QUEMAR DESPUÉS DE LEER

La cara oculta de San Francisco

Laura Fernández

En San Francisco salen cada día desde el muelle 39 un puñado de enormes barcos desde los que turistas de todo el mundo avistan ballenas. El avistamiento de ballenas es uno de los atractivos de la ciudad de los tranvías y las calles con aspecto de montañas rusas que concentró la euforia beatnik (sigue abierta la librería con sello editorial que reunió a los clásicos, Ginsberg, Burroughs, Kerouac, y hasta Richard Brautigan, antes de que lo fueran: City Lights) y que en algún momento de los años 60 se convirtió en sinónimo de libertad, y después en el de la lucha por ella: primero llegaron el Verano del Amor y los hippies, y luego el concejal Harvey Milk y el movimiento por los derechos de los homosexuales. De nada de todo eso habla William T. Vollmann en Putas para Gloria (H&O Editores).

Y, pese a ello, está considerada una de las cinco mejores novelas ambientadas en San Francisco que se han escrito jamás, según The Guardian. La lista obvia Los viernes en Enrico’s, de Don Carpenter (Sexto Piso), que amplía la luminosa y autodestructiva influencia de la ciudad a aquellos que han decidido dedicarse a escribir. Y, sin embargo, incluye la extrañísima (porque es a la vez divertida y sórdida y experimental) Homeboy, de Seth Morgan. Seth Morgan había hecho de todo antes de ponerse a escribir y no pudo hacer mucho más después. Murió el mismo año en que se publicó Homeboy, 1990. Era conocido en la ciudad porque era el prometido de Janis Joplin cuando Janis Joplin murió. Una pequeña leyenda que, sobre todo, conocía los bajos fondos.

CHULOS, TRAVESTIS Y PROSTITUTAS. De los bajos fondos es de lo que habla Vollmann en Putas para Gloria, novela de incómodo título que puede entenderse como una introducción (no por ello menos macabra, y a ratos, insoportablemente profunda) a su obra magna, La familia real (Pálido Fuego). Existe una razón por la que cualquier novela de Vollmann no es exactamente una novela, sino casi una experiencia inmersiva en otro mundo y es que el autor conoce muy bien el material con el que trabaja. Es decir, si está hablando de la vida en la calle, de chulos, travestis y prostitutas, es porque él mismo, como seguramente el propio Seth Morgan, ha estado entre ellos, como cliente, pero también como confesor, y amigo, y hermano bastardo.

Por más que se rehúya hablar del asunto en sus perfiles mediáticos (apenas hay información sobre él, y no ha concedido demasiadas entrevistas, quizá porque se le teme como se teme a aquel que vive al margen del sistema y no puede evitar bombardearlo con casi cada frase que pronuncia) sufre casi una obsesión clínica por la prostitución y lo que la rodea, y expone una y otra vez lo complejo y abismal de ese mundo, tan oculto a simple vista, como si fuese el único que existe.

Vollmann toma como nadie el pulso a las atrocidades, la oscuridad, y lo doloroso de ese mundo convencido de que la inadaptación sistémica es su única salida. Pero ¿lo es? ¿Se han apartado los personajes de Putas para Gloria de la sociedad, o ha sido la sociedad la que los ha apartado?

EXPLORANDO EL ABISMO. Digamos que, en algún momento, alguien se cruzó en su camino y les dijo que las cosas podían ser distintas. Y que, como en un siniestro relato de los hermanos Grimm, le creyeron. Y sí, las cosas fueron distintas, pero no de la manera en que esperaban que lo fueran. Vollmann explora el mismo abismo que explora The Deuce (la serie de David Simon y George Pelecanos, en la que reina la siempre brillante Maggie Gyllenhaal, en un personaje de lo más vollmanniano, la prostituta que llega a directora de cine porno), y lo hace, como aquella, en sus propios términos, y tal vez por eso sea durísimo asomarse a él, a la historia de Jimmy, el tipo que busca a una prostituta imaginaria y lo único que consigue son migajas del resto mientras recopila recuerdos felices de sus vidas pasadas.

Como curiosidad, el potente personaje de la durísima agente Laredo (de incógnito en la calle), y su fascinante parecido con la Mike Hoolihan de Tren nocturno, de Martin Amis. Y, por supuesto, la condición de Vollmann de explorador salvajemente herido. Porque hay una razón por la que al escritor de Los Ángeles (que este año cumplirá 64 años) le interesa la forma en que alguien puede sobreponerse a todo tipo de sufrimiento, y a la violencia que simplemente aterriza en tu vida sin más, y es que, cuando él tenía 9 años, su hermana pequeña, de 6, se ahogó en un estanque. Se suponía que él tenía que vigilarla. Estaban solos. ¿Se aparta uno de la sociedad, o es la sociedad la que lo aparta?

A veces, quien se cruza en tu camino eres tú mismo.

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