Cartagena D.F.

Sintoniza Cartagena

Andrés Torres

Andrés Torres

Su preciosa costa, con una dársena única y natural; sus múltiples monumentos de diversas épocas y civilizaciones, que conforman un patrimonio extenso y envidiado por toda la Región; el potencial de su puerto, el más rentable de España y con grandes proyectos y perspectivas para seguir creciendo; su diversidad, camino de convertirse en un referente turístico del Mediterráneo, si es que no lo es ya, sumado a que alberga uno de los principales polos energéticos del país y de Europa, donde se desarrollan los combustibles del presente y del futuro; su rica y variada agricultura, exportable y exportada por todo el mundo; y, por encima de todo ello, su legendario nombre, forjado a lo largo de una historia trimilenaria.

Hay pocas dudas de la idoneidad de nuestra Cartagena para transformarse en el ideal plató al aire libre para el rodaje de cualquier serie o película. No podía quedarse fuera de la Film Comission Regional, una nueva iniciativa para gestionar la utilización de espacios de toda la Región en futuros estrenos cinematográficos. Es más, probablemente, deberíamos capitanear esta propuesta y gestionarla desde aquí, aunque siempre que se ofrezca a productoras y directores información completa y diversas opciones para que elijan sus escenarios libremente, nada que objetar. Además, este mismo año, nuestro municipio se ha convertido en el primero de España en firmar un convenio de colaboración con Netflix, que suponemos que dará mayor protagonismo a nuestra tierra en sus producciones y proyectos, con los consiguientes beneficios económicos y la promoción de la ciudad para atraer cada vez a más visitantes.

Vamos, que sin grandes alharacas y con toda la modestia del mundo, los cartageneros, todos los cartageneros, podemos presumir de que tenemos una ciudad de cine, más allá de que antes o después podamos conseguir el ansiado reconocimiento de Patrimonio de la Humanidad. Esa grandeza incuestionable de nuestra tierra no debe cegarnos ni llevarnos a descuidar los detalles pequeños, los del día a día, sino a acompañar los grandes proyectos que puedan engrandecerla más, de un ciudadano y mantenimiento continuo, que nos permita disfrutar de espacios agradables en los que vivir y disfrutar del ocio y la naturaleza.

Los cartageneros tenemos la mala costumbre de invertir millonadas en la puesta en valor y el resurgir de nuevos espacios en nuestra ciudad, para dejarlos caer en la desidia y el abandono y, después, tener que gastar muchos euros de todos en volver a recuperarlos. Ejemplos no faltan, empezando por nuestro inmueble más emblemático, el Palacio Consistorial, del que ya llevamos un par de décadas presumiendo, pero que dejamos caer casi en la ruina. Que no vuelva a ocurrir. Salvando muchas diferencias, nos ha pasado lo mismo con Los Juncos, que estos días luce repleto de gente y de ambiente navideño, gracias a la reapertura de dos bares que hace pocas semanas estaban sumidos en un abandono total, cuando no hace tanto que se derribaron los muros que rodeaban a este pulmón verde del centro de la ciudad para abrirlo a todos los ciudadanos. Igual sucede ahora con el Parque Sauces, que tras convertirlo en nuestro atractivo y agradable Parque Jurásico particular, lo hemos destrozado poco a poco nosotros mismos y, ahora, nos tocará tirar de nuevo del bolsillo de todos para volver a adecentarlo.

La remodelación de la explanada del puerto, la nueva plaza Mayor, con sus inmuebles comerciales, también han sufrido continuos altibajos e intentos por ser un punto de referencia para los ciudadanos y siguen pendientes muchas asignaturas como la recuperación de nuestras fortalezas costeras, que por fin parece que se pone en marcha, u otras más simples como la reapertura del restaurante del Parque Torres que, probablemente, sería un local emblemático y frecuentadísimo en muchos otros lugares de España.

También tenemos una lista de arreglos y rearreglos de cuestiones aparentemente más pequeñas, pero igualmente, importantes, como la búsqueda continua de un pavimento en condiciones para la Serreta, que nos haga olvidar ese de estilo portugués que nos vendieron con la boca grande, pero nos destroza las plantas de los pies. O la escalera mecánica de acceso al Molinete desde la calle San Fernando, que anuncian que van arreglar por enésima vez, pero que o hacen algo para evitarlo, o puede transformarse en nuestro mayor monumento al despropósito.

Hablando de propósitos, este de hoy es nuestro último encuentro de 2022 y todos debemos repasar estos doce meses para ver en qué mejorar de cara a los siguientes, siempre en la medida de nuestras posibilidades. La lista de objetivos a alcanzar debe ser ordenada, porque nadie puede hacer muchas cosas a la vez, mejor una detrás de otra, sin prisa, pero sin pausa o despacito, pero con buena letra. También ha de ser realista. Nada como autoanalizarnos y conocernos a nosotros mismos para que nuestras metas estén a nuestro alcance, con tanta ambición como sensatez. Estos consejos nos sirven tanto a nivel personal como para lo mucho por hacer y rehacer en nuestra Cartagena, en un año que además es electoral, para elegir alcalde o alcaldesa y en el que, dentro de poco, todo parecerá pararse para adentrarnos en una bucle por la búsqueda del voto. Y ahí, todos van a aludir, con más o menos énfasis, a nuestro cartagenerismo, cuando cada uno de nosotros nos valemos por nosotros mismos para presumir de las virtudes y reconocer los defectos de este rincón mediterráneo que tantas pasiones levanta. Lo que votemos es otra historia.

Por el momento, esta noche prepararé mis doce uvas y encenderé La 7 para que la audiencia de las campanadas desde el Palacio Consistorial de Cartagena aumente y, el año que viene, la televisión autonómica apueste de nuevo por nuestra ciudad, por tercera vez consecutiva, para dar la bienvenida al nuevo año, gane quien gane y le pese a quien le pese.

Brindo por ustedes y por la salud de todos. ¡Feliz 2023!

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