

Belén Unzurrunzaga.

El amor mueve el mundo» es una frase que para escribirles esta columna, ahora que llega San Valentín, ha venido a mi cabeza. Cuál ha sido mi sorpresa al descubrir que su autor es Stephen King, de su libro Apocalipsis, 1978: «El amor es lo que mueve el mundo. Es la única cosa que permite a hombres y mujeres seguir en pie en un mundo donde la gravedad siempre parece estar queriendo derribarlos, llevarles hacia abajo, hacerles arrastrarse». Quién diría que esta frase es del autor mundialmente conocido del cine de terror.

Ronda por mi cabeza su frase desde hace días, mientras le daba forma mental a esta columna, en la que quiero hablar de amor, aunque lo de los corazones y esas cosas a lo largo de mi vida haya sido como la película, una serie de catastróficas desdichas. Siempre he querido tener bien lejos a Cupido y a sus flechas, pero asumamos nuestras derrotas y no le echemos la culpa a un tipo que va en pañales y tiene poca puntería. 

Los escaparates se llenan de corazones en estos días, la Tagliatella tiene su pico de reservas más alto, las floristerías venderán rosas rojas a precio de sangre de unicornio virgen, caerán declaraciones de amor por redes y demás empalagosidades que no me van en absoluto, aunque todo mi respeto y admiración para quien celebre este día. Voy a tirar de tópico para decirles que el día de querer al prójimo son todos los días, aunque desde tiempos de la televisión en blanco y negro a alguien que tenía un negocio se le ocurrió que a esto del amor había que sacarle pringue y vaya si se le saca. 

Pero al margen de los clichés de un día en el calendario como es San Valentín, y mientras el ruido no cesa, las agresiones hacia la ministra Irene Montero traspasan todas las líneas. Hemos normalizado la corrupción desde la calle, y estamos aburridos de campañas electorales que llevan meses taladrándome la cabeza aunque aún no hayan empezado. El populismo y las mentiras de la extrema derecha siguen, y la política y su deshumanización cada día me provocan más desesperanza y tristeza.  

Yo me niego a que toda esta ponzoña me invada y, por un día, prefiero hablarles de amor. Amor de muchas clases, porque creo que realmente mueve el mundo y esta semana lo hemos visto tras el terremoto de Turquía y Siria. Y si no que se lo digan a los cascos blancos, que están día y noche buscando vidas entre los escombros y sacando a familias con una sonrisa y aplausos al devolverle la vida a personas que lo han perdido todo. Cómo cientos de voluntarios de todo el mundo se han desplazado para ayudar a un pueblo devastado por la naturaleza en la mayor tragedia sísmica que se recuerda en aquellos países. Este amor mueve el mundo, como dice Stephen King. 

O el amor por la sanidad pública y cómo el pueblo sale a la calle a manifestarse por su defensa, mientras vemos que lo público se desmorona y suceden tragedias por la falta de atención primaria y personal de salud mental. Nuestra sociedad está enferma y, mientras, nuestros políticos están matando lo que más deberíamos cuidar. Este amor también tiene que mover el mundo y proteger la sanidad pública, gratuita y de calidad. Y, sobre todo, proteger, querer y cuidar a nuestros sanitarios. 

Toda clase de amor, puede mover el mundo a pesar de todas las dificultades que la vida tiene y con las que convivimos. No dejemos que la rutina nos coma y se nos olvide decir «te quiero», dar ese abrazo y ese beso que quizás un día nos arrepintamos de no haber dado. El amor, cuando es sano y con respeto, suma todo el tiempo. El amor sin violencia, sin conflictos, sin discusiones, donde los momentos compartidos son chutes de energía. El amor a la pareja, a la familia, a los hijos y padres, a los amigos. Amor al trabajo, sentir pasión por lo que hacemos, amor a la vida, este amor, sin duda, mueve el mundo. Practiquémoslo. 

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