Cartagena DF

Dos mujeres, un hombre y tres destinos

Andrés Torres

Andrés Torres

Domingo, 28 de mayo, elecciones municipales y autonómicas. Apúntenlo en sus recién estrenadas agendas, vayan o no a votar, porque pocas veces ha estado tan interesante ni ha habido tanta incertidumbre sobre los resultados y, sobre todo, sobre qué harán con ellos unos y otros para poder gobernar, si habrá pactos sorpresa, inesperados o interesados, según el reparto de sillones que establezcamos los ciudadanos en las urnas. Pero, por mucho que nos guste hacerlas, vamos a dejar las quinielas y las conjeturas sobre alianzas para más adelante, cuando comience la lluvia de sondeos al respecto, que está al caer.

De lo que sí va siendo hora es de hacer balance del pacto antinatura que surgió de los pasados comicios de 2019 en Cartagena, del que nació un tripartito liderado por la popular Noelia Arroyo y la socialista Ana Belén Castejón y reforzado por el necesario apoyo del ciudadano Manuel Padín. En realidad, aquel acuerdo, por muy sorprendente que pudiera resultar de cara al exterior, por aquello de que se unían rivales de siglas políticas irreconciliables, las del PP y las del PSOE, no se vio tan asombroso en los corrillos de nuestra ciudad, donde muchos intuían que podía producirse, contra un enemigo común, José López, de MC. La victoria del cartagenerista, al ser su partido el más votado, auguraba una alcaldía como aquella primera tras su pacto con Castejón, pero ni la socialista ni Arroyo ni Padín querían pasar de nuevo por un mandato con López como presidente de los plenos y optaron por una especie de Fuenteovejuna que truncara la llegada al sillón de alcalde del líder de MC. Esgrimieron que era lo mejor para la ciudad y muchos se alegraron de que se produjera aquel pacto, mientras que sus detractores sostenían que era fruto únicamente de intereses personales. Les dejo que jusguen ustedes este punto.

En lo que creo que sí hubo mayoría entonces fue en señalar quién era la principal beneficiada de la forzada formación del tripartito. Entendidos y otros que no lo son tanto señalaban que Arroyo era la que más tenía que ganar de la extraña alianza. Cuatro años después, los resultados y la situación de los tres cabecillas de este triunvirato municipal habla por sí sola.

Como la actualidad manda, empecemos por quien ocupa la alcaldía en este momento, Noelia Arroyo, y su estrenado nombramiento como miembro del comité de campaña de Alberto Núñez Feijóo para perfilar el programa municipal del PP. La designación evidencia el valor y la confianza que el partido deposita en nuestra regidora y supone un tremendo espaldarazo para ella como candidata a renovar la alcaldía el próximo mes de mayo. Por si este empujón fuera poco, cabe recordar que este apoyo a la presidenta popular en Cartagena procede de la formación independientemente de quién la lidere. A este respecto, cabe recordar que el día en que Arroyo se hizo con el bastón de mando, hace poco menos de dos años, acudieron a apoyarla el entonces máximo responsable del PP, Pablo Casado, y su número dos, Teodoro García Egea. Además, tras la toma de posesión, se celebró una cumbre de alcaldes populares de todo el país en nuestra ciudad, con Arroyo como anfitriona. Fue algo así como la alcaldesa de los alcaldes. Y, por si eso no era bastante, tres meses después, Casado incluyó a Cartagena como una de las paradas estratégicas de la mediática convención nacional. Ahora, el exlíder del PP y su escudero han pasado a mejor vida en esto del mundo político, por enfrentarse a la todopoderosa Ayuso, pero el protagonismo de nuestra alcaldesa no se ha resentido con el cambio de poder en las filas populares, como queda demostrado con esta reciente designación. Todo este reconocimiento es el botín con el que Noelia Arroyo ha sido premiada por su partido tras ese pacto de hace cuatro años, que la ha llevado, en tan solo dos como alcaldesa, a ser una pieza importante del engranaje nacional del PP. ¿Quién sabe? Como ya se rumoreó en numerosas ocasiones con Pilar Barreiro, quizá Arroyo podría tener hueco en un hipotético gobierno de Feijóo tras las elecciones nacionales de final de este año. Pero eso es aventurarse mucho. ¿O no?

La otra cara de la moneda la pone Ana Belén Castejón. Su sonrisa casi permanente y su optimismo no ocultan que ha pasado de codearse con los de arriba a competir por arrancar al menos un sillón en los plenos que, tal y como está el panorama, podría ser muy valioso y, al menos, mantenerla en la palestra. Su positividad, que ha llevado incluso al nombre de su nuevo partido, Sí Cartagena, contrasta con la negación de su antigua formación, el PSOE, a perdonarla por morder la manzana del pacto prohibido y condenarla al ostracismo de las minorías. Lo que no se puede negar es que se lo esté currando, por lo menos en lo que se refiere a difusión y promoción de las nuevas siglas. No para. En cualquier caso, corresponde ahora a los cartageneros valorar o no su sacrificio «por el bien de nuestra ciudad» y las urnas tendrán la última palabra sobre su futuro inmediato, para resarcirla o defenestrarla.

El caso Padín es otra historia, aunque salpicado también por los desmanes y rabiosa actualidad de su partido, en busca del candidato perfecto, porque aún no se han percatado de que lo imperfecto ya no son solo las personas que lo encabezan, sino la formación en sí, pese a que se resisten a morir políticamente y siguen jugando al exhibicionismo, al que ya nos tiene acostumbrados, con sus últimos estertores. En realidad, su líder municipal, ha estado casi siempre al margen de toda polémica y, ahora dice que se va. Se va, pero no lo deja, o al menos no quiere dejarlo, porque abandona Cs, pero deja las puertas abiertas de par en par a seguir en esto de la política. Por lo menos, no las ha cerrado de un portazo al ser preguntado al respecto. Lo que nos falta en Cartagena es que Padín cree su propio partido y concurra a las elecciones y la baraja se rompa más todavía. Al final, va a ser imposible seguir jugando, aunque habría que recordarles que esto de gestionar no es ningún juego, pero sí es muy importante lo que está en juego.

Decía José María García que el tiempo da y quita razones. Se le olvidó añadir que las urnas también, aunque no estemos de acuerdo con lo que salga de ellas. Vayamos tomando nota, que las elecciones son como los fantasmas de la ochentera Polstergeist: «¡Ya están aquí!». Esperemos que no den tanto miedo.

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