Mamá está que se sale

Casadita y con hijos

Elena Pajares

Elena Pajares

Casadita y con hijos te quisiera yo ver

Que soltera y curiosa cualquiera lo es

Es una pena que nadie le recitara a Marie Kondo esta perla del sabio refranero español. No sabes el alivio que sentí hace unos días cuando escuché que esta obsesa del orden sistemático de todo había dicho que no podía más con el dichoso orden de las narices, tras haber nacido su tercer hijo. Hasta ella ha dicho basta. Lo ha dicho en plan elegante, dice que ahora prefiere pasar más tiempo con sus hijos. Pero entre tú y yo, ¿no te la imaginas guardando con mala leche un puzzle que sus hijos se empeñan en tener esparcido por el suelo? ¿o recogiendo del suelo la leche del desayuno, esa que deja la fregona perdida y luego tienes que enjuagarla más cabreada que una mona? Pues eso. Yo me la imagino así, mordiendo el polvo. Como todos los mortales.

Cuando se puso de moda su método, me interesé mucho por saber si alguien había ideado una varita mágica que pusiera (y mantuviera) todo en orden al estilo de Mery Poppins. Yo estaba en lo más top de la crianza, ya tenía a mis tres hijitos, dos de ellos bebés, y mi casa estaba llena de artilugios. Para bañarles, para darles de comer, para dormir la siesta durante el día, para que jugaran y su mente se estimulara… Eso sin contar la de ropa y equipaciones varias que necesitaban y que había que cambiarles cada dos por tres. O cremas: ¿habré comprado alguna crema para la carita, para el culete, para los eccemas de la piel, para el sol…? Madre mía.

Qué decepción cuando vi que el método consistía en tirar todo lo que pillaras y ordenar después las cuatro chuminadas que te quedaban. Eso sí, muy al estilo japonés, dando las gracias por su fiel servicio a lo que tirabas y haciendo paquetitos minúsculos con lo que se salvaba del expolio. Cuando leí su libro pensé que la Marie Kondo no había inventado nada nuevo. Ordenar tirándolo todo lo hace cualquiera. De hecho, mis hijos ordenan su habitación echándolo todo a lavar. Yo creo que, si hubiera sido española, su método se habría llamado «a la mierda tó y que sea lo que Dios quiera». Un método que también trae felicidad. Todo limpio y despejado en un instante, y en la gloria te quedas.

Lo que te decía del refranero. No sabía esa pobre lo que es tener tres fieras. Es por naturaleza incompatible con tener la casa ordenada. Recuerdo un viaje que hicimos, para el cual pensé en hacer las maletas de noche, cuando se acostaran, porque temía tenerlos cerca. Íbamos a estar varios días, y tenía que llevar, imagínate, un cargamento de ropas de cambio y de chismes. Como mis hijas estaban en la edad de vestir a las muñecas con ropa de ellas mismas, sabía que si veían el ‘momento maleta’ no podrían resistirse a ponérselo todo a sus bebés. La de veces que me sacaron cosas de la maleta y la de manotazos que solté a diestro y siniestro. Y la de cosas que tuve que volver a meter, y comprobar otra vez si estaban. Qué lucha.

Lo que es posible que haya visto Marie Kondo es que el desorden no sólo no te molesta tanto cuando estás en la vorágine de la crianza, porque hay prioridades, sino que las cosas fuera de su sitio tienen vida y te hablan de las personas que la habitan y del tiempo que pasáis en casa haciendo lo que toque. Desde mi punto de vista, por cierto, una casa perfectamente ordenada es una casa muerta. Lo siento, pero tenía que decirlo.

Y, por cierto, en aquel viaje lo pasamos de miedo y se parten cuando les cuento el episodio de la maleta y los manotazos. Bendito desorden.

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