Carta de un expresidente

De jarrón chino a pato cojo

Por un camino sin fin se va a ninguna parte, como un tren sin destino. El camino de España está escrito en nuestra Carta Magna y los españoles no están dispuestos a abandonarlo

Lame Duck.

Lame Duck. / L.O.

Alberto Garre

Alberto Garre

El pasado año 2022 tiene el encanto político de haberlo superado, de los recuerdos infames que hacen una delicia haberlo dejado atrás. El reciente año 2023, de corto presente y largo futuro, seduce por ser una incógnita que escandila nuestra curiosidad. A ese encanto lo llamamos esperanza, que nunca se ha de perder.

El 23 es cantado en los ciegos como ‘el melón’ y España, políticamente, es hoy como un melón por abrir. Acabamos de adquirirlo, no conocemos su textura ni sabor, no tiene la apariencia de ser un melón excepcional, pero tampoco la funesta realidad de estar podrido, como el anterior, el 22.

El 22, ‘los patitos’, fue un año triste para España, un período que consagró como pato cojo a Pedro Sánchez. Se denomina en política pato cojo a alguien con un cargo electivo al que se aproxima la fecha de dejarlo. Todos los dirigentes políticos han recibido ese apodo al final de su mandato.

Los gobernantes debieran asimilar el día de su llegada al poder que, a su colocación personal en un lugar privilegiado, como un jarrón chino en el principal mueble del comedor, le seguirá un día donde, acabado su mandato, aún constituyendo un valor político, mutarán en objetos de difícil colocación porque estorban en todos sitios.

En un sistema democrático, el político debiera tener siempre presente que a la victoria sigue siempre inexorablemente la derrota y que la sociedad tiene perfectamente asumido aquello de que «no hay mal que cien años dure, ni cuerpo que lo resista».

Pedro Sánchez, en otro tiempo el jarrón chino del socialismo español, colocado en el lugar político privilegiado de España, la Moncloa, es contemplado en 2023 tal pato cojo de la política nacional, como un jarrón chino de difícil ubicación al que ni las ‘casas del pueblo’ le dan cobijo.

Nadie puede afirmar que el marco político español vaya a cambiar, solo las urnas deciden. Advierto en la sociedad española, sin embargo, la esperanza de transformarlo. Un estado de ánimo mayoritario seguido de la voluntad colectiva de confirmarlo con ocasión de las elecciones autonómicas y municipales, colocando el jarrón chino, tras las elecciones generales, en lugar adecuado donde no estorbe mucho.

La esperanza que se abre en 2023 no está en manos de Sánchez, tampoco de Núñez Feijóo, lógica alternativa a sucederle. Ambos harán lo imposible para, respectivamente, mantener o alcanzar el poder, pero ya se viene equivocando uno, como se equivocará quien le suceda, si cree que el destino de España depende solo de ellos. El sino de la nación es exclusivo de los españoles.

Por un camino sin fin se va a ninguna parte, como un tren sin destino. El camino de España está escrito en nuestra Carta Magna y los españoles no están dispuestos a abandonarlo, como ha pretendido temerariamente el presidente del Gobierno en fechas próximas pasadas.

Durante 2022 nos asaltó la duda de si aún quedaban trastornados capaces de hacer descarrilar la segura locomotora española llamada Constitución. Ventiladas las futuras elecciones el tren se pondrá de nuevo en marcha con la esperanza de haber cambiado al chalado maquinista. La fuerza motriz, la tolerancia, el talento y la lucidez de la Transición, que cristalizó en la España constitucional, está viva y necesitamos que siga viva.

Pasados los años, los españoles nos olvidaremos de los patos cojos, melones asolados y jarrones chinos, nuestra única pretensión será, como había venido siendo, vivir en paz, en justicia, igualdad, solidaridad y, sobre todo, unidad.

Los pueblos no pueden ser gobernados mucho tiempo por embusteros y traidores, porque no solo seríamos sus víctimas sino también sus cómplices. El 2023 ofrece a la sociedad española la posibilidad de cambiar las actitudes falsarias de alguno de nuestros embusteros gobernantes. Sería suicida repetir la necia experimental intentona del 2022. España solo depende de nosotros, los españoles. A quienes no lo sientan o no les guste siempre les quedará Venezuela, Cuba, Rusia o Waterloo.

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