Plaza Pública

Larga vida a la Orquesta Sinfónica

Francisco Saura Pérez

Francisco Saura Pérez

El pasado 4 de enero se celebró en el Auditorio Regional el Concierto de Año Nuevo de la Orquesta Sinfónica de la Región de Murcia, bajo la batuta de José María Moreno, director de la Orquesta Filarmónica de Málaga. El programa fue tan previsible como sublime para un concierto de estas características, que no se sale mucho de la tradición vienesa de año nuevo: la familia Strauss y, en menor medida, Linkus y Gounod.

No obstante la previsibilidad, los presentes disfrutamos de un repertorio musical alegre y festivo, con un público que acompañó en todo momento, en un ambiente muy diferente de la sala Narciso Yepes vacía del Concierto de Año Nuevo de 2022, a causa de la pandemia que tanta desesperanza y tristeza ha causado a la Humanidad.

Vivimos tiempos de zozobra, de guerra, de resurgimiento de ideologías que provocaron la hecatombe de la primera mitad del siglo XX en el continente europeo. Pero la música sigue ahí, acompañándonos en momentos en la que la necesitamos, como el resto de manifestaciones culturales, para sobrellevar los oscuros nubarrones del nacionalismo revivido, y el anatema que padecen ‘los otros’, sean estos minorías de cualquier tipo y condición.

La Marcha Radetzky, de Strauss padre, compuesta en 1848, el año de las revoluciones burguesas, el año en el que Irlanda seguía padeciendo la Gran Hambruna, fue interpretada por nuestra orquesta sinfónica regional en dos ocasiones. No estábamos en la Viena del 1 de enero de cada año, tampoco en el Imperio Austro-Húngaro, ese imperio decadente que añoraron con tanto ahínco Stefan Zweig y Joseph Roth, dos judíos de trágico destino, en su respectiva obra literaria. Tal vez poca gente sepa que el escritor vienés se suicidó en Brasil, que Roth falleció alcoholizado en el París de mediados de 1939, y que su mujer fue asesinada en aplicación de las leyes eugenésicas nazis.

Tal vez, mientras sonaban los valses y se reinterpretaba la composición de 1848 de Strauss padre, pocas personas del público recordaron El mundo de ayer de Zweig o la novela La Marcha Radetzky de Roth. Acaso tampoco fueran muchas las que supieran que Roth nació en Brody, en la actual Ucrania, en una región del Imperio Austro-Húngaro, Galitzia, crisol de razas, idiomas y culturas. Las dos guerras mundiales del siglo XX acabaron con esa Europa en las que convivían pacíficamente en un mismo espacio naciones muy diferentes, ese ‘mundo de ayer’ que ya no volvería, que era irrecuperable y que su pérdida era incompatible con el deseo de vivir.

Se ha escrito muchas veces que la cultura es nuestra única salvación, la creatividad humana que nos permite amar, disfrutar de la belleza en todas sus manifestaciones, mantener un diálogo permanente con los demás sobre esos otros mundos que nos maravillan, y nos hacen cómplices hablando aún idiomas diferentes o profesando credos ininteligibles. En estos tiempos de zozobra, es necesario asirse a la tolerancia y a la complicidad de esa parte del espíritu humano capaz de crear belleza con la música, con la palabra, con la pintura y la escultura, con todo aquello que de alguna manera nos aleja del mundo animal.

José María Moreno agradeció al público su complicidad y alabó en todo momento a la Orquesta Sinfónica, a los ‘profesores músicos’ un tesoro para toda la ciudadanía murciana utilizando sus palabras. «Cuidadla, cuidadla», nos exhortó en un momento dado. Fue una velada maravillosa, ese tiempo placentero que desearíamos detener para saborear esa eterna paz que dentro de no sé sabe cuántos siglos nuestros descendientes podrán disfrutar, si realmente optamos por ser los buenos antepasados de los que nos habla el filósofo Roman Krznaric en su obra.

Mientras tanto, que la Orquesta Sinfónica de la Región de Murcia siga entre nosotros, se acerque a los colegios e institutos de la consejería de Educación para difundir la música clásica, y nos enseñe de nuevo que el género humano puede ser sublime entre tanta miseria moral e ideológica que de tiempo en tiempo resucita entre nosotros para hablarnos de tragedia y devolvernos a la barbarie. Y sobre todo que su trabajo sea recompensado con un sueldo digno, cosa que no ocurre en la actualidad.

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