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Vargas Llosa y el desamor

Alberto Sáez

Mario Vargas Llosa es un gigante de la literatura. Su nombre figura en lo más alto, tanto a nivel universal como especialmente de la literatura que se expresa en lengua española. Y más concretamente de la que surgió en la Barcelona de los años 70 junto a la de Gabriel García Márquez al amparo de Carlos Barral como editor y de Carmen Balcells como agente literaria. Pero, más allá de su literatura, Vargas Llosa ha sido un activista político e intelectual que ha querido representar un liberalismo no solo económico sino también moral en el ámbito de los derechos individuales de todo tipo. Como tantos otros, Vargas Llosa ha acabado convertido en personaje, de manera que la gente no solo se ha interesado por sus libros sino también por su vida, pública y privada.

Instalado entre Madrid y París, en la última década ha sido la pareja sentimental de la gran celebrity española de todos los tiempos, y más desde la muerte de Lola Flores: Isabel Preysler, que acumula en su currículum piezas sentimentales de caza mayor como Julio Iglesias, el marqués de Griñón y Miguel Boyer. La mitología sobre sus artes amatorias y sobre su inteligencia es de sobra conocida. Pero Preysler también es un personaje y, en el momento de la ruptura con Vargas Llosa, ha sido fiel a su trayectoria y la ha filtrado a la revista ¡Hola! con el sesgo de su punto de vista. Al nobel de Literatura le cuesta moverse en este fango y lo ha hecho con su mejor arma, la escritura, y ha quedado para la posteridad que las claves del desamor están en el cuento Los vientos que LA OPINIÓN republica hoy en la sección de Cultura y Sociedad y que es ahora la comidilla del mundo literario. 

Más de uno, después de repasar en la sobremesa este episodio, habrá considerado exagerada la publicación. Les respondería con una frase del maestro Lorenzo Gomis: «Noticia es el relato de un hecho que interesa hasta el punto de suscitar comentarios». 

Pues eso. 

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