Lo veo así

Malos tiempos para las bibliotecas

Pity Alarcón

Pity Alarcón

Me gusta oír la radio, tanto como leer LA OPINIÓN todos los días. Podría decir que me acuesto y me levanto con ella, excepto cuando pierde estrepitosamente el Madrid con el Barcelona: entonces la apago para que no me perturbe el sueño.

Oyente de la radio, incluso los fines de semana, en los que busco otras cosas en el dial distintas a las noticias. Cosas que yo encuentro de la mano de Javier Del Pino, en el programa A vivir que son dos días, de la SER. Y el pasado sábado sorprendía con una entrevista a dos profesores de la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense de Madrid para reflexionar sobre el futuro de la profesión y las inquietudes de los futuros profesionales. Y escuché con mucha atención la intervención de esos profesores, porque en esa Facultad cursé mis estudios de periodismo, allí fue donde en determinadas clases discutíamos sobre diversas lecturas y allí fue, también, donde tuve la oportunidad de descubrir la importancia que una biblioteca puede llegar a alcanzar en tu vida.

No todos los alumnos gozan en sus casas de un lugar idóneo para estudiar y la biblioteca se transforma en ese sitio imprescindible para hacerlo, sí, pero sobre todo se convierte en ese espacio en el que vas formando un pensamiento crítico que te permite, a lo largo del tiempo, pongamos por caso, escuchar las interesantes charlas que el programa de Del Pino nos ofrece y en las que intervienen los corresponsales Hans-Günter Kellner, Mathieu de Taillac, Íñigo Domínguez y Ana Fuentes, con una cierta capacidad de análisis.

Pues bien, uno de esos profesores invitados del sábado sorprendía a los oyentes, a los contertulios también, diciendo cosas como que sus alumnos no leen, pero no es que no lean periódicos, es que la mayoría de ellos no leen nada. Y ante la sorpresa mostrada por los corresponsales (uno de ellos apuntó que cémo se puede ser periodista sin leer) el profesor, que forma parte del departamento de Periodismo y Comunicación Global de dicha Universidad, lo justificaba diciendo que estamos en otros tiempos, que esos alumnos tienen otros medios para informarse, para formarse, apuntando a Internet. Que yo respeto que ese profesor le tenga tanta fe a los nuevos medios de comunicación (está en un grupo de investigación y análisis de Internet en el periodismo), y también llego a comprender la importancia de los mismos como medios masivos de comunicación digital, con muchísimas utilidades, por supuesto, pero qué quieren que les diga, que un profesor de Universidad defienda con calor el hecho de que estudiantes de periodismo no lean prensa escrita, no lean nada, no alcanzo a comprenderlo.

Como tampoco alcanzo a entender que desde la consejería de Educación del Gobierno de Murcia (confiemos en el nuevo consejero), no se tome la decisión de impedir que la biblioteca infantil del colegio Mariano Aroca sea cerrada para instalar un aula. Un intento de cerrarla que tiene a los padres de los alumnos en ascuas, porque ellos sí han comprendido la importancia que una biblioteca tiene en un centro educativo: ellos sí saben (del director del centro también habría que esperarlo) que una biblioteca es un lugar para estudiar, pero, sobre todo, es un lugar para descubrir el mundo, para amar el conocimiento, para formarnos como personas, para hacer crecer en el ser humano ese sentido crítico al que hacíamos referencia al principio.

La semana pasada, un grupo de padres y madres se situaba frente al mencionado centro educativo portando carteles en los que se podían leer «necesitamos nuestras bibliotecas» y «sí al aula abierta, pero no en la biblioteca». Mensajes sencillos y claros que esperamos puedan ser comprendidos por quienes tienen la obligación de mostrar una mayor sensibilidad hacia la importancia de las bibliotecas. Víctor Marín, el nuevo consejero de Educación, debería de estrenarse arreglando este despropósito.

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