Tribuna libre

Huerta de Murcia: para que 1.200 años no sean papel mojado

Liliana Mellado Miñano - Huertana

Desde que mis padres se compraran, siendo yo muy pequeña, una casa en la huerta, me sentí fascinada por todas las tonalidades verdes que la rodeaban como un bosque, me encantaba poder comer fruta directamente del árbol y escuchar el agua pasando junto a nuestra casa por una acequia que conservaba la obra de adobe de cientos de años de antigüedad. Tocaba aquellos ladrillos y sentía su raspadura en los dedos como una conexión directa con lo ancestral. Ahora no solo vivo en la Huerta, sino que intento vivir de la Huerta: hemos reintroducido especies autóctonas de calabazas, fresas, coles, etc y comerciamos con esos frutos que nunca debieron perderse.

No soy la única, a menudo hablo con las vecinas y vecinos mientras abren los tablachos para regar a manta en Rincón de Seca, o paseo con grupos de huertanas y huertanos que, como yo misma, vencen la helor de la madrugada para nutrir sus habas, coles o pésoles. Mi amigo Antonio, de 72 años, nos ha explicado cómo echa en falta un verdadero apoyo de la Administración y una concienciación de toda la ciudadanía.

También José Antonio Micol, vecino de la Arboleja y miembro de la asociación Huerta Viva, nos ha contado que, a pesar de que el PGU de Murcia obliga a la conservación de los cauces tradicionales de riego, lo hace de forma muy genérica. Tanto es así que que durante muchos años fue ignorado por la Junta de Hacendados y por el propio Ayuntamiento. Visto así, todos los entubamientos se han realizado de forma ilegal. Y es que, nos sigue diciendo Micol, el Ayuntamiento debería ampliar la protección con una normativa más concreta y específica donde la rehabilitación y conservación de los cauces de forma natural sea una realidad, incluyendo también el suelo urbano para que las acequias y azarbes queden integradas como corredores verdes.

El modelo de agricultura de la Huerta es lo que ha definido a nuestro municipio y gracias a la obra de ingeniería de las acequias Murcia existe. Es esta red de canales lo que permite no solo regar hasta el huerto más lejano, sino también desaguar el agua sobrante de las lluvias torrenciales que asuelan periódicamente la zona.

Pese a contar con esta riqueza milenaria (el conjunto de las acequias se remonta a más de 1200 años atrás) hemos vivido de primera mano el poco interés que se ha tenido por conservar este patrimonio, quizás porque la miseria económica acompañaba al huertano desde tiempos inmemoriales. Pero han llegado tiempos nuevos, el cambio climático se ha convertido en una amenaza para la Humanidad y los modelos de producción de alimentos ecológicos y tradicionales deben obtener un sitio primordial en la economía del país.

Las personas que amamos nuestra Murcia hemos celebrado el avance de protección legal y patrimonial obtenido por nuestras acequias bajo la figura de Lugar de Interés Etnográfico, pero a las y los que las hemos vivido de cerca nos resulta escaso. Primero porque solo afecta a las acequias Mayores de la Huerta de Murcia (la Aljufía y la Barreras o Alquibla), que solo serán protegidas durante su curso por los municipios de Alcantarilla y Murcia. Pero segundo porque la Huerta sigue abandonada, y las pocas familias y empresas que trabajamos en ella no podemos competir con productos subvencionados y fabricados ‘en serie’, con pesticidas y máquinas robóticas.

Pedimos al Ayuntamiento de Murcia que se moje, que la huerta sea una parte importante de la concejalía de Urbanismo, Medio Ambiente, Agua y Huerta. Con un amplio equipo de trabajo, con propuestas reales de desentubamiento de las acequias, de vigilancia de la limpieza de los meandros, de la propia conservación de las que aún riegan la huerta, con un convenio actualizado de colaboración con la Junta de Hacendados, con un apoyo real al huertano que produce y comercializa los frutos autóctonos y con una revisión de los planes urbanísticos que hagan crecer a nuestra ciudad sin destruir los pulmones que la sustentan, nuestra Huerta.