Divinas palabras

Una teología de vida

Bernardo Pérez Andreo

Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo… He contemplado al Espíritu que bajaba del cielo como una paloma, y se posó sobre él. 

Evangelio del 2º Domingo del Tiempo Ordinario. A. 15-01-2023.

El discurso que el Evangelio de Juan pone en la boca de Juan el Bautista para justificar el bautismo de Jesús es una elaborada redacción teológica tardía que permite a la comunidad joánica situar la vida y obra de Jesús en los parámetros de la acción divina entendida dentro del marco del pensamiento judío. Lo que Juan dice a su comunidad es que Jesús es el Hijo de Dios enviado para el perdón del pecado, por eso debe someterse a los hombres para así ser nuestro Salvador. De esta manera conecta el bautismo con la muerte, porque se califica a Jesús como el Cordero de Dios, el que será sacrificado para el perdón de los pecados. Vemos que el evangelista vincula el bautismo de agua con el bautismo de sangre, dando pleno valor a este último y reduciendo aquel a un prolegómeno. Jesús es el Salvador de los hombres porque se ha ofrecido en sacrificio, el único sacrificio válido ante Dios.

Esta teología solo puede ser comprendida desde la perspectiva judía. Cuando se la separa de ella se cae en el ensalzamiento del sufrimiento y en una teología que justifica la mortificación como medio de agradar a Dios. ¡Nada más lejos de Jesús! Jesús vivió como uno más de su pueblo, un humilde y sencillo, un pobre más, que trabaja con sus manos y se gana el pan con el sudor de su frente hasta que organiza un movimiento para el Reino de Dios en el pueblo. En ese momento recorre Galilea dando de comer a los hambrientos, sanando a los enfermos y anunciando el Reino. 

Se trata de un anuncio gozoso para los pobres porque el Reino supone la vida en plenitud para los que nada tienen a partir de compartir lo que son y lo que tienen, como demostró en el episodio de la división de los panes y los peces, donde todos se saciaron y aún sobró para el resto del pueblo. Porque, con el proyecto del Reino, lo poco basta para saciar las necesidades, mientras que en el Reino de este mundo, lo mucho no alcanza para cubrir las avaricias de los poderosos.

La muerte de Jesús, su ajusticiamiento por parte del poder, no es voluntad de Dios. Tampoco es voluntad de Jesús ir a la cruz, pues pidió no apurar ese cáliz. La voluntad de Dios y de Jesús es que podamos vivir con amor y misericordia en medio de un mundo de justicia, eso es el proyecto del Reino. Ante ese proyecto se rebela el Reino de este mundo y ejecuta a Jesús. La prueba palpable de que Dios no quiere esa muerte es que actúa resucitando a Jesús. Quien ya está por siempre sentado a la derecha del Padre y vendrá con gloria para dar cumplimiento definitivo al proyecto del Reino que ahora acogemos los cristianos como proyecto de la Iglesia.

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