Erre que erre (rock and roll)

Por buscona

Ilustración de Leonard Beard

Ilustración de Leonard Beard

Jutxa Ródenas

Jutxa Ródenas

Esta mañana salí a tomar algo a la parte de atrás del hospital y me quedé absolutamente paralizada. Era imposible no escuchar la agitada charla que mantenían dos personajes que ya habrían quedado obsoletos viviendo en Paleolítico Medio, pero mire usted por dónde, me los he tenido que cruzar. Jamás escuché una conversación tan desagradable en la que se denigrase más a una mujer, a la mujer en general. He querido acercarme con toda la intención de cantarle las cuarenta, pero su risa de hiena y sobre todo su cara casi me provocan náuseas. Así que he optado por mirarlos fijamente con la condescendencia que sólo se aplica a un condenado cuya familia jamás lo visitó en prisión.

Casandra fue sacerdotisa de Apolo, con quien pactó, a cambio de un encuentro carnal, la concesión del don de la profecía. Sin embargo, cuando accedió a los arcanos de la adivinación, Casandra rechazó el amor del dios; éste, viéndose traicionado, la maldijo escupiéndole en la boca: seguiría teniendo su don, pero nadie creería jamás en sus pronósticos, como este par no han creído a la chica que, según su criterio, ha osado denunciar a un intocable.

Hay hombres que literalmente odian a las mujeres, su misoginia roza el delito, piensan que las opuestas, por el hecho de serlo, nacen ya con el gen de la manipulación, la maldad y el interés intrínseco. Y eso es muy peligroso. Creer que la lucha feminista cuya intención es llegar a una lejana igualdad les convierte en culpables por defecto, no es más que una señal que delata su congoja a quedarse sin sexo previo pago, porque tristemente es a lo único que más de uno puede aspirar.

Mi cometido jamás ha sido atacar desde mi posición a ningún hombre que no se lo haya buscado previamente, pero éstos han ido demasiado lejos. Y cuando el trato recibido es absolutamente degradante, cuando la humillación sobrepasa todos los límites, no nos podemos quedar de brazos cruzados. Decir que ante todo desde aquí se respeta el derecho de la presunción de inocencia de cualquier persona mientras no se demuestre lo contrario, lo que no justifica un ataque a la que hoy es la supuesta víctima. La que, gracias a una sociedad que se ha levantado tendiendo puentes para que las agallas que supone denunciar a un agresor sexual no caiga en un vacío, ha gritado basta.

Algo está cambiando, sigue siendo alarmante que en pleno siglo XXI, sigamos educando a las niñas desde pequeñas y a las mujeres siendo adultas a no ser violadas, en lugar de educar a los niños y a concienciar a los adultos a no violar, que entiendan, la minoría que lo deba entender, que el acceso al cuerpo de las mujeres sin consentimiento no está bien, no es correcto, no es cívico, es inmoral y es delito. Pero de alguna manera, hemos encendido una luz que guía a esas cuatro mujeres que son violadas al día en este país, empezamos a allanar el camino.

No es de recibo que un 44% de mujeres den muestra de haber sufrido algún tipo de violencia sexual a lo largo de su vida, esto tiene que parar aquí.

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