Pasado de rosca

La buena periodista

Sofía Casanova.

Sofía Casanova. / L.O.

Bernar Freiría

Bernar Freiría

Si me preguntaran qué cualidades tiene que reunir un buen periodista responderé que debe tener buen ojo para ver bien la noticia; sensibilidad para no quedarse en lo superficial y lo anecdótico; criterio para formarse un juicio sobre la realidad, y buena pluma para escribir la noticia. Sí, digo escribir porque una buena crónica, independientemente de que se publique en un medio escrito, en la radio, en la televisión o como podcast, debe escribirse siempre. La escritura permite el sosiego del análisis y la reflexión y evita la perniciosa improvisación a la que nos suele llevar la simple oralidad.

Recientemente reflexionaba en TVE Alfonso Armada, presidente honorífico de Reporteros sin Fronteras, sobre las dificultades de retrasmisión de las crónicas en el pasado frente a la facilidad actual que permite la utilización de los medios satelitales y sobre cómo eso había influido en el mensaje. Inmediatez se ha convertido frecuentemente en sinónimo de brevedad y superficialidad. Cuando había que hacer cola o esperar hasta que al periodista le tocara el turno para poder retrasmitir era posible elaborar la crónica con más cuidado y atención, con más sosiego y profundidad.

Magníficos escritores fueron corresponsales de los conflictos armados que han forjado la historia, y por ende, la realidad de nuestras sociedades actuales. Baste con mencionar a Ernest Hemingway, George Orwell o Robert Capa, que cubrieron nuestra guerra civil, para tomar conciencia de la calidad literaria que ha tener una buena crónica. También en España hemos tenido magníficos corresponsales. Algunos de ellos muy conocidos, como Manu Leguineche, y otros en vías de recuperación, como el hasta hace poco del todo ignorado Manuel Chaves Nogales.  

Acaba de publicarse Sofía Casanova, de guerra, revolución y otros artículos, una recopilación de crónicas de Sofía Casanova en una coedición de La Umbría y la Solana y Los Libros de Fronterad. Casanova es una perfecta desconocida para casi todo el mundo y, sin embargo, es una gigantesca figura de la literatura y el periodismo. Fue la primera mujer corresponsal de guerra que contrató un periódico español, el Abc. La poeta, novelista y dramaturga Casanova, nacida en 1861 en Galicia, tuvo una vida azarosa que la llevó a residir en varios países del centro y el este de Europa y a dominar seis lenguas, además del gallego y el español nativos. Vivió y envió magistrales crónicas de las dos guerras mundiales, del periodo de entreguerras y de la revolución rusa. Una de las escasas entrevistas que concedió León Trotski fue precisamente la que Casanova publicó en español. Los horrores de la revolución soviética la llevaron a desconfiar de la proclamación de la Segunda República en España, temiendo que seguiría el mismo camino que Rusia, lo que fue utilizado por el bando franquista en la guerra. 

Conservadora como era, su sensibilidad no le impidió denunciar las atrocidades que los nazis cometieron con los judíos. Precisamente esa denuncia fue con toda probabilidad la causa de que se iniciase su olvido. El periódico que la había contratado dejó de publicar sus crónicas, porque en la España de Franco no se podía poner en tela de juicio a la Alemania hitleriana. Sin embargo, Sofía Casanova, que en su día fue propuesta para el Premio Nobel, casi ciega siguió escribiendo prácticamente hasta su muerte, acaecida a los 96 años en Polonia.  

Es lamentable y grave que una testigo y cronista de excepción de la primera mitad del siglo XX europeo hoy sea una perfecta desconocida entre nosotros. No está el periodismo español sobrado de la mirada sagaz, la sensibilidad, el buen criterio y la magnífica pluma que rezuman por los cuatro costados los artículos de Sofía Casanova que se publican en el libro que comento.

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