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ESCARABAJAL,-DIONISIO

Jodido pero contento

Dionisio Escarabajal

El modelo del Brexit fue siempre Singapur

Ilustración de Leonard Beard.

Hace ahora tres años que el Reino Unido se escindió formalmente de la Unión Europea. El aniversario viene marcado por el anuncio de previsiones revisadas del FMI (Fondo Monetario Internacional) según las cuales este país tendrá los peores resultados en términos de crecimiento económico del conjunto de países desarrollados y muy por debajo de la media mundial. Envuelto en generalizadas y simultáneas huelgas en sanidad y transportes, Gran Bretaña y su cuarto primer ministro en los últimos tres años, luchan por enderezar una situación social y económica cuyos principales responsables son los miembros del Partido Conservador, promotores del lamentable desastre que se inició con el referendum del Brexit y cuyas evidentes consecuencias intentan disimular ante la opinión pública recurriendo a las complicaciones por el Covid 19 o por la invasión de Ucrania.

La más clara proclamación del fracaso evidente del Brexit nos la proporciona el silencio vergonzante sobre el aniversario de los principales periódicos populistas, que han pasado sobre él como pisando un cartón de huevos. No así personajes como Guy Hands, un multimillonario financiero de la City, que ha calificado el Brexit como «un completo desastre que ha dañado partes muy importantes de la economía británica». Hablando en el tercer aniversario de la salida de la UE, el fundador de la compañía Terra Firma, en declaraciones recogidas por el diario británico The Guardian, afirmó que «ha sido una pérdida para las dos partes. La Unión Europea ha perdido en términos financieros, pero nosotros hemos perdido mucho también». «La realidad del Brexit es la de un puñado de mentiras», concluye. 

No es de extrañar que en unos pocos años la opinión del electorado haya cambiado bruscamente. Y no solo por la implacable demografía: los partidarios del Brexit eran viejos, se van muriendo, y los jóvenes que apoyaron mayoritariamente la permanencia adquieren la mayoría de edad electoral. De una diferencia de cuatro puntos a favor de la salida, hemos pasado a una de catorce puntos a favor de la reintegración en la UE, según las encuestas más fiables. Cosa que está muy lejos de poder suceder, debido al pánico escénico de los laboristas, que consideran algo muy negativo para sus perspectivas electorales reabrir el melón del Brexit, que recibió fuertes apoyos en circunscripciones que tradicionalmente les votaban.

Pero entre crítica y crítica de los tradicionales donantes del Partido Conservador, como el propio Guy Hands, se confirma cada vez más que lo que movió al núcleo duro de los conservadores a recuperar la independencia de Bruselas fue convertir a Gran Bretaña y especialmente su sector financiero londinense en una especie de ‘Singapur en el Támesis’, en expresión que hizo fortuna en aquellos debates. Si se analiza bien lo que hay detrás del ‘take back control,‘ no es otra cosa que la vuelta a la desregulación financiera que tan buenos resultados le dio a la City en los primeros años ochenta, de la mano del radicalismo conservador de Margaret Thatcher. Algunos políticos continentales también calificaron la desregulación como una nueva versión de las patentes de corso que la reina Isabel I de Inglaterra otorgaba a sus piratas para apropiarse de los tesoros de América transportados por los barcos españoles. 

La desregulación financiera provocó una eclosión financiera de la City, que encontró los recovecos legales que le permiten aún hoy en día dar cobertura a los múltiples paraísos fiscales que se asientan en los llamados ‘territorios británicos de ultramar’ y que acogen, como si de una lavandería financiera de enormes proporciones se tratara, el dinero sucio que generan a toneladas los corruptos y delincuentes del mundo. 

Con lo que soñaban los financieros británicos era ni más ni menos que con la soberanía recuperada que les permitiría insuflar nuevos bríos a la City londinense, camino de convertirse en un acólito de los otros dos centros financieros que le están sobrepasando con creces, Nueva York y Hong Kong, que no por casualidad se asientan y cuentan con el respaldo de las dos mayores economías del planeta, enfrentadas entre sí pero unidas en el objetivo de captar los capitales tanto productivos como meramente especulativos.

Los amos de la City contaban, y siguen contando, con que la inventiva y el know how financiero de sus traders y brokers les permitan permanecer operativos dentro de la Unión Europea. Al fin y al cabo, todos quieren y necesitan el dinero que fluye en la City, provenga donde provenga. Tanta es la potencia de Londres como centro financiero que, aunque no ha conseguido negociar unas nuevas relaciones estables y convenientes con Bruselas de momento, ha incrementado un 10% la facturación en servicios en los últimos tres años. 

El dinero llama al dinero y, aún habiendo perdido mano de obra cualificada y recursos de capital en favor de París, Amsterdam o Frankfurt, Londres se mantiene a pie firme como la industria que proporciona más de la mitad de la riqueza económica neta del Reino Unido, ocupando una minúscula porción de su territorio y acogiendo solo a una octava parte de su población.

Lo que no tuvieron en cuenta los dueños de la City, y ese fue su principal error, es que los militantes del Partido Conservador iban a impulsar a un personaje como Liz Truss a ocupar el puesto de primer ministro, y que esta iba a impulsar un presupuesto que mostraba a las claras y de forma nítida cual era el proyecto real detrás de las mentiras del Brexit. Este proyecto no era ni más ni menos que bajar los impuestos a los más ricos y desmantelar poco a poco la sanidad, la educación pública y, a la larga, toda la estructura estatal que da soporte al pionero y muy desarrollado estado de bienestar británico.

De la promesa más llamativa del Brexit (insuflar 350 millones de libras semanales a la sanidad provenientes de los fondos que se enviaban a Bruselas) habíamos pasado a un proyecto mastodóntico de recortes en el personal médico y el presupuesto sanitario para hacer más ricos a las mayores fortunas del país. No solo fueron los mercados los que se rebelaron contra los incoherentes presupuestos de Truss y su canciller Kwasi Kwarteng, imbuidos de mística ultraconservadora; fueron los propios ciudadanos los que se enfadaron cuando vieron todas las cartas del Brexit puestas sobre la mesa.

En resumen, todo un programa para convertir a Gran Bretaña en un Singapur a lo bestia. A quien haya visto El Sentido de la Vida, de los Monty Python, esta historia le sonará sin duda a la Aseguradora Permanente Crimson navegando por la City con la bandera pirata ondeando orgullosamente en el mástil de proa.

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